martes, octubre 11, 2005

Por que me encanta ir de compras al super ?


Pues no lo sé bien,pero agarro el carrito de la compra, saco la lista de la compra y me siento mas relajado que si me tomase un " tranki " sublingual. En casa eramos tres chicos y aunque en esa época estaba mal visto hacer labores " propias del sexo " ( vamos, del sexo femenino ) cada hermano nos especializamos en una tarea.
A mi me encantaba ir a hacer los recados. Uno de mis lugares preferidos era sin dudarlo la droguería " Guerra " que estaba en unos soportales muy cerca de la Plaza de Abastos. Tal vez por los precios, tal vez por la amabilidad de los dependientes, la tienda estaba llena a rebosar de mujeres que volvían del mercado. A mi me gustaba que me atendiese el dueño o un dependiente llamado Luis que llevaba un guardapolvos gris de tela basta sobre la ropa y que tenía unas chapetas coloradas en las mejillas. "¡¿ Que quieres, niño?¡ ". " Por favor, mi madre me ha dicho que me des dos pastillas de jabón * Lagarto *, un paquete de * Pedramol *, tres papeletas de fijador * Neibo * y una cajita de colorete * Rubor de Myrurgia, tono carnación * y que se lo apuntes, que ya vendrá ella a pagar.....porque recuerdo que se pagaba a final de mes.
Odiaba el puñetero fijador......era un polvo que se disolvía en un tarro lleno de agua y con el que se formaba una especie de moco verde con el que nos cubrían la cabeza al peinarnos con idea de domar el pelo rebelde ( ¡¡ ay...que épocas en las que uno tenía pelo ¡¡ ) y que nos dejaba la cabeza como si llevasemos un casco de motorista soldado al craneo. Creo que a más de uno eso le impidió el desarrollo del cerebro y así salimos los de mi generación...
Y estaba la farmacia " Rueda " donde se iba a comprar unos yogures fabricados por ellos. Tenías que llevar los envases vacíos a cambio de los nuevos, unos vasitos con acanalado concentrico y que los crios no probábamos porque eran para mi abuela que estaba delicada de la tensión... Pero las discusiones surgían los domingos a mediodía. Los tres queríamos ir a por el helado a donde Salvador, un antiguo compañero de la guerra de mi padre que, cuando nos veía entrar, metía en la heladera la gran pala de madera que usaba para batir el helado y con la que sacaba un montón enorme de mantecado para llenar una gran ensaladera de cristal tachonada de estrellas azules y doradas que traíamos de casa. De vuelta, rápido para que no se derritiese, se podía ir metiendo el dedo y chupando. Otro día sigo con el ramo textil.....si no me canso antes.

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