domingo, enero 14, 2024

Aunque tarde, ahí está el cuento de Navidad

La noche es muy fría, el aire se cuela entre las rendijas de las paredes de adobe como si fuesen cuchillos de hielo, pero el Niño duerme plácidamente después de haberse saciado, la burra ronca en un rincón y se oye el cansino rumiar de la vaca. El fuego agoniza lentamente en el hogar y su halo rojizo hace brillar los regalos que han dejado los Magos. Ha sido un día muy ajetreado, primero los pastores que han llegado medio despistados sin saber muy bien lo que iban a encontrar, después el largo séquito que precedió a la majestuosa entrada de los tres Magos que demoraban su presencia en el establo y a los que no se veía el momento en que se marchasen.

María está muy cansada y se deja caer sobre una manta raída que la protege de los arañazos de la paja que cubre el piso del establo. Mira con arrobo al bulto que rebulle bajo una piel de oveja y que gorjea como un pajarillo y después busca con la mirada a su compañero que está acurrucado en un rincón.




Le pregunta " como estás José ?" con voz muy débil para no despertar al Niño. No hay respuesta inmediata y del rincón se escucha un sollozo entrecortado. María repite su pregunta  y desde el bulto que está en un rincón le llega una respuesta sorprendente: " No sé como decírtelo María pero preferiría que no me llames más veces José, quiero que me llames Lorena, ya estoy cansado de disimular y no puedo más con la tensión.     

María cree no haber escuchado bien, el cansancio seguro que ha hecho que oiga mal. Pero no es así. José se acerca a su mujer y le dice que se siente mujer como ella, que está harto de tener que fingir, que no soporta más tener que actuar como hombre, de llevar esa barba maloliente y esa pelambrera llena de piojos, ese manto raído y de caminar apoyado en un cayado. Desea vestirse con sedas, bañarse a diario y usar perfumes como los que usaban los pajes de los reyes que acaban de dejar el establo.

María no sabe que responder, nunca había escuchado nada semejante pero, en su infinita bondad, atrae el cuerpo de José y se funden en un abrazo largo, muy largo que inunda sus corazones de paz. Incapaz de sentir nada malo, lo único que piensa es en resolver la situación. Poco a poco se va inundando de paz la cabaña y llega un momento en que sobran las palabras." Ahora vamos a dormir, dice, y mañana ya veremos que podemos hacer ". 




Cuando se cuelan los primeros rayos de luz por los huecos de la paja que cubre el techado nuestros personajes ya están en marcha. María prepara un cuenco con agua y con ayuda de un cuchillo le quita la barba a José que queda con la cara llena de mataduras pero libre del vello que tanto le molesta. Después rebusca en su hatillo y extrae una toca y un manto con el que viste a Leticia. Recogen a toda prisa sus cuatro bártulos, dejan en un rincón los regalos de los Magos, salvo unas monedas de oro que les ayudaran en su viaje. Meten en las alforjas los quesos y la manteca que han traído los pastores y cargan todo en los lomos de la burra. 

María coge al Niño en sus brazos y le dice a Leticia que durante el camino no hable, que se haga pasar por una persona muda pues su voz delatará su condición. La vaca se queda rumiando tristemente en un rincón mientras ellos emprenden el camino del Sur. Tendrán que ir muy lejos para no ser reconocidos y el viaje ha se ser muy largo y penoso.





A la salida de Belén un remolino de polvo revela la presencia de unos soldados que, siguiendo las órdenes de Herodes, vienen en busca de un matrimonio con su hijo recién nacido pero que, al ver a dos mujerucas embozadas y a su jumento, las dejan pasar pues piensan que estas no pueden ser aquellas personas a las que buscan.

Y así inician el lento y largo camino hacia el sur, hacia Egipto donde podrán vivir libres y sin necesidad de esconderse. 



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno, 😊

cal_2 dijo...

muchas gracias...un saludo