sábado, septiembre 09, 2023

Una tarde en la Opera





La primera vez que me fijé en esta pareja fue hace unos veinte años, en un entreacto de opera en el Unter den Linden de Berlín cuando tuvimos la gran fortuna de asistir a la integral de las óperas de Wagner que dirigió Barenboim . Un pequeño revuelo de gente que rodeaba a una pareja que, con aire ausente y majestuoso, se movía por el hall del teatro, llamó mi atención. Parecía una pareja salida de un musical de la Metro o de un montaje de " La viuda alegre ". Ella sonriendo con aire majestuoso a los que le pedían permiso para hacerle una fotografía y él con un rostro impávido. Iban vestidos con elegancia trasnochada, ella con un vestido largo muy ceñido, la espalda desnuda y los hombros al aire sobre los que dejaba caer con desmayo un leve velo de tul, una pamela muy amplia y ladeada y empuñando una sombrilla que movía con elegancia al caminar. A su lado, cogido de su brazo iba su pareja con un esmoquin de chaquetilla blanca. Lo más curioso es que si ella iba conjuntada en verde ( vestido, pamela, chal, sombrilla..), él llevaba la pajarita y el fajín del mismo color, como pude comprobar en los ocasiones siguientes.  









A lo largo de los años nos los fuimos encontrando en diferentes lugares, pero siempre en las mismas circunstancias: oyendo a Wagner. Se les iba notando el paso del tiempo sobre ellos, aunque actuasen siempre del mismo modo.  Su vestimenta tenía una elegancia rancia y ajada, pero cada día lucían un nuevo vestuario en toda la gama de los tonos pastel, salvo un día que aparecieron con un conjunto en un rojo violento. Y siempre lo mismo, paseándose entre la gente con el aire de unos reyes en el exilio sin pararse  a hablar con nadie, pero accediendo a ser fotografiados por todos los que los admirábamos al pasar con aire condescendiente. 
Sobre ellos se cuchicheaban múltiples historias, que si eran unos condes polacos arruinados o unos nobles húngaros que vivían en una buhardilla del Berlín Este entre estrecheces sin cuento para poder ahorrar el dinero con el que pagar las entradas de la ópera y usando en esta todo el vestuario y la bisutería que habían conocido sus años de esplendor.








Dejamos de verlos, a raíz de la situación creada por el virus maldito, hasta el pasado año en Múnich. Esperando a que comenzase la función, una enorme limusina dorada, como si fuese una enorme ascua de fuego a la luz del sol del atardecer, dio una vuelta majestuosa delante de la escalinata del teatro. Un chofer se dirigió presuroso a abrir la puerta trasera y descendió majestuosa nuestra vieja dama vestida con un hermoso y anticuado conjunto azul celeste pero, en lugar de sombrilla, se apoyaba en un bastón con empuñadura dorada y con la otra mano tiraba de una especie de carrito con ruedas sobre el que iba un maniquí vestido con esmoquin negro y los complementos en azul. Su marido había sido una de las víctimas del virus y ella, sin resignarse a no pasearse entre sus súbditos, se hacía acompañar de un muñeco idéntico a su compañero de toda la vida. Aunque, las malas lenguas, decían que era su marido que había sido disecado por un taxidermista de la Selva Negra.   
 






2 comentarios:

Luis Serrano dijo...

Un buen estilo descriptivo en esta bella historia que versa sobre el paso del tiempo y en como en ocasiones nos agarramos un tanto desesperados al tiempo pasado y que nos hizo felices.
Me gusta el final que le has dado pero, me hubiese gustado más un cambio en la actitud de ella una vez perdidas las anteriores circunstancias, cuando él marido muere. Yo soy de los que cree que es bueno y aconsejable cambiar alguna cosa de las ya repetidas a lo largo de la vida. Imagino a esa mujer libre, sola, y viviendo los estrenos de Wagner con alegría y feliz.
Creo que en los tiempos que nos ha tocado vivir ultimamente hay que dar esa oportunidad merecida que han conquistado las mujeres.
Por lo demás ya te digo que me ha gustado y que entiendo y respeto que la historia es tuya y te mereces, por lo tanto, todo mi respeto. Un abrazo artista

cal_2 dijo...

Gracias amigo por comentar mi último relato. Comprendo el enfoque que te gustaría que le diese al relato pero, dado que seguí a esta pareja al menos durante diez años, en ningún momento pienso que ellos ( en especial ella que era la reina y él si fiel servidor ) quisieran un cambio. Al contrario, se aferran al pasado que tuvo que ser mejor que la actualidad. Pero gracias de nuevo por participar de modo activo en mi blog. Y nada de artista, soy un simple diletante que se divierte con ello. Un abrazo