lunes, diciembre 07, 2020

la musica de mi vida





Todos tenemos en nuestra cabeza y en nuestro corazón una serie de canciones, un compendio de músicas que tienen un significado especial para nosotros y que forman parte de nuestra identidad, de nuestros recuerdos y que cuando las escuchamos de nuevo, de modo involuntario o buscándolas, abren el cajón donde guardamos las más profundas añoranzas,  los sentimientos más vivos. Voy a hacer una enumeración de aquellas que, por uno u otro motivo, están más dentro de mi.





Las melodías que recuerdo de mis primeros años van ligadas a la radio, aquel viejo aparato Telefunken de madera y baquelita que estaba en el cuarto de estar al lado de la imagen del Corazón de Jesús, ante la cual no faltaba nunca la lamparita de aceite prendida durante todo el día. Desde la canción del Cola-cao hasta la sintonía de " Matilde, Perico y Períquín o los discos dedicados: Para la madre más maravillosa del mundo de sus hijos  " Madrecita ", para Purita de quien ella sabe en el día de su onomástica " Dos cruces " o para Pedrito en el día más bello de su vida " Mi primera comunión " de Juanito Valderrama...
Cuando sonaba una romanza de zarzuela  mi padre, con mucho más entusiasmo que voz, se desgañitaba procurando emular al cantante mientras por la puerta asomaba mi madre para enfriarle el entusiasmo diciendo con dudoso cariño : " calla que tienes menos oído que un cocho ".
A la hora de la siesta todos nos apiñábamos alrededor de la radio para seguir el serial de turno: " Ama Rosa " hizo correr ríos de lágrimas a un vecino nuestro, un viejo coronel que comía en nuestra casa mientras la mujer veraneaba en la playa con sus hijos. O " las dos hermanas " en las que el desdichado protagonista, un hijo del pecado, reconocía a quien ers su madre al oírla cantar una nana en un cabaret en Tánger.
Y el cuarto movimiento de la Novena Sinfonía de Dvorak que daba paso a Oliveras y " Ustedes son formidables " programa que buscaba la caridad y la solidaridad de unos españoles más pobres que ratas en la postguerra.




Tendría doce años cuando un primero de año descubrí el Concierto de Año Nuevo de Viena, entonces  dirigido por Willi Boskosky en el más austero blanco y negro de los televisores de aquella época y, desde entonces, creo no haberme perdido ninguno a lo largo de mi vida. 

Por aquellas fechas, la mujer de un tío mío, que se las daba de sensible e ilustrada, me informó que en salón de actos de la Falange se iniciaba un ciclo de música para culturizar a los tarugos con ánimo de refinarse y en el que podían escuchar los discos de las nueve sinfonías de Beethoven. En un salón polvoriento con los retratos de Franco y José Antonio al fondo, el erudito de rigor explicaba la sinfonía correspondiente y después reproducían el disco, procurando no hacer caso a los ruidos ni chirridos que se entremezclaban con la música y mientras yo miraba a hurtadillas a los que me rodeaban, adoptaba el mismo un aire de entendido que ellos, lo que me parecía el summum de la sensibilidad. 

Pero nada como la música en vivo, por eso todas las mañanas del domingo, después de soportar las odiosas partidas de cartas en casa de mi abuela doña María la Tiesa, me gustaba ir a la cercana Alameda donde la laureada Banda de Música de Lugo al frente del maestro Méndez, llamado cariñosamente Mendezkosky por los asistentes, ofrecía su concierto semanal en el quiosco situado frente al convento de los Franciscanos. En las traseras del quiosco se podía leer el programa escrito en una tablilla gris que iba desde el pasodoble " Ponteareas " al vals del Emperador y, sobre todo de  selecciones de las zarzuelas más populares.




En las fiestas de El Cristo de O Barco era un clásico la presencia de la afamada y laureada Banda de Música del Regimiento de san Quintín de Valladolid. Los grandiosos conciertos en la Plaza y su presencia marcial tras el Cristo en la procesión del 14 de septiembre es un recuerdo imborrable y hoy es el día que, oír una banda de música desfilar tras una imagen, me hace llorar como un tonto. Como en aquella época no había un hotel en el pueblo, los músicos se distribuían por las casas de vecinos y las chicas de servir estaban locas de contento al poder estar cerca del trombón de la banda o del flautín. Más de una boda precipitada salió de estas fiestas.

Mi primer disco fue un EP que compré en un bazar en los Soportales de la plaza Mayor de Lugo, cuando aún no tenía un tocadiscos donde reproducirlo. " Eleonor Rigby " y tres temas musicales más versionados por una orquesta, la de Paul Mauriat. Yo no hacía más que mirarlo pero no había modo de poderlo escuchar. Mi madre salió al rescate, comprándome un tocadiscos Dual, fabricado artesanalmente por un " manitas " que tenía su chiringuito en un entresuelo de la plaza de santo Domingo. A plazos de 30 pesetas mensuales, durante una montonera de meses, no sé muy bien a costa de cuantos esfuerzos por parte de mi madre, verdadera malabarista de las escasas finanzas familiares, finalmente tenía un flamante tocadiscos en el que reproducir el disco junto a otros dos que me había comprado: " La flor de la canela " de María Dolores Pradera y mi primer L.P. " Ideas " de Almas Humildes, un maravilloso disco que escuché hasta la saciedad y es hoy, aún el día que me emociona con todos sus temas, en especial " Tejiendo melancolía ". Poco a poco, todo el dinero que conseguía fue para aumentar mi incipiente discografía. Me subía al desván de casa con el tocadiscos y los discos y allí, sentado en un viejo sillón medio desfondado, pasaba las horas muertas leyendo y oyendo música.






Mis primeros años en Valladolid puedo etiquetarlos como " grises " y mi relación con la música en aquella época se ceñía a la que podía oír a través de un pequeño transistor a pilas de un compañero de la residencia que escuchábamos durante las horas que pasábamos en un estudio común. Una sala alargada e inhóspita, con suelo de baldosas rojas que chacoleaban al pisarlas, paredes marrones y una viga de hierro pintada de verde al lado de la única ventana y a la que acercábamos el transistor para oír música machacona que todavía recuerdo con desagradado. Los diablos" y su rayo de sol,  Formula V , Camilo VI, toda una cohorte de cantantes, siempre los mismos, que oíamos hasta la saciedad. Tan solo " Eloise " de Barry Ryan y la maravillosa " In da gadda de vida " de Iron Butterfly eran un feliz respiro.
Pero la verdadera utilidad del transistor era a partir de las once de la noche cuando todos los compañeros nos apiñábamos alrededor de la columna que nos servía de antena para oír las noticias de
Radio España independiente, más conocida como " la Pirenaica " en las que nos poníamos al día de todas las noticias que nos ocultaba la funesta dictadura franquista. La señal iba y venía y había que manipular el transistor de un lado al otro, siempre apoyado en la columna, para recuperarla, con ánimo de no perder detalle sobre el proceso de Burgos en el que juzgaba a etarras  o el proceso 1001 en el que se perseguía a los sindicalistas de comisiones obreras. 





El primer concierto de música " seria " que escuche en vivo fue en el teatro Carrión con la Orquesta ( no sé si sinfónica o filarmónica)  de Valladolid con un programa que incluía la quinta sinfonía de Beethoven. Lo que si recuerdo es que la primera violín llevaba el brazo lleno de pulseras y cada vez que movía el arco hacía tintinear todo el pulserío...se ve que le dijeron algo porque, después del descanso llevaba el brazo desnudo. 
Toda mi vida dio un vuelco fundamental al conocer a Alfonso en septiembre de 1972, lo que afectó también al ámbito musical. De repente, la música se convirtió en una parte transcendental de mi vida y así ha seguido siendo durante todos estos años. La tarde que nos conocimos tuvimos como fondo el disco de Miles Davis "Sketches of Spain ", que puso una y otra vez a lo largo de las horas que pasamos juntos. Y su Saeta o su Soleá  me siguen emocionando como el primer día.   
Todas las parejas tienen lo que puede llamar " nuestra canción ".  " Without you " de Harry Nilson, es la nuestra desde que la oímos por primera vez en un bar cercano a la calle Santiago, como testigo de nuestras primeras andanzas juntos: 
   "No, no puedo olvidar esta noche
    O tu cara cuando te ibas
    Pero supongo que así es como va la historia
    Siempre sonríes pero en tus ojos se nota tu dolor..."

Empecé a conocer y a disfrutar de todo tipo de música, de la copla a la clásica. En aquella época se produjo la eclosión de Mahler, tras el éxito del adagietto de su quinta sinfonía en " Muerte en Venecia "y sus nueve sinfonías en la versión de Kubelik sonaban continuamente en el viejo y renqueante tocadiscos de Alfonso.
Serrat se convirtió en uno de los cantantes preferidos y su " Mediterráneo " en un referente emocional de nuestra vida. Es una de esas personas entrañables, como un amigo de toda la vida y, aún ahora, cuando no tiene apenas voz ni fuelle, emociona oírlo. Su disco dedicado a Antonio Machado sonaba una y otra vez en nuestra hasta aprendernos los poemas de memoria. 
En el otoño del 72 estaba Alfonso en cama, enfermo con anginas y le compré el disco con poemas de Miguel Hernández, todos ellos de una gran belleza, pero el que se convirtió en nuestro emblema fue la " Elegía por Ramón Sijé " cuyos últimos versos están grabados en lo más hondo de nuestro corazón
  "  A las aladas almas de las rosas
      del almendro de nata te requiero
      que tenemos que hablar de muchas cosas
      compañero del alma, compañero ".




Fueron los años de nuestra buhardilla en Valladolid y lo que iba a ser un refugio de los dos lo convertimos en un nido de acogida de amigos donde todo el que quería entraba y salía, llevando nueva gente que hacíamos sentir como en su casa...o mejor que en su casa. La música sonando continuamente y fueron los años de " La estaca " de LLach, de la ristra maravillosa de cantantes sudamericanos con Violeta Parra, la " Amanda " de Víctor Jara, Los Quilapayún, de Camarón y su " Canastera "...  

Del 72 al 75 Valladolid era un hervidero de movimiento social durante los últimos años de la dictadura con las huelgas de la Fasa por un lado y la agitación en la Universidad por otro, que culminó con su cierre en febrero del 75 después de estrellarle unos huevos en la cara al rector. Era cosa de no perderse ninguno de los recitales de los cantantes contestatarios que pasaban por la ciudad.  
El recital de Oskorri en el viejo paraninfo de la facultad de medicina de Valladolid es el primero que recuerdo. Al final nos esperaba una doble fila de policías en la salida a modo de testigos en una boda y que, porra en mano, la iban descargando de modo discrecional sobre los lomos de los que habíamos estado dentro.
O el de José Menese con su guitarrista Melchor de Marchena que dieron un recital gratuito en un aula de la facultad de Medicina. Nunca podré olvidar la imagen del guitarrista, atildado y pulcro, afilando las uñas en una caja de cerillas. En mitad del recital se abrió una puerta y una voz desde fuera gritó " La policía ha asesinado un estudiante en Santiago ". Salimos todos en tromba y, ya en la calle, nos unimos a la gente de Ciencias para confluir todos en la plaza de la Universidad donde ya esperaba la policía.
Y Pi de la Serra dando recitales por las parroquias de barrios obreros, o una joven Elisa Serna haciéndonos vibrar con su " Esta gente que querrá " y el resto de sus canciones, entonces censuradas. 





En el 85 nos fuimos de vacaciones a Ibiza. Era nuestra segunda visita a la isla. La agencia de viajes nos endilgó un hotel cutre, pero encontramos un maravillosos restaurante vasco donde cenábamos todas las noches.. Durante el día hacíamos siempre el mismo recorrido: media hora en un bus traqueteante hasta llegar a un descampado donde empezaba a aparecer gente que parecía ir en peregrinación entre pinos resecos y bajo un sol de justicia, hasta llegar al paraíso que buscábamos. Un inmenso arenal donde podíamos practicar el nudismo con libertad, lo mismo que toda la ristra de peregrinos con los que compartimos camino.
A mediodía nos acercábamos al chiringuito para comer una hamburguesa o una ensalada, mientras siempre sonaba la misma música: " One more kiss, dear " de la película " Blade Runner " , canción que desde entonces asocio con sol, arena y libertad.  




La copla siempre ha tenido un lugar importante en nuestra vida y tal vez sea el espectáculo "Azabache " que tuvo lugar durante la expo de Sevilla de 1992 el más paradigmático. Una Rocío Jurada con toda la fuerza de un volcán y una Juana Reina ya en el ocaso de sus fuerzas donde, a pesar de que su voz no era más que un recuerdo, podía emocionar cuando vivía las canciones, transmitiendo toda la emoción posible en " Y sin embargo te quiero ":
   "Eres mi vía y mi muerte,
    te lo juro, compañero,
    no debía de quererte,
    no debía de quererte
    sin embargo te quiero.


 La ópera. No recuerdo bien el momento, pero sí el lugar. Para las largas horas de las guardias en San Juan de Dios, una radio Vanguard, un enorme mamotreto, era la mejor compañía. Cuando sonaba un fragmento de ópera, automáticamente movía el dial a otra emisora,  hasta que una tarde sonó un fragmento de " La Traviata ", aquel en el que agoniza Violetta y me quedé prendado. A partir de entonces, cada vez que sonaba una ópera la escuchaba con atención. durante un fin de semana le comenté a Alfonso lo que me había pasado y él también comenzó a oír ópera y poco a poco fuimos apreciándola más cada vez.




Empezamos a ver alguna función de ópera en los dos teatros que entonces tenía Burgos, normalmente con compañías de tercera procedente de los países del Este. Recuerdo en un " Elixir de amor " cuando Nemorino agarró la maleta para entonar " una furtiva lácrima ", soltó un gallo y se quedó mudo. O una " Madama Butterfly"  montada en la plaza de san Juan de Burgos en la que las cantantes, bajo el quimono llevaban jerséis de cuello alto para protegerse del airecito burgalés.
Al cabo de un tiempo nos enteramos que había un grupo de personas de Burgos que iban a las funciones de ópera que se representaban en el teatro coliseo Albia de Bilbao y que teníamos posibilidades de acudir también. Y en ello nos embarcamos. Conseguimos hacernos socios de la ABAO y, a partir de entonces, acudir a las funciones allí montadas durante la temporada. La sociedad nos ponía una autobús que nos llevaba de modo gratuito de Burgos a la puerta del teatro y que, una vez terminada la función, nos devolvía a casa.
Nuestras localidades estaban en lo más alto del teatro, en un quinto piso al que se accedía por unas escaleras grises y tétricas y desde nuestro asiento veíamos la escena muy, muy lejos pero nos sentíamos en la gloria. Los montajes de las óperas eran muy pobres y todo lo resolvían con escaleras en las que se pasaban los elementos del coro subiendo y bajando continuamente mientras lanzaban sus gorgoritos.
Tan buena como la ópera era el descanso. En cuanto se encendían las luces bajábamos a la carrera los cinco pisos para trepar como gamos los tres de la casa contigua donde estaba la sede del orfeón y su bar donde servían los más maravillosos pinchos de tortilla. Normalmente era una amiga, Ana, la más ágil y la primera en llegar a la barra y aprovisionarnos a todos, tomada al asalto por muchos melómanos tan tragones como nosotros.



Después de acudir tres o cuatro temporadas al viejo coliseo, se cerró este y en febrero de 1999 nos pasamos al nuevo y esplendoroso Palacio Euskalduna cerca de la ría de Bilbao. Era como pasar de la noche más lóbrega a un cielo luminoso. Se inauguró la temporada con la " Kovanschina " de Musorgski en un montaje del teatro Mariinski y fue como acceder a un nuevo mundo maravilloso.
 Al ascender en la escala social musical, también cambió el espectro de las personas que íbamos en el autobús de Burgos y empezaron a aparecer los brillos y las pieles. Las señoras de la mejor sociedad le hacían coro al dueño de la ciudad y su mujer que acudían a la ópera con el pueblo, y lo recibían con grititos de " Michel, Michel " con las bragas en la mano. Pero una vez en Bilbao todos entrábamos al templo para acudir religiosamente a una nueva función.
En el 2012, tras nuestro traslado al levante, dejamos con gran pena de ser socios de la ABAO y al año siguiente nos hicimos miembros de la ópera de Valencia en el teatro de les Arts donde disfrutamos de varias temporadas maravillosas mientras duró el dinero que regaba alegremente el gobierno comunitario. Pero llegó la crisis, se cerró el grifo y la categoría de las funciones decayó de modo manifiesto y, con gran pena, dejamos de asistir de modo regular.




Volvamos al año 2000. A través de uno de los amigos que acudía a la ópera de Bilbao nos enteramos de que se iban a montar todas las óperas de Wagner en Berlín en un periodo de dos semanas. La locura, pues Alfonso se había convertido en un wagneriano enfervorizado. Conseguimos dos abonos para todas las funciones y allá que nos embarcamos. Nos acompañaron en el viaje Felix y Oscar y nos alojamos en un hotel maravilloso, el " Transit "... pero esta es otra historia.  
Dirigidas por Daniel Baremboim y montadas en el Staastoper Under den Linden de Berlín disfrutamos del " Anillo " y de seis óperas más de Wagner y fue para nosotros como acceder a otro mundo. Delante de nosotros se sentaban tres mujeres de Barcelona que eran como las tres hadas de la película " Blancanieves " y, a lo largo de las funciones, fuimos tomando confianza con ellas. Una decía " por un Verdi no voy ni a Tarrasa, pero por Wagner voy de rodillas a donde haga falta. 
Fueron unas sesiones de ópera maravillosas entremezcladas con un par de conciertos de Pierre Boulez en uno de los cuales celebró su 85 cumpleaños. Y un recital de Thomas Qusathoff con Baremboim en el que escuchamos el " Viaje de invierno " de Schubert, para el que me faltan palabras con las que describir la emoción sentida.
Volviendo a las óperas, cuando terminó la función de " Tristán e Isolda " en la cual Baremboim hizo alargar las notas hasta un nivel inaudible, tras un largo silencio de toda la sala, estallaron los aplausos y una de las tres abuelitas se volvió y dijo " ahora se podía una morir feliz ".
Otro capítulo importante fue Bayreuth. Desde que fuimos a Berlín, Alfonso tenía el sueño de poder acudir a la meca wagneriana pero era algo un tanto difícil, pues conseguir entradas no era sencillo. Hay el sistema de apuntarse a un listado y renovarlo cada año para, con un poco de suerte, conseguir entradas al cabo de unos diez años de perseverancia. Otro es comprar entradas en agencias de viaje especializadas a precios prohibitivos. Optamos por el tercero: hacernos socios de la asociación que gestiona el festival pagando una cuota anual elevada pero en la segunda temporada logramos entradas para ver el "Anillo "  en agosto del 2015.   





Fueron unos días especiales. Alfonso acudió entregado, pero yo fui con reservas que se disolvieron en cuanto acudimos a la primera función. Nos llamó la atención ver a todos los asistentes elegantemente vestidos y con un cojín bajo el sobaco...pero después de estar cinco horas sentados sobre un duro asiento de madera lo comprendimos. En la sala ya, se apagaron las luces y de pronto la música pareció surgir de las entrañas de la tierra y nos envolvió por completo, una sensación nueva que nunca habíamos vivido hasta ahora. Dejando a un lado los esperpénticos montajes, fruto del delirio de los escenógrafos, disfrutamos cada minuto de los espectáculos.
De todos modos yo soy admirador acérrimo de Puccini y todas sus heroínas me llegan a lo más hondo. Puedo ver una " Tosca " una y mil veces sin cansarme y creo que su " e luchevan le stelle "nunca dejará de emocionarme.




Y como cuando se tira de una cereza en un cesto salen otras, así nos pasó con gente con la que hablábamos en los descansos en Bayreuth y de allí salieron otros destinos. El mejor de todos fue Munich y su festival de verano al que acudimos varios años, con la fortuna de disfrutar de muchos y buenos momentos. Munich es una ciudad en la que nos sentimos muy cómodos. Lo maravilloso de la opera en Alemania es que puedes ver espectáculos como si uno viese al Barça en el Nou Camp y tuviésemos que pagar como si estuviésemos viendo a la Cultural Leonesa, al contrario que en España que, cuando vas al Teatro Real están viendo a un elenco a la altura de la Ponferradina y te cobran como si estuvieses en un palco del Bernabéu.
Este año teníamos preparado un nuevo viaje a Berlín para disfrutar de media docena de montajes. Entradas ya compradas, vuelo reservado...y llegó el maldito bicho. Confinaditos en casa, ni viaje ni puñetas. Pero como los alemanes son tan serios nos devolvieron el dinero íntegro de las entradas. Otra cosa es el vuelo, pero es que los que han de devolver el importe son los de Ryanair...y esto es más difícil que las ranas críen pelo.   



Antes de terminar con este capítulo quiero recordar los grandes momentos que hemos vivido los últimos años gracias a la orquesta  ABBA de Alicante a cuyo frente hay un director que transmite vida en cada concierto y que, cada actuación es mejor que la anterior, Josep Vicent. Hemos podido disfrutar de grandes orquestas internacionales y de excelentes solistas y que, en contra de lo habitual en España, lo hacemos a un precio moderado.  
Ahora solo nos queda esperar la soñada vacuna que nos permita volver a viajar y salir de este pozo en el que estamos todos metidos...que sea pronto. Ojalá.  
 
    


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