viernes, junio 08, 2018

Leyenda del puente griego

Cuenta la leyenda que hace muchos, muchos años allá por la mítica región de Etolia en las lejanas tierras de la Grecia antigua, la gente pensó que sería bueno construir un puente que salvase las tempestuosas aguas del río Antirio para evitar el enorme rodeo que tenían que dar para llevar a vender el ganado a los pueblos de la otra ribera.









Se pusieron los vecinos a la tarea, reunieron los fondos y buscaron a los mejores artesanos para que se pusieran mano a las obras. Al principio todo iba sobre ruedas y la gente sonreía feliz al ver como el puente iba tomando forma. De pronto una noche a finales de verano se desató una tremenda tormenta y descargó un maldito rayo sobre el puente, reduciéndolo a escombros. Al hacerse la luz del día los vecinos pudieron ver la magnitud del desastre y sus lamentos llegaron hasta lo más alto del cielo. Los enormes bloques de piedra sobresalían entre las aguas como vestigios del sueño que no lograron cumplir.
Pero en lugar de dejar el proyecto, se pusieron a la tarea con más brío y empezaron de nuevo a levantar la estructura del puente, no sin asegurarse de que los nuevos cimientos fuesen mucho más firmes. La obra proseguía y de día en día se iba viendo de nuevo como el puente tomaba forma. Un atardecer los vecinos vieron con aprensión que negros nubarrones se concentraban en el cielo y más de uno pensó en lo peor. Y acertaron pues un nuevo rayo cortó el cielo en dos y fue a caer sobre el puente, reduciéndolo de nuevo a escombros.



Lejos de rendirse, se pusieron de nuevo a la tarea por una tercera vez pero un tercer rayo echó por tierra los propósitos...y un cuarto y un quinto y hasta un sexto rayo llevaron a la gente a la desesperación y con los fondos para las obras a punto de extinguirse.
Cundió la desesperación entre los trabajadores al ver que tantos esfuerzos se volatilizaban como humo y los artesanos comenzaron a abandonar las obras en busca de otro lugar donde sacar mejores jornales. Tan solo se quedaron un puñado de ellos acompañando a Andreas, su jefe que, recién casado con una joven de la zona bella como un amanecer de primavera, estaba totalmente decidido a hacer un nuevo y tal vez último intento.
Pero los días pasaban y el comienzo de las obras se retrasaba en parte porque no llegaban los fondos necesarios para ello, pero sobre todo porque el constructor pasaba las horas muertas encandilado en los brazos de su amada. Una tarde en la que la pareja dormía la siesta en la ribera del río, Andreas se despertó sobresaltado al oír el crujido de unas ramas. Se incorporó y vio frente a él, asomando la cabeza por entre los juncos, a un cordero que lo miraba fijamente. De pronto, en lugar de balidos, de la boca del cordero salieron unas palabras: " Andreas, solo podrás terminar con bien el puente si sepultas a tu mujer vestida con las galas de novia bajo los cimientos del primer arco del puente ".
Cuando Andreas quiso reaccionar el cordero se había esfumado. Se levantó de un salto y se puso a buscar en la maleza pero no encontró ni rastro del animal. Solo un mechón de lana blanco como la nieve se había quedado prendido a los juncos.






Muerto de desesperación, intentó controlarse al ver que su amada se desperezaba sobre la hierba y cuando esta le preguntó atemorizada que le sucedía solo pudo balbucir una excusa sobre los problemas que le estaba causando el maldito puente. Esa noche apenas pudo tragar bocado y, con la excusa de las obras, se fue a meditar a la orilla del río, maldiciendo el momento en que decidió hacerse cargo de la obra.
Cuando se encontraba en lo más hondo de la desesperación apareció Dru, su ayudante con una botella de ouzo en la mano. Dru, (  " el que todo lo ve con claridad " ), un  hombre pequeño y patizambo con cara de duende travieso. Se sentó a su lado, le paso un brazo por los hombros y le alargó la botella sin decir nada, esperando que Andreas se sincerase.



Pasó el tiempo, la botella seguía el viaje de uno a otro y ya la claridad de la aurora empezaba a asomar entre las montañas, cuando Andreas soltó un borbotón de palabras expulsando con ellas toda la angustia que le comía las entrañas desde unas horas antes. No pudo parar  entonces de hablar reflejando toda su angustia. " como matar a su dulce mujer solo por acabar el puente que parecía encargo del Maligno " repetía una y otra vez, hasta quedarse ronco y sin fuerzas para seguir hablando.
Ese momento lo aprovechó Dru para decirle que confiara en él, que se fuese a dormir unas horas y que al despertar le daría una feliz solución.
Apenas pudo conciliar el sueño esperando el momento de reunirse con Dru y en cuando lo vio por el campamentos e acercó a él como un perrillo en busca de caricias. Este, en cuanto le vio, con una sonrisa de oreja a oreja le gritó que ya tenía la solución. Lo agarró del brazo y se lo llevó a un rincón: " tienes que enviar a tu mujer a casa de sus padres unos días para que desaparezca de en medio y después me traes su traje de novia. Del resto me encargo yo, con la condición de que no me preguntes nada más ".   




Así sucedió. En mitad de la noche Andreas abandonó el campamento guiando un carromato en el que había ocultado a su mujer bajo unas pieles de oveja, a la que le había ordenado no decir ni una sola palabra hasta no estar lejos del pueblo. Caminaron bajo la luz de las estrellas y cuando el sol ya estaba en lo más alto del cielo llegaron a la aldea de sus suegro. Dejó con ellos a su mujer, envuelta en lágrima, diciendo que pronto volvería a buscarla y le explicaría todo.
Al acercarse al campamento oyó gritos desgarradores y al bajar del carro se precipitaron todos sobre él con las mayores muestras de dolor, dándole el pésame por la muerte de su joven esposa. Sin entender nada de lo que sucedía, se dejó llevar por la gente hasta su casa, cuya puerta estaba ocupada por plañideras que se rasgaban las vestiduras mientras lanzaban sus lamentos al viento. En medio de la sala, rodeaba de flores, estaba el cuerpo vestido con galas de novia y la cara tapada con un velo empapado de sangre. Su ayudante le hizo un gesto de complicidad y se acercó para decirle al oído que empezase a lamentarse él también.
Pasaron los funerales y se enterró el cadáver bajo los cimientos del extremo del puente. Tras pasar los días de luto, comenzaron de nuevo las obras del puente con la mayor celeridad. Y esta vez ningún rayo desbarató las obras. En pocos meses construyeron el puente más esbelto y resistente que nadie había visto jamás en muchas millas a la redonda. Solo tenía una pega: el primer arco del puente era ciego.





Cuando Andreas regresó triunfante con su mujer todos los vecinos asistieron maravillados a la explicación de boca del ayudante. La mujer enterrada bajo los cimientos del puente era su suegra, una víbora que no dejaba en paz a Dru ni a su mujer, emponzoñando la relación de la pareja. Por eso le aplastó la cabeza con una piedra de las obras, la vistió con las galas de novia y fue a ella a quien enterraron bajo los cimientos, engañando al demonio que no dejaba terminar el puente. Pero como, además de tener lengua de serpiente, era tuerta del ojo izquierdo, el puente tenía un ojo ciego.
Y de esta manera Andreas y Dru fueron felices con sus mujeres y el puente continuó maravillando a todos los que se acercaban a contemplarlo a lo largo de los siglos.


Nota: En la leyenda, es la mujer la que se sacrifica por amor y es enterrada bajo el puente...pero mi versión me agrada más...

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