sábado, abril 12, 2014

"Belle de jour "

 
Siempre que volvemos a casa, en las inmediaciones de una vieja gasolinera abandonada, busco su presencia. Unas veces está de pie bajo la marquesina, otras se sienta en un mojón de cemento o camina abstraída, pero siempre adopta la misma actitud de abandono , como si estuviese allí por casualidad y la cosa no fuese con ella. Habituados a cruzarnos con la puta de carretera que se planta como una jaca provocativa retando a los que pasan refugiados en su coche desde el que poderla espiar impunemente, esta mujer mira al suelo meditabunda o se pone de espaldas a los que pasamos, pero siempre está en la misma actitud de despego hacia todo lo que la rodea.







Se trata de una mujer de media edad, siempre oculta tras unas enormes gafas de sol negra. Cubierta por una gran pamela negra y que a veces se quita para agitar el pelo, una larga cabellera rubia que le baja hasta media espalda, con un movimiento brusco de la cabeza y lo esponjea con la mano. Vestida siempre con largas faldas hippies y blusones holgados, su uniforme está muy lejos del habitual de prendas ceñidas y provocativas, como si intentase ocultar su cuerpo a todos los que pasamos, en un completo ejercicio de ser vista sin poder saber quien es. Un enorme bolso de colores vivos y una mochila rosa a sus pies te hace pensar en que ahí lleva todo lo que necesita para su trabajo. Su imagen rubia me recuerda a la de Catherine Deneuve en " Belle de jour ", aquella mujer que se hace puta por hastío.






Lo sorprendente es que sus horarios son diurnos, diríamos que de oficinista o de dependienta de una tienda de ropa, siempre entre semana, nunca de noche o en domingos o festivos. A veces, al pasar, vemos la mochila abandonada en el suelo y un camión con las cortinillas de la cabina corridas está aparcado ante la vieja gasolinera.
¿ Estará ella dentro ?.
Y nos hacemos la película. Me imagino a una madre que se levanta temprano cada mañana metiendo prisa a sus críos para que se vistan y desayunen porque se acerca la hora de entrar al colegio y, como siempre, van a llegar tarde. O tal vez una mujer sola, a quien el cabrón de su ex no le pasa la pensión, ahogada para hacer frente a los pagos del banco, implacable en todo momento. Pero puede ser una hija solícita que arropa a su madre en la cama y revisa que le quede a mano todo lo necesario para las horas que ella esté fuera. El mando de la tele, la revista de cotilleos, el paquete de kleenex, las pastillas del mediodía sobre la mesilla.



Cualquiera que sea, en cuanto está sola, sale de casa como si fuese a hacer la compra o bien a la oficina donde le dice que trabaja a su madre y, una vez en el garaje, en el refugio de su coche, se viste con ropas que permitan disfrazar sus formas, se pone la larga peluca rubia y se oculta tras las enormes gafas negras de diseño compradas en algún mercadillo de la zona. Con su utilitario se dirige a la carretera donde ejerce sus tareas y lo deja aparcado en la rotonda anterior a donde habitualmente espera a los clientes. Baja del coche y carga su mochila, se pone la pamela y recorre el camino de distancia que hay hasta su punto de trabajo.


 
Una vez allí, a pasar horas y más horas, siempre parapetada tras su disfraz, oyendo la música de su walkman, apoyada en la pared, tomando el sol lánguidamente o sentada con indiferencia, pero sin hacer el mínimo gesto a los que pasamos, segura de que alguno se parará a hacerle compañía. En ningún momento hace un gesto provocativa ni da sensación de buscar algo. Solo espera, paciente, a que alguien llegue.
Al final de la tarde rehace el camino. Muchas veces la vemos bajar la cuesta, en busca de su coche. Allí, se despoja de su disfraz y a buen seguro adoptará el aire de madre de casa atareada o de hija preocupada por su madre enferma, enfilando el utilitario hasta la cercana ciudad.



No hay comentarios: