sábado, junio 22, 2013

Lugo, años 50 : Paquita, la tarta y las monjas

Feliz aniversario, amigo


Allá a finales de los cincuenta vivíamos en el cuarto piso de una casa situada en la entonces llamada calle del general Tella que iba a abrirse a un ángulo del parque de Rosalía de Castro, en la ciudad de Lugo. Todas las mañanas salía camino del cercano Instituto Masculino acompañado de mi prima Paquita que por entonces vivía con nosotros. Esta historia pretende recrear una que le oí contar cuando éramos críos.

Paquita apremia a su primo a que mueva el culo, pues por su culpa van a llegar tarde a clase, pero Carlos está en esa edad que se entretiene hasta mirando a las musarañas. A lo lejos se oyen las campanas de la catedral dar la hora y, viendo que Carlos se ha vuelto a parar para recoger bolas de los tilos con los que poder disparar perdigonadas por medio del canuto hecho con una rama hueca de sabugo, le da una sacudida y consigue hacerlo llegar hasta las escaleras del Instituto y, una vez ha tenido la certeza de que ha entrado, echa a correr porque ahora la que va a llegar tarde es ella y sabe como se la gasta la madre Olegaria en estas circunstancias.



Enfila avenida de Ramón Ferreriro adelante, sobrepasa el Femenino y la Normal y deja en la margen izquierda el viejo cementerio frente al cual acelera su carrera sin girar la cabeza hacia su lado para no ver los muros de gastada piedra donde se oxida el musgo. Se tiene que parar para subirse las medias de espesa espuma y se rasca con energía las pantorrillas porque estas malditas pican. Que ganas de ser una señorita y dejar estos zapatones de Sagarra y el uniforme en el armario y ponerse ropa de colores y medias de cristal. Llega con la lengua fuera justo en el momento en que va a cerrarse la puerta del Colegio de la Divina Pastora donde cursa tercer curso y consigue colarse dentro. El corazón va a mil por hora pero sabe que ha llegado a tiempo.
Forman por cursos en el patio y la espesa niebla que sube del Miño difumina las formas de todas las niñas que esperan a que suene el silbato y puedan entrar modositas y en fila hacia la capilla. Comprueba que lleva el velo blanco en el bolsillo del pesado abrigo de paño y respira tranquila.



Se oyen las palmadas de las monjas y el pitido que es seguido del silencio de todas ellas, salvo el roce de las botas contra la grava del patio. Avanzan por los pasillos con el piso reluciente hasta la capilla. Las imágenes están cubiertas por paños morados porque está cerca la Semana Santa y Paquita se deja caer en el banco, procurando pasar desapercibida para las monjas que miran con atención que ninguna niña se desmande.
La misa es soporífera, piensa que cuando sea mayor, también la guardará en el armario con los zapatones y el uniforme y se levanta, se sienta o se arrodilla de modo automático. Pero ese día, al final de la misa hay una novedad, la madre Olegaria, la encargada de estudios de las mayores, está en lo alto de las gradas del altar reclamando la atención de sus tiernas pupilas.
" Queridas niñas, comienza a decir, todas sabéis que el próximo cuatro de abril es el santo de la madre Superiora y ya sabéis cuanto se preocupa ella de todas vosotras. Por eso se nos había ocurrido que entre las alumnas mayores podrías regalarle una tarta hecha por vosotras. Solo es preciso que traigamos los ingredientes, así que os daremos un listado de lo que se precisa ". Y en el recreo reparten los encargos: a unas un par de kilos de harina, a otras le toca el azúcar o los huevos, o las frutas escarchadas......




Paqui llega a casa y dice que a ella, como a otras cien niñas más, le ha tocado llevar dos kilos de azúcar.
Al día siguiente, vuelta a las andadas con el pesado de Carlos pero hoy con especial
cuidado de no romper los paquetes de azúcar y desparramarlo por el suelo mojado de la calle.
Ese día hay un verdadero guirigay en el patio del colegio para dejar en cada montón lo que le ha correspondido traer a cada una y Paquita deja sus paquetes en el cajón donde se deposita el azúcar bajo la  mirada de la  madre Nicoleta, atenta a que ninguna de las crías escurra el bulto.
Al cabo de un par de días vuelve a subir la Prefecta a lo alto de las gradas y reclama la atención de sus dulces corderillos. " Queridas niñas, como sabéis nos han sobrado muchos ingredientes para confeccionar la tarta que la madre despensera se encargará de repartir entre los niños pobres. Pero como la madre Superiora está delicada y no puede comer dulce, hemos pensado en hacer una rifa para sortearla entre todas  vosotras. Así que hemos preparado boletos a la módica cantidad de una peseta y con lo que se saque se lo daremos al Padre Rubinos para que lo mande a Misiones para bautizar negritos ".
Y así cada niña se encarga de colocar las papeletas que les tocaban entre la familia y los vecinos, dando la murga hasta que consiguen su propósito . Paquita no es menos y consigue recaudar catorce pesetas que entrega a la mañana siguiente al llegar al colegio.



Por fin es el  santo de la Superiora y con él, el tan deseado día de la rifa. Todas las niñas reunidas en el salón de acto apenas prestan atención a las actuaciones de sus compañeras a la espera del sorteo. Unas recitan, otras bailan bajo la atenta mirada de las monjas para que no salten mucho y no se les vean los pololos y rematan con una pieza de Arniches.Finalmente, tras cantar el himno del Colegio se dirige la madre Prefecta al centro del estrado provista de una enorme saqueta negra. " Vamos a proceder al sorteo, aquí dentro están escritos los nombres de todasen su correspondiente papelito. En el papel que saque una mano inocente figurará el nombre de la ganadora ".
Un silencio sepulcral se extendió por el salón de actos y solo se escuchaba el ruido que hacía a mano de la monja al revolver los papeles de la saqueta. Saca uno sujeto entre dos dedos y se calzó las gafas para leer bien el nombre de la ganadora.



" La ganadora de la tarta essssss.......silencio, no os alborotéis, la tarta es para Francisca Goyanes ". Mi prima, habituada a oírse llamar siempre Paquita no reacciona al principio, hasta que un codazo de su compañera le hace darse cuenta de que la afortunada era ella. Se levanta emocionada y temblorosa del asiento y recorre el pasillo entre el cuchicheo de envidia de todas las demás.
Al llegar ante el estrado, la Superiora le pide que se acerquee y después de darle un beso en las mejillas, le dijo " Mira Francisca, aunque tu has sido la ganadora, ¿ no crees que es mejor que la repartamos entre las monjitas para celebrar mi santo y así das un ejemplo a todas tus compañeras de santo desprendimiento ? . Pero para que veas que te agradecemos que seas tan caritativa mira lo que te regalo ", le dice mientras prende en su uniforme un imperdible con una medalla plateada de la virgen. Y metiendo la mano en la faltriquera del hábito saca también una estampa  que le alarga " Y también esta imagen bendecida de nuestra querida Fundadora santa Juana, que seguro ha de ser muy milagrosa ".

Creo que desde ese día mi prima guardó la fe en el armario, a la espera de añadir uniforme, medias de espuma y zapatones de Sagarra.


Nota: se comprende que todos los nombres, salvo el mío, son inventados






4 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta leerte. Me encanta.
Gracias por el relato por momentos incluso yo estaba allí sentado en el sorteo de la tarta.
Hasta imagine como era.
Pero no he visto muchas "pastaflora" aquí en España.
Un abrazo

cal_2 dijo...

gracias mi anónimo y desaparecido amigo. Deseo sigas bien, Y ya me explicaras lo de " pastaflora "
Un aBRAZO

pepito grillo dijo...

Hola buenas tardes, hasta hoy no he podido entrar a leer tu relato definitivo; sólo quería darte las gracias por el detalle y por la elegancia en la forma de hacerlo ejejej.
Un abrazo enorme de tu pepito grillo particular

xaby dijo...

Está muy escrito, con la emoción hasta el final ... y vaya chasco! Al final todo queda en casa! No cuentas que hizo los "regalados" obsequiados por la superiora?