jueves, enero 10, 2013

LA SOLEDAD DE LA PETRI

La Petri, una mujer madura que  rondará los sesenta años de edad , tiene ese cutis fino y traslucido de la mujer virgen a su pesar y el cuerpo estragado por mucho tiempo de abandono. Todas las tardes agarra el bastón, pues las rodillas la traen a mal traer, y sube a pasito lento por la calle Real hasta la plaza, moviendo con dificultad su cuerpo sin forma bajo el holgado abrigo de paño con el que se arropa, buscando con quien charlar, harta de hablar sola sentada en la camilla de la sala.




Un trecho más más arriba de su casa está la del Tomás, la más cercana que está habitada porques las viviendas intermedias hace años que no tienen vecinos. El Tomás es un mozo del pueblo al que ella siempre ha mirado con buenos ojos, aunque no pasa de ahí pues es bastante más joven y ya se sabe que esas cosas hay que respetarlas, pero siempre que se cruzan no falta un saludo amable o un comentario sobre el tiempo. El Tomás es un hombretón grande y desgarbado que trabaja en las tierras como nadie, traza surcos y endereza lindes pues se conoce al dedillo todas las tierras de la familia . De todo entiente y a todos ayuda con esa bondad innata que en él parece de lo más natural y lo mismo pone en hora el reloj del campanario que arregla las teles de los viejos que viven solos . Mozo es, porque tampoco se le conoce mujer y toda su vida gira en torno al campo y al cuidado de sus padres. Bueno, ahora solo al campo porque primero se le ha ido el padre y ,hace un par de meses, la madre detrás y él no es hombre de ir de tascas, como hacen los otros mozos al final de la faena, para matar el tedio. Todas las tardes, al volver del campo, agarra a su perra, una vieja podenca y la saca a pasar por los desmontes que hay a las afueras del pueblo.



La Petri también vive sola con un viejo pastor alemán. Tuerto de un ojo, tiene el pelaje  lacio como si fuese un viejo oso de peluche y dormita todo el día en el zaguán de la anrigua rectoria donde viven los dos. De la Petri se dice en el pueblo que en sus años mozos tuvo un novio que era municipal en Los Balbases y que se le murió de porfiria y que no llegaron a casarse en articulo mortis por los escrípulos de esta. Se refugió en la casa de la familia y fue cuidando por orden a sus padres y a una recua de tíos solterones que se le fueron muriendo en sus brazos unos tras otro.
Cuando regresa de la plaza donde todas las tardes toma un café con leche y dos madalenas en el mesón en compañía de Glorita la del Guarda y la Rosario entremezcladas con los cotilleos de rigor, le da un golpe suave en los lomos al " Sultán " con la contera del bastón y se meten renqueando los dos para la casa, engullidos por el oscuro portal.



" Vaya crudo que viene diciembre " le dice esas tarde la Petri cuando se cruza con el Tomás, procurando no mirarlo a la cara para evitar el que dirán  pues aunque la calle se vea solitaría, solo habitada por el viento cortante que la recorre de arriba abajo, más de un ojo oculto trás alguna ventana puede estar observándolos. " Dímelo a mi, que vengo de arar, la tierra estaba dura como la piedra. Y el " Sultán " ¿ como no sale a la calle ?, hace días que no lo veo ".
" Nada, hijo, la vejera también lo ataca a él y prefiero que se quede al calor de la cocina ".
Un adios y cada uno se va por su lado, la Petri pensando que hoy ha hablado con el Tomás más tiempo que otra veces, mientras siente un calorcillo en el pecho a pesar del viento que zumba. La calle larga y sinuosa, se le hace más larga si cabe que otros días, pero avanza despacito pensando en el café con leche de cada tarde y en el chismorreo con las amigas.
Esa noche el viento aprece haber redoblado su furia. Se oye silbar calle arriba como si fuese un caballo enloquecido y no hay un alma viviente fuera de las casas. Sopla y se cuela por las junturas de las ventanas y la gente se encoje bajo las mantas pensando en la suerte de estar a refugio. La lluvia en ráfagas furiosas azota los cristales compitiendo en su repiqueteo zon el zumbar del viento.
Unos golpes en la puerta de la calle despiertan a Tomás. Al principio piensa que es el ruido del temporal pero su perra, sin moverse desde la alfombra donde duerme al pié de la cama, ha comenzado a gañir como si ventease algún peligro
Tomás se envuelve en la zamarra y baja adormilado las escaleras hasta la cocina. Los golpes en la puerta vuelven a sonar. Da la luz de la calle y abre.


Ante él, la Petri en camisón y arrebujada en una toquilla de lana, está tiritando, con el pelo lacio por la lluvia, sus mejillas surcadas, no se sabe si por la lluvia o las lágrimas  y entre sollozos le dice " Se me ha muerto el Sultán. Ahora sí que ya no me queda nadie ". El Tomás parece dudar un instante pero,impulsivamente un instante, le pone su manaza en el hombro y la atrae hacia dentro de la casa, no sin echar un vistazo a la calle por si alguien está mirando.

1 comentario:

xaby dijo...

Buf! Está muy escrito Osanixi. No es una historia alegre, pero me ha gustado. No sabía q el alter ego del Félix tenia una admiradora ,,,