domingo, julio 15, 2012

El cine de arte y ensayo

Una de las características que teníamos los " progres " de finales del franquismo era la afición a ver todo cine de arte y ensayo que nos cayese a tiro. Asiduos de los cineclubs de todo tipo,  donde directores rusos o brasileños nos hacían sufrir con los avatares de Dersú Usalá en los lejanos confines de la estepa rusa o abrasarnos con las penurias dos canganiceiros en el Sertao, no nos perdíamos nada que pudiese fomentar nuestro confuso estado de rebeldía ante todo lo que nos rodeaba.


Cine prohibido sobre todo. Cuantas más trabas hubiese para ver una película, más deseable era para nosotros. Todavía recuerdo cuando un amigo cinéfilo nos pasó una copia de la película " La madre " de Pudovkin, una versión muda de la novela de Gorki en la que se describe el desgarro de una madre que sufre bajo las botas del zar de todas las Rusias. Dimos la alerta a todos los compañeros con los que compartíamos la buhardilla y no creo que faltase ninguno, todos bien apretados en la sala alargada, sentados sobre viejos tresillos de skay que habíamos recogido de la basura o en las sillas desvencijadas que habíamos consegudido en los sitios más dispares. Instalamos el viejo proyector sobre la mesa camilla y se preparó una pantalla con una sábana blanca colgada sobre el ventano que daba al tejado. Tras varios intentos en los que parecía resistírse la función, de pronto comenzaron a surgir las poderosas imágenes en blanco y negro sobre la sábana. La emoción era grande entre todos y en el ambiente se notaba una sensación de deliciosa clandestinidad, sabiendo que hacíamos algo prohibido y que estábamos transgrediendo la norma. Cualquier ruido en las escaleras, una voz en el pasillo que llevaba a nuestro refugio, nos hacía dar un respingo de miedo. Terminamos como todas las tardes que nos juntábamos: preparando la merienda en el fogón de la cocina de leña, imagino que friendo costillas de cerdo adobadas de la tienda de Pantaleón Rodríguez , que era lo más barato y sabroso que nos permitía el bolsillo.


Las mañanas de los domingos en peregrinación a los cines de barrio en los que funcionaban los cineclubs, de los que salíamos a mediodía con hambre de cambiar el mundo o de cepillarse ese arroz que milagrosmente le salía tan bueno a la Pilarina. Y por las noches a los cines de arte y ensayo para empaparnos de la nouvelle vague o del cinema novo brasileiro. O para extasiarnos con " Cuerno de cabra ", toda la vida pensando que era albanesa y acabo de enterarme por el internet que es búlgara. O descubriendo el amor a tres bandas con " Jules et Jim " de Truffaut.
Pero lo más de lo más es cuando llegábamos a las fechas en las que transcurría el festival de Cine de Valladolid. Entonces había que buscar contactos para colarse en las mejores películas, a ser posible sin pasar por taquilla. Como aquella tarde de otoño en la que se estrenaba " La caida de los dioses " de Visconti en la que conseguir una invitación era lo más preciado. Con una, era suficiente para el grupo. Se entraba en el Teatro de la feria de muestras mostrando la invitación, luego se metía uno en el servicio. Subido a la taza del water, sacabas la mano por el ventano que daba a la calle donde otra mano ávida recogía la invitación que dejabas caer. Y de eso nos colábamos varios. Por eso, al empezar la función, estaban las paredes llenas de gente sin sitio y reinaba un calor enorme en la sala. Pero es tanta la magia del cine que todo nos daba lo mismo en cuanto se apagaban las luces, incluso aunque la versión fuese hablada en francés y subtitulada en inglés. Al encenderse las luces de la sala después de casi tres horas de no entender nada, volvíamos a la realidad y hasta al cabo de unos años en que vi la peli doblada no comprendí el enredo sadonaziincestuoso que mostraba la película. Pero la fuerza de las imágenes era tanta que compensaba todo.


Uno de esos días de festival un amigo nos imvitó a un pase privado en la sala del " Norte de Castilla ". No teníamos la menor idea de que se trataba pero pronto nos hicieron saber que el film estaba prohibido en España y que su autor iba camino del festival de Cannes para presentarla allí. Vamós, mayor aliciente, imposible. No creo que tal obra figure en ningún anal de la historia cinematográfica o si existirá alguna copia. El tema iba de un adolescente de principios del siglo XX que con aire de estreñido mental se movía por la selva amazónica vestido con traje y botines, un lazo negro de mariposa en el cuello y sombrero bombín, como si se tratase de un dandy victoriano a la hora del the. De la trama no recuerdo nada pero sí de la yegua. Estaba la pobre sujeta a una estaca en el claro del bosque y se le acercaba el dandy, este se empinaba y, sin perder ese aire de sufrimiento, se follaba al pobre animal. Se ve que estaba tan acostumbrada la pobre a este trajín que cada vez que se le acercaba un hombre por detrás, levantaba su hermosa cola para facilitar el camino. Si mal no recuerdo la peli terminó con el dandy descerrajándose un tiro en la sesera.
Dudo mucho que esta obra llegase a Cannes. Lo más allá, a Calatayud.

3 comentarios:

EVals dijo...

Hola, buenas
Es muy curioso esto que cuentas. Tengo varios amigos bastante cinéfilos con más vida vivida que yo, y comentan absolutamente todos lo mismo.

La magia del cine prohibido, recorrer la ciudad de punta a punta varias veces al día para ver 2 o 3 películas en cines de barrio porque sólo las proyectaban en cines de la periferia. Y sobre todo, y cuando el dinero lo permitía y más aún, quien se lo pudiera permitir, cuando viajabas a algún otro sitio, ya sea en España o en otro país, simplemente para ver cine que aquí nunca se proyectaba, véase Londres y sobre todo el más socorrido Biarritz.

Incluso, cómo, en un piso alquilado con más amigos, rodaban sus propias películas y cortos, con Súper 8, con los medios de los que disponían (en cuanto a vestuario, iluminación y decorados), entre guateque y guateque.

La verdad es que me parece muy curioso. Quizá haya muchos aspectos de esas vidas que sí me hubiera gustado vivirlas a mí, otros aspectos no tanto, si te soy sincero, pero muchos momentos reconozco que son envidiables. La cantidad de sitios que había con elegancia, magia y estilo, y que ahora tanto se echan en falta, y una originalidad en la forma de pensar y una imaginación que ahora no se ve en ningún lado, ni aunque la busques, porque ni siquiera, nosotros, y mucho menos, gente venidera, disponemos de ella para saber buscarla.

A todo esto, es la primera vez que intervengo en tu blog, pero es que el tema lo he sentido algo cercano. Te suelo leer últimamente, en este blog, que la verdad, encontré por casualidad.

Un saludo

cal_2 dijo...

gracias por tu extenso comentario. Describes muy bien lo que yo he dejado entre líneas pero en lo unico que dsicrepo es en que sientas envidia de aquella época que era gris, fea, todo menos envidiable pero de la buscábamos con mayor o menor ingenio salir lo más limpios posibles. Un abrazo y gracias por leerme

pequeño dijo...

yo como no soy cine-filo solo para que veas que lo e leido je je je