domingo, noviembre 06, 2011

Valladolid. Años 70. II


Pero pronto la policía dejó de actuar artesanalmente repartiendo porrazos, a trabajar de manera más moderna. La primera vez que vi como saltaban por encima de los setos de la Plaza Mayor como si fuesen gamos, vestidos de modo aerodínamico y con cascos de astronauta, fuera ya los tabardos y las gorras de plato, me entraron todos los congojos del miedo. Se acabaron las buenas formas, los tres toques de clarín de rigor y todas esas mandangas, simplmente cargaban y pobre del que pillaran a su paso. Por suerte, siempre me libre.
Bueno, no siempre. Una mañana, creo que sería en el primer curso, iba con unos compañeros camino de la facultad a lo largo de López Gómez. De pronto me fijé en un reanult 8 que, tras sobrepasarnos, se paraba y los ocupantes se volvían, mirando hasta nuestro grupo. Los rebasamos y volvió a pasar lo mismo. Ni corto ni perezoso no se me ocurrió más que saludarles con la mano en alto. Saltaron dos tíos del coche, me metieron a empellones en un portal, todavía recuerdo los angelotes del fresco pintado en el techo y me dieron unos cuantos mamporros, para recordarme que de la poclía no podía uno reirse. No se me ocurrió otra cosa que decir que, puesto que me miraban, pensé que eran conocidos y por eso saludé. Pero otro revés en la boca me quito las ganas de disculparme. Por suerte, nunca más me pillaron.



Aquellos años fueron de un total movimiento social, sabíamos que el general " Patas cortas " estaba en las últimas aunque lamentablemente iba a morir en su cama. El calendario de asembleas y de manifestaciones era tan apretado que no sé como nos quedaba tiempo para ir a clases. Al movimiento estudiantil se unió o superó el obrero y los trabajadores de la " Fasa " estaban en total efervescencia.
Había dos puntos neurálgicos donde confluían todos los actos y de los que partían las protestas. Uno estaba en el barrio de las Delicias y el otro en el eje que unía la plaza de España con la Universidad. LLegaba una fecla clave y se corría la voz: " a la una, manifa en la plaza de España ". Y allí íbamos llegando con grupos, la plaza totalmente tomada por los policías, las tanquetas en las esquinas y sin posibilidad de concentrarnos, la gente nos dedicábamos a dar vueltas a la plaza bajo la risa de los " secretas " que nos miraban con sorna desde la escalinata de la iglesia de los capuchinos. A las dos, hartos de dar vueltas, nos íbamos largando con el rabo entre las piernas.



Pero otras veces no era así y de pronto se montaba la tangana. Todos los grupitos que pululábamos por allí, saltábamos al centro de la plaza gritando todos los " fueras " del mundo y en un santiamén se montaba la manifestación hasta que llegaban los policías. Recuerdo cosas chocantes como aquel día que se acercaba la cabeza de la manifestación a la escuela de magisterio y el municipal que controlaba el tráfico, con su capote azul y su correaje blanco y el casco que parecía el gorro de Calimero, se empeñó en que teníamos que respetar los sefámoros. Los que iban delante le dieron todos los mamporros del mundo hasta que aparecieron los " sociales " y se armó la desbandada. Yo me escondí en los wáteres de magisterio y creo que tocábamos a cuatro tíos por cabina.



En otra ocasión los palos saltaron ante la facultad de Derecho y se corrió la voz que a concentrarse en el paso a nivel del barrio de " Los pajarillos ". Cuando nuestro grupo llegó había cientos de personas subidos a lo alto de las vias, armados de piedras. Trepamos llenos de euforia. Desde allí arriba nos sentíamos los amos del mundo, máxime que no había policias en las proximidades. Llegó un tren de cercanías y conseguimos detenerlo y se hizo bajar a la gente del convoy, que se enfretarton a nosotros, como es comprensible. De pronto aparecieron coches de policías por ambos lados de la vía y salimos piés en polvorosa. Al llegar a la calle encontramos a una chica caida en el suelo que se había torcido el tobillo. Entre otro y yo la agarramos por las axilas y salimos corriendo con ella en volandas hasta las proximidades del cuartel de San Isidro. La gente se escondía en portales o donde podía y después subimos que muchos vecinos se asomaban a las ventanas delantando donde estaban escondidos y los sacaban a rastras.



Pero no siempre las manifestaciones eran numerosas. Aparecieron los llamados " comandos " para evitar enfrentamientos policiales. " A tal hora en tal sitio ". A esa hora nos reuníamos cien, doscientas personas en pequeños grupitos y a la coz de alguien, saltábamos a la calzada gritando consignas y repartiendo panfletos. A los cien metros se volatilizaba todo y para cuando llegaban los " polis ", habíamos desaparecido.
Y lo mismo se hacía en un coche con el que se recorría un tramo y desde el que se lanzaban panfletos hechos a ciclostil para desaparecer en cuestión de segundos. Claro que un día, Alfonso y otros compañeros de la " Fasa " hicieron esto y al avanzar con el " seiscientos " por la calle se dieron cuenta de que no tenía salida....así que les tocó recular marcha atrás.



De las asambleas ya hablé en el anterior escrito. A esto se unían los recitales de cantaautores. La magia de oir cantar " Esta gente que querrá " a Elisa Serna, una tarde de invierno en Químicas, con todos los pelos de punta, o charlar con Pi de la Serra en la sacristía de la parroquí de las Delicias tras un recital, o vibrar con el cantaor Jose Morente en una aula de medicina mientras su guitarrista Enrique de Melchor, pura imagen de flamenco afilaba las uñas con el lateral de una caja de cerillas. O el día que vino el grupo vasco " Oskorri " a cantar en el paraninfo de medicina y al abrise las dos puertas de salida vimos una fila en cada una de policias a ambos lados que, porra en ristre, esperaban nuestra salida. La solución fué facil, me tiré al suelo y gane la calle resptando como una serpiente, sin importarme toda la mierda de la ropa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jo que tiempos

pequeño dijo...

no se por que no me deja con mi nombre