lunes, octubre 17, 2011

De la Ribera de Duero a Normandía y Bretaña. III

PARA MI AMIGO JUAN CARLOS QUIEN, AL PARECER NO SE ABURRIO CON LAS DOS ENTREGAS ANTERIORES....




8º día. 29 de septiembre

Nos levantamos muy temprano para llegar pronto a MONT SAINT MICHEL ante la previsión de que hubiese mucha gente, como así fué. Además era el día de san Miguel. Como la marea estaba alta nos tocó aparcar a unos dos kilómetros de la ciudadela, pues los aparcamientos próximos estaban cubiertos por el mar.



Una mañana de auténtico verano, el cielo totalmente despejado con un azul muy intenso y un sol que apretaba fuerte pero, al menos no había mosquitos. Nos acercamos a paso vivo, con ganas de llegar cuanto antes, lo que no impidió que hiciésemos montones de fotografías. Al llegar a la ciudadela hay que ascender por calles angostas esquivando los miles de turistas que pululan de tienda en tienda, siempre con la mirada puesta en la abadía.



Una vez arriba hay que esperar un rato pues no abren hasta las diez. Nueve euros por persona y aquí no hay tarjeta de estudiante que valga. Piensas en los miles de visitantes diarios, lo multiplicas por el precio de la entrada y te imaginas el capital que se embolsan los buenos frailes cada día. Entramos a racimos, manadas de turistas y cantidad de japoneses. De donde salen tantos, te piensas. ¿ O es que los mandan fuera de la isla por turnos para dejar sitio al resto ?. Hasta una boda de japoneses ¿ o serían chinos?, vaya usted a saber.



Merece la pena tanto esfuerzo. Calor, cuestas, japoneses, turistas.....porque la abadía es una maravilla en todas sus dependencias, la visita está muy bien organizada y la panorámica que se divisa es algo que no se puede describir.



Continuamos un par de horas de dependencia en dependencia de la abadía y al salir intentamos entrar en la iglesia de san Miguel pero había tanta gente dentro, que no nos fue posibles. Nos alejamos de la ciudad a lo largo del istmo pero sin dejar de volver la cabeza para ver la imagen de la ciudadela que se iba alejando.



FOUGERES fué el siguiente destino. La ciudad tiene dos partes. En la parte baja está en enorme castillo medieval magnificamente conservado, rodeado por un foso lleno de agua. Pero el dia es tan caluroso, que apenas si nos aventuramos media docena de turistas a visitarlo. Perfectamente combinado el aspecto monumental con la explicación audivisual, la visita se hace muy agradable.



La estructura interior está perfectamente conservada y en el recinto del patio hay un jardín con plantas usadas en medicina tradicional. Una de las torres se llama Melusina, el mismo nombre del hada protagonista de una novela de Mújica Laínez. Hay que volver a leerla, piensas.



A la salida del castillo buscamos refugió en un bar situado enfrente. Allí, sentados a la sombra y mientras corría un aire muy agaradable nos ventilamos el tipíco menú bretón con galette salada, una crepp deliciosa y unas jarras de sidra fría, que nos hicieron sentir como nuevos.



Seguimos hasta la vecina iglesia de st. Sulpice pero desechamos subir a la ciudad antigua en lo alto de la colina porque era posible que en lugar de tres turistas, se encontrasen tres charcos con cámara de fotos incorporada.



Como el día iba de castillos, la verdad es que parece que organizamos la jornada de modo monográfico, seguimos hasta la cercana ciudad de VITRE. Aquí el aparcamiento situado en el mismo centro también es gratuito la primera hora. Nos parece mentira.




La ciudad tiene una estructura similar con calles empedradas y viviendas antiguas a ambos lados, pero aquí todo da la impresión de ser más sincero, de no estar preparado para consumo de los turistas. Muy bellos rincones y presidiendo todo está el castillo, con un imponente exterior, aunque en su interior no está tan cuidado como el anterior.



La jornada se terminó en RENNES en donde llegamos a media tarde. Nos alojamos en un hotel de la cadena Kyriad situado en el barrio universitario. Excelente la relación calidad-precio de esta cadena. Como era pronto nos acercamos al centro de la ciudad para dar un paseo aunque, dada la hora, la mayoría de los sitios estaba cerrado. Así sucedió con la catedral, un inmenso mamotreto neoclásico al que no nos dió pena alguna no poder entrar.



Así que nos dedicamos a callejear por la parte antigua. En la plaza del ayuntamiento está también el teatro de la ópera donde montaban " Rousalka ". Lástima de no poder asistir al espectáculo, pero nos consolamos ante una cerveza bien fría mientras se ponía la tarde. Continuamos paseando, las calles hervían de gente y nos agrada ver la cantidad de librerías que hay por todas partes.




Entramos en St. Germaine, una bella iglesia gótica y seguimos callejeando, con miles y miles de jóvenes atiborrando las terrazas de los bares. Como estábamos cansados nos volvimos al hotel y cenamos allí. Un acierto. Una cena excelente y la cama a dos minutos del comedor.



9º día. 30 de septiembre

Salimos temprano de RENNES y la primera parada fué en COMBURG donde está situado el castillo en el que vivió Chateaubriant, una enorme fortaleza de piedra situada en medio de un pueblecillo, ante el cual se extiende un lago idílico en el que nadan los patos y en el que se reflejan inmensos chopos que ya amarillean.




Recorrimos el pueblo pero el castillo, que es de propiedad privada, no se abre hasta las once de la mañana, así que dedidimos seguir hasta la ciudad de DINAN, otra de los puntos importantes del viaje.



Seguimos el itinerario propuesto por la oficina de turismo, callejeando por la ciudad vieja, viendo la torre del reloj, entrando en iglesias y disfrutando de mil rincones. Granito y flores, pizarra y madera forman conjuntos muy bellos.





Llegamos a la parte baja de la muralla desde donde se divisa el puerto fluvial, a los piés de la ciudad. Entramos en la muy hermosa basílica del Salvador, un templo inicialmente románico y seguimos el recorrido hasta terminar en el castillo de la ciudad.



De allí a DOL-DE-BRETAGNE con una hermosa catedral gotica que más parece fortaleza que templo pero que es muy bella y está rodeada de un conjunto de palacetes del XVII de gran encanto.



Pero ya tenemos ganas de ver el mar y enfilamos hacia las CÒTES D´ARMOR. Las suaves playas rodeadas de acantilados de granito dorado, alternando con los campos tan verdes y este sol que inunda todo nos ponen a tono.



La primera parada es CANCALE, famosa por ser donde se concentran la mayoría de las empresas dedicadas al cultivo de las ostras. El puerto antiguo está bordeado de bares y la carretera es un hervidero de tractores que pasan cargados con sacos llenos de ostras.



Aquí las playas ya son de arena muy fina, en contraste con las de cantos rodadas típicas de la NORMANDIA. Dedicimos hacernos un homenaje y comimos en " Le Querrien " sentados frente al mar mientras nos ventilamos una enorme mariscada y un boujelais blanco bien frío.



Seguimos siempre por la carretera de la costa para disfrutar del mar e hicimos otra parada en ROTHENEUF donde hay un paraje muy curioso donde un monje a finales del siglo XIX se dedicó media vida a tallar curiosas imágenes de aire naif en las rocas del acantilado.



Nueva parada en SAINT MALO un mezcla de ciudad portuaria y fortaleza con las calles llenas de vida y donde he visto los helados más impresionantes de mi vida. Mierda¡¡, cuanto siento no haberlos probado.



Pero había prisa porque el día tiene la mala costumbre de no parar y queríamos ver la CORNICHE D´ALETH. Esta zona está en las afueras de la ciudad, a partir de SAINT-SERVANT-SUR-MER y bordea toda la bahía con una vistas espectaculares, máxime que se estaba poniendo el sol dando un baño dorado a todo el panorama.




Y rápido al coche que queremos ver la puesta de sol en el faro de CAP FREHEL. Pero no fué así, por más vueltas que dimos por carreteras seundarias no conseguimos llegar a él y después de un buen rato de andar perdidos, decidimos segui viaje pues se hacía de noche y teníamos un buen trecho hasta llegar al punto de descanso.



Así que a toda pastilla hasta las adueras de PAIMPOL donde habíamos reservado alojamiento en el hotel BOCHER, donde una mala bruja nos esperaba en recepción. Nos acogió bien a pesar de la hora y, bendita sea, pudimos cenar allí. La cena muy rica, una excelente brandada de pescado pero el marido de la susodicha paseaba entre las mesas con las manos a la espalda por si alguno nos desmandábamos. Al salir me fijé en que trataba como a una arpía a la pobre cocinerita regordeta que fregoteaba en la cocina. La habitacíon, más bien un palomar, era amplia y dormimos como reyes. Y de la wifi ofertada nada de nada.
Y es que la wifi nos era indispensable cada noche pues nos permitía elegir el hotel del día siguiente, siempre moviéndonos en los de dos estrellas y reservarlo por internet.
Y así cada tarde al llegar a un nuevo destino, le decía muy fino al personal de recepcion: " Bon soir, nous avons reservé une chambre triple ".

10º día. 1 de octubre

Me temo que a medida que pasan los días me enrollo más. Salimos temprano y pronto hicimos la primera parada en la carretera para ver una iglesia que se dijese salida de una parroquia gallega, con cruceiro incluido.



De allí a TREGUIER. Dejamos el coche en la parte baja de la ciudad, frente al puerto. Callejeamos por las típicas calles empedradas con bellas casas a ambos lados cargadas de flores y subimos hasta llegar a la plaza mayor presidida por un busto de Renan.
La catedral de St. Tugdual es un bello ejemplo del gótico y su interior huele a moho, tiene un hermoso claustro al parecer pero, como era temprano, no pudimos visitar. Fuera, el olor del pan recién horneado se mezcla con el del marisco cocido de una pescadería.



Y tras la catedral hay un cementerio recoleto presidido por el inevitable crucero que invita a la melancolía. Que niños habrán jugado con este cochecito, piensas y que historias se esconden tras el juguete.



Pero penas fuera, que hay que recorrer la CORNICHE BRETONNE. Una serie de playas amplias con arena muy fina se abren a partir de PERROS-GUIRAC con sus famosos acantilados de granito rosa.



En las afueras de PLOUMANACH buscamos el faro en cuyos alrededores hay enormes formaciones de granito rojizo que se dirían extraños animales prehistóricos que se hubiesen quedado petrificados. Las formas de las piedras, el color de las mismas es de una gran belleza.





La costa se prolonga en la llamada CORNICHE DE L´ARMORIQUE que más propio sería recorrer andando que en coche para disfrutar de los paisajes. Tras una breve parada en LOCQUIEREC para visitar su iglesia seguimos costeando.



Buscamos SAINT-JEAN-DU-DOIGT para ver su iglesia. Al parecer encontraron por aquí una falange del dedo índice deSan Juan Evangelista, vaya usted a saber por que caminos llegó y por eso hicieron la iglesia. No pudimos entrar porque había un funeral en su interior, así que nos contentamos con verla por fuera así como una hermosa fuente renacentista que hay en su contorno.





De allí a CAIRN DE BERNENEZ donde hay un interesante complejo prehistórico en una pradera colgada sobre el mar y que al parecer fué propiedad de un constructor que la compró como cantera. Menos mal que se puedo detener a tiempo y conservar el lugar. Uno piensa si eso hubiese pasado en alguno de los pueblos de nuestro contorno presidido por un alcalde piqueta en mano.



En la iglesia de st. Etienne de PLOUEZCH tampoco pudimos entrar, pero por algo más alegre: una boda.



Así que carretera y manta en dirección a SAINT-POL-DE-LEON para disfrutar del campanario más alto y más bello de la BRETAÑA y que se divisa desde muy lejos como una aguja que buscase el cielo. Si es bonito por fuera, por dentro lo es más.




La catedral está a un nivel superior como si presidiese la ciudad y en su interior hay una preciosa sillería de coro tallada. Una cerveza Leffe en la plaza mientras miramos pasar a la gente nos hace sentir en la gloria.

Y de allí a ROSKOF, último pueblo del itinerario de hoy. En esta ciudad medieval hay una bellísima iglesia levantada con el dinero de los armadores y que tiene un interior con un artesonado de madera muy bonito, lleno de ingenuidad. El pueblo, como todos, cuajado de flores, invita al paseo.



Llegamos a BREST punto de descanso del día de hoy. Enorme decepción, de los recuerdos que evoca el nombre no queda nada y ahora es una ciudad horrible de cemento gris, que más parece del realismo soviético que un pueblo bretón. Nos alojamos en un hotel Ibys en el mismo centro de la ciudad y callejeamos un rato por los jardines próximos, pero no hay nada que ver y, para colmo, todas las calles están levantadas por las obras del tranvía. Es el único sitio prescindible de todo el viaje.



Cenamos muy bien en una pizzeria frente al hotel. La encargada una mema, se creía la Jaca Paca, pero la pasta estaba deliciosa y no hubo más que cruzar la plaza para buscar la cama.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Merece la pena el madrugon que te diste para publicar tu relato, no he estado alli pero haces posible con tu relato que parezca que estoy con vosotros, fantastico y maravilloso, espero que pronto nos termines de relatar este fascinante viaje