domingo, marzo 27, 2011
Canciones del corro
Los ultimos rayos del sol de la tarde se colaban entre las hojas de la higuera tamizando la luz que resbalaba sobre los cabellos de una niña rubia, rubia, rubia como una princesita de cuento de hadas, que tarareaba un cancioncilla sentada sobre una manta de cuadros para que la humedad del suelo no pudiese hacerle mal.
" Desde pequeñita me quedé,
me quedé
algo resentida de este pié,
de este pié,
aunque el andar es cosa tan bonita,
disimular que soy una cojita,
disimular lo disimulo bien..... "
Y con cada estrofa que salía de sus labios de fresa, la dulce niña arrancaba una patita del escarabajo con ayuda de las pinzas de las cejas que había cogido del tocador de su madre, sonriendo al ver como el pobre bicho daba trompicones hasta que
dejaba de moverse. Después, mientras una pequeña lágrima que como una perla se deslizaba por la mejilla de terciopelo de la niña, envolvía el cuerpecito en un trocito cortado de la bufanda de seda carmesí que había cogido de la cómoda de su madre y metiendo todo en una cajita de cerillas lo enterraba en un hueco que había cavado al píe del árbol. Ponía encima una pequeña cruz hecha con dos palitos cruzados mientras recitaba una salmodia parecida a las letanías que oía cada noche a la abuela cuando toda la familia reunida en su torno rezaba el rosario por las almas de los que ya no están.
" Santa Teresita,
hija de un rey moro,
que mató a su padre
con un cuchillo de oro.
—Ni era de oro,
ni era de plata,
que era un cuchillito
de pelar patatas ".
La dulce niña volvía a reirse bajito mientras hundía el cuchillo de la cocina en la tripa de una rana que con las patas atadas con el cordón de seda, intentaba huir. Después dándose un picotazo en la yema del pulgar comparó el color de la sangre de la rana y la suya sin encontrar ninguna diferencia. Así que la envolvió en un retalito de seda carmesí pero como era tan grande tuvo que enterrarla sin poder meterla en una caja de cerillas, pero no dejó de poner otra pequeña cruz sobre esta nueva tumba.
" Una
doli
teli
catole.... "
cantaba mientras contaba la docena de crucecitas que se alineaban al pié de la higuera.
" Tengo una muñeca
vestida de azul
con su camisita
y su canesú.
La saqué a paseo,
se me constipó,
la tengo en la cama
con mucho dolor ".
La dulce niña piensa que la muñeca no está enferma, que solo tiene cuento como ella cuando se queja por las mañanas de que le duele la tripita para que su madre le prepare unas sopas de leche caliente y pueda quedarse toda la mañana haraganeando bajas el edredón en lugar de ir a la escuela y aguantar los rollos de doña Merceditas. Y como la muñeca es mentirosa le saca un ojo de cristal y después le retuerce el brazo derecho hasta que consigue desencajarlo. Así aprenderas, le dice la dulce niña a su muñeca mientras arroja la cuenta de cristal.
Apenas pasan los rayos de sol y la dulce niña tiene un estremiciento de frío. Oye la voz de su madre que la llama. " Mamá, aquí estoy " dice con su voz más dulce y más pura. Y el cuerpo de su madre aparece bajo las ramas de la higuera, se agacha y coge a la dulce niña entre sus brazos, mientras esta rodea el cuello de la madre con los suyos y deja reclinar su cabecita rubia, rubia, rubia como una princesita de cuento de hadas.
Y ya por la noche, cuando la niña dormita en un rincón de la cocina una vez finalizado el rezo del rosario, la madre y la abuela, mientras se quedan ensimismadas viendo la sonrisa de cándida inocencia que asoma de sus labios de fresa, dicen que suerte tienen con ella, que es tan buena, dulce y rubia como una princesita de cuento de hadas.
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4 comentarios:
Me das miedo, que lo sepas.
joder, redondeado te juroq ue me ahs quitado el comentario de la boca
pero si es un cuentecito inocente....¿ quien dijo miedo ?. Por cierto, redondeado, espero escritos tuyos, que andas remolon. Y un abrazo apra oso amigo
Sí, es la candidez reconcentrada, no te digo... Ya has visto que no soy el único al que le has puesto los pelos de punta.
Llevo un tiempo desorientado, como la vida misma... Cuando vea por donde seguir, retomaré.
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