sábado, abril 02, 2011

Se ha ido....


El día ha amanecido gris y de las farolas de la plaza parecen colgar jirones de niebla que desdibujan las arcadas de piedra bajo las que pasea la gente las tardes de los domingos trenzandos con sus pasos una rueda que llega a parecer eterna. El aire huele al humo que sale de las chimeneas, se ve que en todas las casas han encendido fuego.
De todas las callejas que desembocan en la plaza van saliendo personas, la mayoría viejas, el pueblo está lleno de ellas, se ve que son más duras que los hombres y sobreviven más años.
La mayoría parecen uniformadas. Las mujeres van llegando con el pañuelo anudado al mentón, vestidas con la bata de boatiné que deja asomar las puntillas del camisón por debajo y arrastrando las pantuflas de paño. Y entre ellas, algún hombre remolonea apoyado en su bastón.
Lo primero que hacen todos al entrar en la plaza es dirigir sus ojos cegatos hacia el campanario de la iglesia. No comprenden por qué las campanas están mudas hoy, no han tocado a misa de nueve y, lo más incompresible es que todo el pueblo sabe que la Paulita murió anoche y todavía no han repicado a muerto. Se van formando corrillos ante la puerta cerrada de San Rosendo, alguna vieja recuerda que nunca había estado cerrada la parroquia a estas horas desde el tiempo de los " rojos " y que algo muy raro ha tenido que pasar para que las viejas hojas de nogal impidan la entrada a la iglesia.
Al otro lado de la plaza la casa del cura permanece muda también. La puerta y las contraventanas de la fachada están cerradas a cal y canto y en el balcón se alinean media docena de macetas con los tallos de los geranios quemados por las heladas. la niebla no deja ver si de su chimenea brota una columna de humo, como en todas las casas que la rodean.



Una vieja se agacha para mirar a través del hueco de la cerradura de la iglesia. No puede ver bien pero le parece que en la nave no se ve nadie y que en el altar no hay encendida vela alguna. Aparece renqueando la Alicia, la vieja que hace las veces de sacristana después de que murió su marido el Cosme. En sus manos trae una gran llave de hierro que se va guardando en su casa de padres a hijos y pide a todos que se aparten. Mete trabajosamente la llave en la cerradura y con ayuda de otro viejo consiguen dar dos vueltas a la misma hasta que se entreabren las hojas de la puerta.
Se atropellan todos para entrar y una columna de personas van avanzando por la nave central de la iglesia. De pronto se oye una exclamación seguida de un juramento. Uno de los viejos se ha dado cuenta de que todos los cepillos de la iglesia están abiertos y que en ninguno de ellos hay moneda alguna. Ni ante la imagen de la Virgen del Carmen o en la capilla de las Animas, ni en la de san Cosme o en la Virgen de la Mayor han dejado rastro de dinero.
En el altar mayor está abierto el sagrario que deja ver su interior vacío. Y desde su peana la virgen patrona mira a todos con su vieja mirada de afecto pero la corona de oro que rodeaba su cabeza y los broches que adornaban su pechera tambien han desaparecido.
La Alicia da una voz desde la sacristía. Allí, al lado de la caja abierta y vacía donde el cura guarda los donativos, está la sotana del cura primorosamente doblada con el alzacuellos colocado encima, la cartilla de ahorros de la caja del Circulo Católico sin saldo alguno y un catálogo de viajes lleno de fotos coloristas con imágenes de mulatonas y de playas del Caribe.

1 comentario:

El oso blandito dijo...

Osti, me encanta.
Buenisimooooooo
Felicidades