Clac, clac, clac....

Clac, clac, clac la negra Carola baila claqué con sus viejos zapatos de charol bajo los arboles del Paseo del Prado. Clac, clac, clac baila y baila sin parar sobre los desgastados baldosines hasta llegar al Malecon...Desde que sale el sol, todo el dia bailando y bailando desde el Capitolio, paseo abajo hasta llegar al mar, la negra Carola no deja de golpear con fuerza contra el suelo para descargar toda la rabia que la ahoga. Clac, clac, clac la negra Carola tiene los zapatos desgastados y zapatea con los talones casi descalzos pero no para de subir, bajar y bailar hasta que cae la noche, en que vuelve a su buhardilla en el número 32-34 de la calle de La Amargura con los piés reventados, el alma más destrozada todavía, pero el hijo de la Gran Cabra sigue ahí, sin reventar como han reventado sus talones.

Clac,clac, clac la negra Carola sigue bailando porque así lo juró el día en que los policias se presentaron en su casa para llevarse a su hijo pequeño, bailar y bailar hasta que se lo devuelvan o reviente ese viejo chivo de barbas desgreñadas. Clac, clac, clac bailar sin parar aunque la tomen por loca o gracias a que la toman por loca que puede bailar y bailar para echar fuera toda la rabia que la corroe. Por eso no para, porque cada hueco que la rabia deja en su interior se llena de otra más densa y más ácida que ha de expulsar como esa. Clac, clac, clac la negra Carola baila sin parar Paseo del Prado arriba, Paseo del Prado abajo. Y el viejo chivo no solo no revienta, sino que parece reverdecer.
Clac, clac, clac, aunque se quede sin zapatos y tenga los piés reventados, mientras le quede rabia en el cuerpo la negra Carola baila y bailará sin parar. Desprecia a los turistas que disparan fotos a su paso o quieren darle unos dólares, no saben que ella no busca eso, que es una negra digna que baila y baila porque así ahoga su rabia. Y su único deseo es llegar con vida a que se muera el viejo chivo para seguir clac, clac, clac bailando sin parar sobre su tumba hasta reventar.



También podía ser el viejo Vicente o la dulce Hue o el gran Jhon o cualquier otro personaje de este amplio mundo el que clac, clac, clac bailase sin parar hasta que desapreciese la mala bestia que les ha correspondido en suerte. Mala suerte, para ser más preciso.