lunes, octubre 18, 2010

Tenemos tractor nuevo


El Antonino está tan contento con el nuevo tractor que no tiene ojos más que para él. Es un " David Bronw " de color rojo y tiene cromados por todas partes, que relucen al chocar el sol contra ellos. Al principio se ha hecho un poco de lío con las marchas, mover este trasto es complicado, pero ahora que ha llegado con él hasta la plaza, al pié de la iglesia de San Pedro, se siente el más feliz de los hombres. Salta al suelo y da vueltas a su alrededor mirando todos los detalles, sacando brillo con la manga a los cromados, mientras su perro " Rintintín " da brincos de alegría alrededor de él, extrañado de verlo sin el macho.
 Se sube para comprobar lo cómodo que está en el asiento y toquetea todos los mandos, sintiéndosemo el rey del mundo al ver la plaza desde tan arriba. Se acercan como quien no quiere la cosa el Goyo y el Tino y en sus palabras se deja ver la envidia que sienten del trasto nuevo. Da la una en el reloj de la torre y se despide de ellos porque la comida espera en casa y por la tarde hay que subir a Aranda, que todavía no tiene todos los papeles.
La calle se empina hasta su casa y camina por el empedrado esquivando los brincos del perro para no caer al suelo. El olor a comida calente sale por la ventana entreabierta de la cocina, colándose por la nariz y eso hace que acelere el paso para llegar antes a la casa. La pequeña está llorando dentro, esa jodia cría siempre está berreando piensa y el mayor, que vuelve de la escuela con la cartera en la mano, espera ante la puerta para entrar con él en el portal. Le da un pescozón y lo agarra del hombro para entrar juntos en el zaguán.
Se asoma a la cocina donde trastea la mujer para avisar de su llegada y se sienta ante la mesa del comedor, la Micaela le da un grito diciendo que espere un poco y para entretener la espera agarra el porrón lleno de clarete fresquito y empina el codo. Desde la puerta, con la sopera humeante en las manos, le dice la mujer " está muy alto el sol " para indicarle que no trasiegue tanto.
Tras ella entran los hijos y se sientan todos a la mesa. Ruidos de cucharas, protestas de las chicas que siempre están dando guerra y algún cachete sin dueño fijo que se pierde porque al tercero le gusta chinchar a los hermanos y la Mica no consiente que se desmanden a la hora de comer. En un santiamén quedan los platos vacíos y la madre empuja a los tres pequeños al patio, dejando al mayor que haga los deberes en un rincón de la mesa.



Felix tiene siete u ocho años de edad, es un crío menudo y espabilado que las pilla al vuelo, siempre luchando con el flechillo castaño que le tapa la vista. Es como una lagartija que ayuda en todas las faenas de la casa o del campo y que ahora brega con la poesía que ha de aprenderse de memoria para la fiesta del colegio. Su mosconeo adormece más al padre

" ¿ Tu conoces al Piyayo,
un viejecillo renegro, reseco y chiquelo,
la mirada de gallo
pendenciero
y hocico de raposo
tifioso
que pide limosna por tangos
y maldice cantando fandangos
gangosos....? "

En todas las celebraciones caseras esa es su éxito más sonado. Desde crío lo subían encima de la mesa y recitaba ese poema a la carrera, empujando unos versos a otros, hasta quedarse casi sin aliento, mientras manoteaba a diestro y siniestro para acabar sudoroso y feliz.
Se despierta el padre y le dice al mayor que deje los deberes, que ha de acompañarlo a Aranda, que se hace tarde y van a cerrar la gestoría. Felix cierra los libros y sigue al padre que ha entrado en la cuadra a ver si el macho está aviado, remueve un poco la paja de la cama del animal, mira que tenga forraje en el pesebre, el bueno de " Jardinero " es muy viejo y ya le ha llegado el momento del relevo. Ahora con el tractor las cosas van a ser muchos más fáciles, piensa el Antonino. En un rincón de la cuadra " Rintintín " abre un ojo y sigue dormitando.
Los dos, padre e hijo, trepan al tractor. Antonino se sienta ante el volante y se fija que su hijo vaya seguro. Al principio lucha con las marchas pero pronto enfilan la carretera hacia la Aguilera, tierra de renegridos y sarracenos como dicen por los contornos y donde cuatro frailes viejos custodian lso restos de San pedro Regalado.
Llegan a Aranda y ahí empiezan los problemas, por eso el Antonino ha querido que lo acompañe el mayor. Aranda es grande y hay semáforos y estos tienen colores....y el padre no sabe distinguirlos, nunca ha sabido reconocer el verde del rojo o el amarillo, por lo que no sabe si ha de parar o de arrear para delante. Su hijo va tras él y le va soplando cuando tiene que arrancar o cuando ha de parar.
Pero hay otro problema. El Felix no se orienta para nada con los lados, la señorita siempre lucha con él en la escuela. Con el macho era mucho más fácil así que ahora hace lo mismo. Cuando toca girar a la derecha le grita al padre " Guesque " y si es a la izquierda dice " Boyau ".
Ya es de noche cuando vuelven al pueblo. FGinalmente las cosas han sido más faciles de lo que pensaban. Felixin canturrea el " Piyayo " y su padre va orgulloso de lo espabilado que le ha salido el hijo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

este chico felix que como buen rivereño le ha pasado como con el vino con el tiempo todavia a mejorado si se puede de cuamdo era pequeño,eso en cuamto al protagonista y en cuanto al autor que decir has plasmado todo tu cariño y admiracion que le tienes muy bonito

alejandra dijo...

Bonita entrada.

El oso blandito dijo...

ainssssssssss
que cosas tiene la vida.....

Un abrazo