jueves, julio 29, 2010

Pero ¿ y que hago yo en Eurodisney ?





Este viaje es de las típicas liadas que no sabes muy bien como se organiza pero que a final resulta bien. Creo que el último sitio a donde pensaría viajar es a Eurodisney, pero por una serie de carambolas allí nos fuimos. Hace tres años que Pablo hizo la primera comunión y como regalo le prometimos ese viaje con ánimo de que lo hiciera con sus padres. Pero la salida se iba retrasando hasta que hace unos meses nos soltamos un farol pensando que iba a quedar en eso, en un farol. Si sus padres no lo llevaban allí, seríamos nosotros los encargados de organizar el viaje. Y mire usted por donde que nos hicieron caso. Vamos, que nos encasquetaron el tomate y volamos hace unas semanas a París, sin saber muy bien en donde nos metíamos.
El vuelo fué directo. En el asiento de atrás nos tocó una nenita de cinco años a la que si no tiré por la ventanilla, no fué por falta de ganas. Desde que despegó el avión y cada cinco segundos lanzaba un chillido como si fuese una gata a la que le pisasen los ovarios " Papppppppáaaaaaa, te quiero " y dos filas más atrás este contestaba " Y yooooooooo a ti " con el mismo tono de voz de un mandril con almorranas. Y así todo el vuelo. Dos horas largas e interminables. Solo el acojono de la bajada al aeropuerto, con el piloto pegando acelerones como si se le hubiese estrangulado una almorrana, consiguió callarlos. Pero por si no había sido suficiente en el avión, también se sentaron detrás en el autobús que nos llevaba camino de los hoteles donde la gata y el mandril siguieron con el mismo diálogo a gritos. Por fortuna nos depositaron en hoteles diferentes.
Lo de Disney siguió según los caminos previstos. Todo bien organizado para apretarle a uno y hace que vomite todos los euros. Es un mundo aparte que lo mismo puede estar en las afueras de París como en Mondoñedo pues se trata de un ambiente cerrado a todo lo que proceda del exterior. Hoteles inmensos, el nuestro una réplica de un poblado del Oeste que parecía el decorado de una películas de vaquero, donde miles de turistas a cualquier hora del día se peleaban en los buffés para llenarse de comidas bien cargaditas de colesterol.



Y de allí en los buses, que cada pocos minutos iban hasta los parques, como rebaños de ovejas, peleándonos afanosamente por hacer colas inmensas en todas las atracciones. Tras esperar de una a dos horas para entrar en una de ellas esta terminaba en segundos o minutos, lo que obligaba a salir corriendo para hacer otra nueva cola igual de larga. Bebidas frías a precio de champagne francés y comida basura que costaba como si te la sirviesen en " Chez Maxim´s ". Pero todo tiene solución. A partir del segundo día saqueamos el buffé para preparar bocadillos y con los envses de agua recorrimos todas las fuentes del parque para rellenarlos.
Aunque la mayoría de las atracciones son tranquilas hay algunas imprevisibles de las que uno baja buscándose el bazo o las meninges. Vamos a ver, haces una cola kilométrica en una atracción que, según los carteles informativos, es adecuada para niños de mas de 1,07cm de talla con lo que piensas que ha de ser como el paseo por un lago. Te subes al compartimento, te anclan bien y te lanzan a un tunel oscuro. Lo que sigue después no puedo recordarlo bien, pero con las manos intentaba sujetar el cuello que parecía irse por su cuenta y el resto del cuerpo se agitaba como si estuviese bailando entre los brazos de un pulpo gigante. Acaba el martirio, menos mal que no puedes verte la cara desencajada en ningún espejo y te sobrepasan corriendo los niños de cinco o seis años que van tan felices.




El segundo día nos despertamos con un retumbar de truenos y cayendo todo el agua del mundo, como si abriesen las cataratas del cielo. Maldición, nos vamos a perder el día. Casualmente hay tiendas Disney por todas partes. Compramos las capas de agua que son iguales a los sacos de basura pero más claros e infinitamente más caros, con el anagrama bien visible a ocho euros cada uno, eso sí, made in China. Cuando todos los miles de turistas hemos comprado otros tantos miles de chubasqueros e iniciamos la peregrinación diaria, cesa la lluvia y sale un sol de justicia. Estos cabrones de Disney son capaces hasta de manejar el clima a su antojo, estoy seguro.




Y poco más que contar. Una última cosa. La mejor de todas: Pablo ha sido un auténtico y maravilloso descubrimiento para nosotros pues, para ser sinceros, teníamos miedo de llevar a un preadolescente de vacaciones. Alegre, cariñoso, sin quejarse de nada, ni tener el mínimo capricho y siempre dipuesto a hacer cosas, ayudando en todo..... Solo por esto, el viaje ha merecido la pena.



2 comentarios:

El oso blandito dijo...

ya.... lo que pasa que hay niños grandes y lo de Disney es una excusa para montar en el tiovivo....

Anónimo dijo...

no tengo palabras solo que grandes soys