viernes, agosto 21, 2009

UPSALA











Como he comentado en otro apartado de este blog, el pasado mes de mayo estuvimos unos días de vacaciones en Estocolmo y aprovechamos uno de ellos para conocer Upsala, atraidos en parte por su cercanía a la capital y en especial por la aureola que le concede su Universidad. Salimos a media mañana en un autobús de línea regular, bajo un cielo plomizo y lluvioso, pero el viaje fue comodo y corto atravesando por suaves campos verdes en lso que los tejados rojos de las granjas desperdigadas a los lados de la carretera eran como manchones de amapolas en medio de un campo de trigo.
La llegada a Upsala no fue nada prometedora, pues la parada del autobús está situada a las afueras de la ciudad tras las vías del tren, a un costado de una carretera anodina como puede ser la de cualquier otro sitio.
Atravesamos por medio de los aparcamientos donde miles de bicicletas perfectamente alineadas esperaban la vuelta de sus dueños, colocadas en formación comofilas de soldaditos de plomo dispuestos a la batalla. Apenas cinco minutos andando y surgió la primera sorpresa del día cuando llegamos a la parte antigua de Upsala con calles de casas bajas pintadas en alegres tonos pasteles con macetas de flores en todas las ventanas, muchas de ellas con amplios portones abiertos que dejaban ver patios empedrados al fondo.
La segunda sopresa nos la proporcionó el tiempo, pues aquí el cielo se abrió a poco de nuestra llegada y un fuerte sol primaveral nos acompañó el resto del día.
Upsala se extiende a ambos lados del río Fyris, en cuyas aguas tranquilas están amarrados antiguos buques que sirven de vivienda a la gente. Dominando la ciudad, sobre lo alto de la colina, está el castillo de color salmón, coronada con tejados de pizarra a modo de casquetes de canónigo, que más parece casona de un burgués acomodado que fortaleza para la defensa de la ciudad. Una vez superaada la cuesta de acceso, con un tanto de sofoco, nos permite una vista preciosa de la ciudad en la que destacan las dos imponentes agujas de ladrillo rojo de su catedral.
Toda la ciudad es un hervidero de gente joven e imagino que dadas las fechas los estudiantes estarían a final del curso académico, por lo que encontramos jóvenes por todas partes vestidos con ropa de etiqueta, andando o en bicicleta. Ellas con vestidos largos de fiesta como para ir a un baile de debutantes y ellos con fraques y levitas, daban un toque de color y de alegría a la ciudad.
Bajamos la suave cuesta del castillo en dirección al río y pasamos por los jardines de la Universidad. Allí se me acercó un hombre mayor que parecía un personaje salido de una de las películas de Bergman y comenzó a soltarme una parrafada en inglés. Dada mi total ignorancia y el miedo idiota que tenemos a ser engañados por los extranjeros respondí que no lo entendía y me parapeté tras la cámara de fotos ni sin dejar de fijarme en la cara de sorpresa del hombre al ver mi actitud esquiva.
Seguimos caminando y se acercó de nuevo a decirme algo pero respondí igual. Al cabo de un minuto, el hombre vuelve a mi lado, me sujeta por el brazo y me señala algo en el cesped mientras dice " barca, barca ".
Allí, entre el cesped, está una estela de piedra con la silueta de un barco grabada. El buen hombre solo quería llamar mi atención sobre algo valioso para él y yo reaccioné como un necio desconfiado. Le dí las gracias, me estrechó las manos y se despidió de mi con la sonrisa en el rostro.
Seguimos callejeando hasta llegar a un café situado sobre el río y nos sentamos a disfrutar de ese no hacer nada tan grato a los turistas, dedicándonos a hacer fotos y a observar a la gente que se sienta en los márgenes del río más que a tomar el sol, a empaparse de él. Me sorprendió la actitud que adoptan ante el sol, no es que quieran tomarlo como hacemos aquí, parece que se entregan a él para que los breves meses de buen tiempo les empapen para soportar el largo invierno.
Al atardecer, tras un agradable paseo a lo largo del río, deshicimos el camino andado por la mañana en busca d ela aprada del autobús, pero ahora la imagen que llevábamos dentro era mucho mejor que la de la mañana.

Nota: toda la parrafada anterior no es más que una disculpa para poner esa serie de fotos de Upsala.

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