sábado, junio 13, 2009

pies cuadrados


Cuando nació mi primera hija la matrona salió muy apurada del parirotio. A esas horas solo esperaba yo en el hall de la quinta planta, así que se dirigió recta hacia mi. Al ver mi expresión expectante me dijo que me tranquilizara, que todo había ido bien y tanto la madre como la nena, porque había sido una cría, se encontraban perfectamente y pronto las podría ver. El parto se había complicado un poco porque no avanzaba y en un momento se temió tener que recurrir a una cesárea pero felizmente todo había terminado. Sí, todo había ido bien, tan solo un pequeño problemilla sin importancia, ya lo vería él, los médicos se lo explicarían todo, me soltó atropellladamente la matrona.
Se volvió hacia el paritorio y al ver mi intento de seguirla me frenó poniendo sus manos en mi pecho al tiempo que me repetía que estuviese tranquilo, que en breve me explicarían todo. Durante los minutos de espera, que me parecieron eternos, paseés de un extremo a otro del vestíbulo, maldiciendo el momento en el que había decidido dejar el tabaco, sin acordarme de que ahora estaba prohibido fumar.
Se abrieron las puertas batientes y salieron dos médicos con aspecto confuso. La chica joven, una rubia menudita con aire de adolescente que de seguro sería una residente, iba a empezar las explicaciones pero un ademán del hombre mayor la hizo pasar a la retaguardia. El médico carraspeó varias veces, se pasó la mano por el escaso pelo de la cabeza y me dijo que mi mujer estaba bien, había sangrado bastante pero no se esperaban problemas. En cuanto a la niña tampoco había sufrido nada, estaba bien, simplemente que tenía una peculiaridad fuera de lo normal. Sí, esa fué la expresión, una pecualiridad. La niña había nacido con los pies cuadrados tal como suena, con el mismo ancho que largo, tal vez el izquierdo algo más asimétrico, pero el derecho era un cuadrado perfecto. Se habían vuelto locos buscando en internet pero no habían encontrado caso similar. Tendrían que hacer un barrido general a la búsqueda de cualquier otra alteración pero de momento todo estaba perfecto.
Por fin pude entrar en la habitación, María me sonrió con expresión entre cansina y beatífica, sin levantar apenas la cabeza de la almohada. Le di un beso y me volví hacia la cuna donde estaba mi hija. Cabecita sonrosada, mucho pelo negro. Le aparté la ropa y vi sus piés. Cuadrados, apenas con unas muescas en la aprte delantera correspondiente a sus uñitas, con unas leves hendiduras separando los dedos, es como si le hubiese puesto zapatos olvidándose de quitarlos de la caja.
Pruebas de todo tipo, estudios familiares, toda la parafernalia típica de los casos raros para al final llegar a la conclusión de que los médicos no se explicaban la causa y tampoco sabían si se repetiría en hijos sucesivos. Los primeros tiempos todo resultó fácil, la nena no necesitaba calzado y una de las abuelas que es muy mañosa se encargo de hacerle patucos cuadrados. El problema se planteó al comenzar a caminar pues no hay calzado adecuado a ella, pero en una ortopedia se encargaron de hacer zapatos adecuados para ella, un poco engorrosos eso sí, pero que permitían disimular la llamada peculiaridad. Los médicos nos recomiendan paciencia antes de empezar con cirugía plástica pues no está claro lo que sobra y lo que no en los piés de la niña. Así que de momento seguimos esperando.
Yo no quería repetir pero María se empeñó en buscar un segundo hijo. Los médicos como es habitual no se mojaron las manos, dejando en las nuestras la decisión de seguir adelante. No creo que haya embarazo más controlado que este, pero en ningún momento las ecografías detectan ninguna peculiaridad. Pero es mejor hacer una cesárea programada para evitarse complicaciones.
Ahora espero en el mismo hall de la vez anterior. A falta de tabaco llevo una bolsa con chicles y cucherías en la mano que trago de dos en dos. Cuando aparece la matrona muy sonriente, tengo la sensación de que todo ha ido bien. Me lo confirma y sin hacer caso a su intención de detenerme, penetro en el quirófano. En el pasillo veo a María dormida en la camilla, tiene al bebé envuelto en una toalla a su lado. Es un niño, lo destapo y miró sus piés. Respiro aliviado, dos pieceitos sonrosados como dos pequeños salmonetes, con sus deditos separados, sus uñitas....Todo en orden.
Oigo carraspear al pediatra, creo que este no es el de la vez anterior. Levanta la cabecita del niño, la gira para que la vea bien y en su nuca veo un pequeño bulto. Pongo cara de asombro y el médico me dice que tranquilo, simplemente el niño tiene tres orejas. Otra peculiaridad, pienso yo.

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