lunes, febrero 09, 2009

La Pepi


Es ya al final de la mañana, hora de ir cerrando el ordenador y volver a casa. Pepi entra en la habitación escoba en mano para adecentarla. Regordeta, siempre con una sonrisa triste en los labios sin dejar de cantar una copla de Antonio Molina o de Pepe Blanco, comienza a recoger los papeles caidos por el suelo mientras responde a algún comentario trivial mío. De repente, con una total naturalidad, se planta sobre el mango de la escoba y comienza a desgranar el rosario de su vida.
Tiene cuatro nietos y todos los sábados reune a su camada alrededor de la mesa para que llenen la tripa porque ya se sabe como son de dejasdas estas nueras. Su abuelo se tiró al tren allá por la parte de Elche porque tenía unos dolores insufribles del estómago y por aquellas épocas no había dinero ni para médicos, ni para medicinas. Su madre, harta de luchar con dos hijos drogadictos, se bebió una botella de salfumán cuando tenía poco más de 40 años y murió gritando como un perro. Los no tardaron en ir tras ella, acabando de mala manera. Y otro hermano hace poco más de dos años comenzó con un dolor de cabeza muy fuerte y en quince días estaba dentro de la caja porque tenía tres tumores en la cabeza que no se pudieron operar... Y todo esto en poco más de dos minutos como si me estuviese dando una receta de un guiso.
No sabiendo que decir, hice algún comentario mientras salía poco menos que huyendo, mientras Pepi continuaba dándole a la escoba con salero al ritmo de " Soy mineroooooooo.....". Como para quejarme.

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