miércoles, abril 23, 2008

El cabrerillo



El autobús se acerca traqueteando por el camino de la iglesia, sorteando baches y pedruscos, levantando una polvareda a su paso y la pedorreta del tubo de escape apenas se oye por la algazara de los zagales que vuelven de la escuela a donde los mandan sus padres para que se desasnen. El sol que se va poniendo trás la ermita de la Virgen de las Nieves, cubre todo de un dorado que se difumina con el verde de las encinas y el ocre de la tierra.
En el cruce del camino que baja al río el autobús se para con estertores de asma, se abre la portezuela y saltan al suelo tres rapaces, con la mochila en una mano y la fiambrera de la comida en otra. Se vuelven para decir adios al resto y emprenden la vuelta a casa. Entre carreras, risas y empujones desandan el camino de la mañana. Dos de ellos, un crío pequeñajo y su hermana todo dientes y trenzas, han llegado ya y dejan que Julianillo continúe solo hasta el viejo cortijo donde vive la familia.
Entra corriendo en la cocina, da el beso a la abuela que acaba de preparar cuajada y queso, todavía tiene el bigote blanco de la nata de la leche, se pone un trozo de queso sobre una rabanada de pan y sale corriendo al patio trasero en busca del abuelo.
" Abueloooooooooooooooooooo ".
Lo encuentra en la cuadra con las cabras, las está ordeñando una a una y Julianillo va acariciando la testuz de todas, mientras esparce hierba por los comederos. Ayuda a llevar los baldes rebosantes de leche espumosa a la cocina y vuelve corriendo a la cuadra para jugar con los cabritillos. Los cuenta y se da cuenta de que faltan dos. Vuelve corriendo a la cocina y pregunta por ellos. " Esta mañana los llevó el abuelo a La Zarza y los cambió por aceite, un mandil para mí y tabaco para él ". Julianillo se va mohino a un rincón y come con desgana las sopas que ha preparado la abuela. Da cabezadas contra la mesa, nota que el sueño se cuela desde sus piés hasta los ojos y se deja caer suavemente sobre la mesa de la cocina.
El abuelo se sonríe al verlo, se acerca y lo carga en brazos, subiendo con él a la alcoba. La abuela viene detrás con el candil en la mano y lo arropa bien para que no se enfríe con el relente de la noche que se cuela por todas las rendijas. Julianillo, entre sueños nota sobre sus mejillas el aliento a tabaco y anís del abuelo y el roce del bigote de la abuela. Duerme feliz hasta que los primeros rayos del sol de la mañana se cuelan substituyendo al relente y se despereza lentamente hasta que se da cuenta que hoy no tiene que ir al pueblo.
Es sábado, hoy no tiene que ir a la escuala y aguantar las voces de doña Elvira para que dejé de soñar y baje de las musarañas. Se levanta con cuidado para no despertar a los abuelos, que resoplan en la cama de al lado, se pone los viejos pantalones remendadados que heredó del abuelo, se embute en el jersey de lana que tejió la abuela y baja despacito las escaleras. Entra en la cocina, toma una cuajada de las que anoche hizo la abuela, la mete en el zurrón con un puñado de nueces y un trozo de pan y sale al patio, en busca de las cabras.
Abre las puertas de la cuadra y allí están ya esperando " Sultan " y " Negrito " para poner orden en el rabaño y que ninguna de las cabras se desmande por el camino. Julianillo agarra el cayado del abuelo, del que se cuelga más que se apoya y emprende lentamente el camino del monte vecino, en busca del pasto fresco para el ganado. Los perros hacen muy bien su trabajo y si una cabra se rezaga la muerden en las patas para que sigan a Julianillo. Llega a la vaguada donde siempre va con el abuelo, se sienta en una piedra y comtempla como el rebaño se va desperdigando bajo el control de los perros en busca de hierba fresca. " Sultán " ve un lagarto que sestea al sol, lo huele y sale corriendo para meterse entre mis piés.
" Canelo " se acerca decidido a una hembra pero, al verlo, " Lucero " escarba con sus pezuñas en el suelo, saca pecho, sacude sus barbas y se planta en medio para que nadie duda quien es el que manda allí. Julinillo se fija en una cabrilla que cojea y la agarra entre sus brazos y se tumba en la hierba abrazado a ella. Tiene una pata quebrada y eso la salvará de hacer el viaje a la feria con el abuelo. Así que piensa que " Esperanza " es un buen nombre para ella.
Y sueña como siempre que está solo. Sueña con un hombre mayor, barbado como el apostol que hay en un lateral del altar mayor de la iglesia o como el abuelo, al que espía cuando se lava los domingos desnudo de cintura para arriba en un lebrillo en un rincón del patio. Un abuelo con una gran barba blanca y un pecho de toro al que poder abrazar y reclinar la cabeza sobre él.
Sabe que eso se lo tendrá que tragar, que a nadie podrá contarle que se le van los ojos cuando ve a un abuelo por las calles del pueblo o cuando bajan a la feria. Solo le queda crecer en silencio, crecer solo hacia dentro hasta que un día pueda volar y encontrar alguién a quién confiarse, en cuyo pecho cálido poder recostarse.
" Juliáaaaaannnnnnnnn....donde andas ". El abuelo sube la cuesta en su busca, los perros corren hacia él y Julián entierra sus sueños en el zurrón hasta que un día puedan salir.

2 comentarios:

redondeado dijo...

"y sale corriendo para meterse entre mis piés."

Uuyyy, se te deslizó el pronombre equivocado, supongo, ya que estabas hablando en tercera persona... ¿o no? :)

Por lo demás, muy evocador como siempre. Abrazos.

cal_2 dijo...

Gracias por la correccion..es cierto:)