sábado, febrero 09, 2008

La Leo, que no acierta ni una


Leontina, la Leo para las vecinas, se había propuesto dos únicas cosas en la vida. Vamos se refería a cosas de verdadera importancia, que para menundencias ya llegaban las del día a día.
Una de ellas era llegar a ser una millonaria, de esas que tienen en la cartilla por lo menos una cifra con seis ceros detrás. La otra, no volver a pisar una iglesia jamás.
La causa de la primera es que siempre había soñado con tener una de las casonas como las de los actores de Hollivú que veía en las revistas de famosos cuando iba todos los jueves a la peluqueria de la Socorritos y en todas explicaba que esos seres tan adorados eran millonarios, guapos y felices. Por eso, si ella llegaba un día a ser millonaria, también podría vivir en una casa así donde uno tan solo de los sofás era tan grande como todo su dormitorio.

La culpa de la segunda idea la tuvo Vicente. Cuando lo conoció era un hombre rubio con unos ojos que traspasaban el alma y una sonrisa que volvía locas a todas las chicas del barrio. Todavía no sabe bien como, pero el Vicente comenzó a bromear con ella cuando coincidían en la calle e, incluso, un día la llevó al cine a ver una película de mucho amor y mucha pena, " Ama Rosa ", de una mujer que se hundió en el fango de la vida y tuvo un hijo del pecado.....pero al final todo se arregló y salieron del cine felices, con los ojos como puños reventados de tanto llorar. De vuelta a casa, ya en su portal, se apretó contra ella y le robó un beso.
Pues eso, que el Vicentito parecía hacerle caso hasta que se entrometió en sus vidas los padres Paules que llegaron a Burgos a predicar la Santa Cruzada una semana entera en San Nicolás, vaticinando sufrimiento eterno a los que no se arrepintiesen de sus pecados. El bueno del Vicente vió la luz de la verdad y, en el último día, después de la confesión general, pidió acompañarlos con idea de ir a redimir negritos en el todavía Congo Belga.
La pobre Leo juró odio eterno a toda la crelicalla. Nunca más pisaría una iglesia y si queria rezar ya lo haría en su casa, ante la estampa del santo Cristo que tenía en su mesilla iluminada día y noche con una lamparilla de aceite, pero no quería saber nada más de curas, ni de monjas.
Y mientras perseguía sus dos objetivos, la Leo vivía en una buhardilla allá por el Arrabal de San Esteban con su gato " Pacorro ". De la oficina donde atendía la centralita de teléfono de esas de clavijas a su casita, es donde transcurría toda su vida. Y un jueves de cada dos que se permitía el lujo de que ir a la peluqueria de la Socorritos donde, a cambio de que la peinaran, pasaba las horas muertas viendo las revistas.´
Los sábados a la mañana iba al mercado del sur y daba vueltas y más vueltas hasta encontrar las verduras más baratas, poco pescado y siempre azul " porque es lo mejor para el colesterol " y la carne a no ser el pollo, ni olerla. De vez en cuando sí hacía un exceso y le compraba unos bofes a su gato, sobre todo en las épocas en que andaba por los tejados buscando guerra, pues él pobre necesitaba vitaminas para el desgaste.
Y todos los primeros de cada mes se acercaba a la oficina de la Caja de Ahorros con la cartilla en la mano para que se la pusiesen al día y comprobar cuanto tenía ahorrado, aunque no necesitaba que se lo dijesen pues llevaba sus cuentas al dedillo. Pero así, gastando muy poco en comer y menos aún en vestir, iba poco a poco acercándose a su sueño de tener ahorrada una cuenta con siete cifras. El otro día, Rafita, ese chico tan majo que la atendía en la Caja, le dijo que con la extra de navidad de este año, al fín llegaría al millón de pesetas.
Esta noche acabada de cenar su sopita de pan muy caliente, se sentó ante la tele, con la cartilla roja en la mano para comprobar una vez más a cuando ascendía el saldo. PIensa que tal vez sería mejor ahorrar algo menos y comprar una tele en color, porque esta está muy vieja y apenas se ve otra cosa que rayas. De pronto se fija en una noticia, no se qué de que estamos en Europa y que ahora todos tendremos los mismos billetes, que en lugar de pesetas habrá una cosa que llaman euros y que cada uno vale ms de ciento cientuenta pesetas. Y que su millón de pesetas se convértirá en unas seis mil de esas putas monedas.
Siente que le hierve la sangre, esos cabrones de políticos no van adejar que llegue a ser millonaria, como va a poder ahorrar casi doscientas veces más de lo que tiene. Ni con mil años que viviera. La rabia la ahoga, siente que se le agarrota la garganta, un dolor enorme en el pecho que la atraviesa como un rayo y cae al suelo sin sentido, con la cartilla arrugada en su mano crispada. El gato maulla lastimeramente y le lame las mejillas.
Al cabo de dos días, hartas de oir maular al gato, las vecinas dan la alarma. En la oficina tampoco se explican donde está la Leo. Avisan a los municipales y los bomberos saltan la cerradura y la encuentran hecha un ovillo en el suelo, con " Pacorro " a su lado, maullando sin parar.
Pobre Leo, no tiene familia, estaba sola en el mundo, comentanentre sí las vecinas. A la Leandra se le ocurre que hay que hacer una colecta para pagarle la caja y el entierro. Hacen el funeral en San Esteban, su parroquia aunque no la pisaba desde hace muchos años, pero el párroco hace la vista gorda y se lo cuenta a Don Vicente, que había venido a pasadas las navidades con su familia, a dar reposo a su brazo cansado de tanto bautizar negritos infieles. Entre los dos rezan la misa de funeral, mientras las cuatro vecinas lloran en el primer banco de la iglesia.
Pobre Leo, no acertó ni una en la vida.....

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