martes, noviembre 15, 2005

Yo tambien fui a " la Mili "


De pronto, se me acabaron las prórrogas de estudios y me comunicaron que no me quedaba más remedio que hacer la mili.....Ya ves, con 26 años cumplidos y el trabajo encarrilado y, de pronto, dejar todo y ponerme a hacer lo que más me podía desagradar. Un día llegó Alfonso a casa con una noticia, cuanto menos sorprendente. Resulta que un conocido, " el Cerámico " de Valladolid, estaba contando en un bar que se había librado de la mili a consecuencia de su gordura. Vamos, que nos parecía mentira, pero pensamos que merecía la pena informarse. Y fuimos derechitos al mejor sitio, al Hospital Militar. Allí, entre los tristes y grises pabellones de la clase de tropa, encontramos a una monja amiga de Josetxu, que más parecía un sargento que una Hermana de la Caridad y que nos enseño el reglamento en el que figuraban los motivos de exención. Sí, era verdad: sobrepasando el 35 por ciento del peso podia ser declarado inutil. Dios mio, inutil¡¡¡¡ que bien sonaba eso.
Así que me pune manos a la obra, porque rondaba cerca del peso ideal para conseguirlo. Por una vez en mi vida podía tracarme y comer a mi antojo sin remordimientos. La tarea fue fácil y pronto me puse como un tonelete.
Y llegó el día fatídico. Una mañana de invierno me presenté en el patio del cuartel de San Fernando. Nos dieron un petate, unos cubiertos de peltre y la cartilla militar. Y empezó el acojono. Lectura del reglamento militar....todo, todo estaba castigado con pena de muerte.
Entre unas cosas y otras estaba austado como un conejo, me dieron tambiénel pasaporte militar para coger el tren y llevarnos al Campamento de Instrucción. Y yo no hacía más que repetir a cualquierpersona con uniforme que se me pusiese delante: " ¿ donde se alega, donde se alega ?"....y ni caso. Me veía en el tren sin remedio.
Vuelta a lo mismo... "que donde se alegaba, que estaba obeso, que tenía el ácido úrico muy alto....".
Al final, cuando ya me veía en el tren sin remedio, nos apartaron al pequeño rebaño de los que alegábamos motivos de exclusión y nos dijeron que teníamos que presentarnos en La Coruña, en un cuartel que estaba cerca de san Antón.
Allí pasé mi única noche cuartelera..... Era una sala oscura, con literas cubiertas de mantas bastas, sin sábanas. Los chicos contaban cosas sobre la " mili ", de amigos que habían salido drogatas o borrachos, de que te anulaban la personalidad.... Me acosté vestido sobre el catre y dudo que durmiese mucho.
De mañana temprano nos llevaron como ovejas al Hospital Militar para el reconocimiento. Allí se me apareció la más hermosa de las hadas bajo uniforme de enfermera. Me tenía que tallar. Me mandó subir a la báscula vestido, con abrigo y botas incluido y, cuando me iba a medir, me mandó encoger las rodillas. Me pasé con creces de lo exigido para la libranza......Por eso, cuando me pasaron ante el Tribunal, oí la bendita frase " Inutil para todo servicio"...
En cuanto me vi libre y con los papeles en la mano, me acerqué a Los Cantones y compré una caja de bombones, todo lo grande que me lo permitía mi bolsillo y volví feliz al Hospital para agradecerle a la enfermera el enorme favor que me había hecho.
Lo más divertido fué al siguiente año. Me tocaba nuevo examen para darme " la definitiva ". Todavía recuerdo el choteo del médico de Lugo cuando me midió y vió que había crecido seis centimetros en el ultimo año.....El peso no fue problema: me encargué de engordar otros cuantos kilos....

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