viernes, noviembre 04, 2005

Mi instituto


Si no me equivoco, el examen de ingreso de Bachillerato fué a primeros de junio y su recuerdo va unido en mí al de una enorme tormenta sobre la ciudad. Eso y el orgullo de mi profesora, a la que felicitó el tribunal por la brillantez con que yo había hecho el examen y lo bien que me había preparado ella. Pero el cambio del colegio al bachillerato fué un cambio muy grande. Pasaba de estar en el regazo de la señorita Asunción al Instituto Masculino, un edificio nuevo, grande y luminoso situado en la, entonces, parte moderna de la ciudad, fuera de las murallas. Estaba en una avenida con varias filas de tilos en su centro y frente a una acera de chalets de la burguesía , situados a continuación y bajo la tutela de la Audiencia Provincial.
Pero el cambio no solo era de ámbito. Había sido un niño muy aplicado en la vieja escuela, un niño modelo y ahora era uno más entre cuarenta y tantos ternerillos con los que había que competir....y, sobre todo, con muchos profesores que lidiar. Don Gonzalo Paz era profesor de Gramática e Historia, un caballero con todas las de la ley, cuarenton, con las sienes plateadas y siempre con una respuesta amable a punto. Tal vez por aquello que sus asignaturas eran de las que se llemaban " de chapar " las estudiaba bien y me lucía. Tenía muy buenas notas. Pero había un pero, siempre lo hay, conocía mucho a mi padre con lo cual mis notas, según me repetian los otros crios en los recreos, no eran consecuencia del esfuerzo, sino del " enchufe ". Harto de soportar que se me llamase enchufado, un día me levante en mitad de la clase y le dije: " Don Gonzalo, ¿ verdad que no estoy recomendado con usted ? ". Nunca he podido olvidar mi primera sensación de ridículo en la vida.....
El encargado de formarnos religiosamente en los principios de una vida casta y sana era Don Pedro Lopez Rubín, un sacerdote mayor, con las gafas a punto de desplomarse siempre en inestable ejercicio sobre la punta de la naríz. Aire despistado, su unica preocupación eran los pobres " negritos " a los que había que salvar. Por eso siempre nos estaba dando sobres para pedir ayuda en casa y esas huchas con cabeza de chinito, negrito o aborigen con las que asaltar en la calle a todo cristo y pedirle dinero. Esto venía muy bien pues, si caía algún billete dentro, era facil sacarlo con ayuda de un cuchillo. Claro que tambien podiamos recoger todo el papel de plata de las chocolatinas para formar unas enormes bolas de plata que nunca supe a donde iban a parar pero que, según nos decía en clase, tambien servían para redimir negritos.
Otro sacerdote, un personaje severo y rígido, siempre tieso y distante que parecía un milano era Don Froilán, un canónigo de la catedral que era el encargado de las clases de Latín y de Griego. Toda su obsesión se ceñia a que nos aprendiesemos de memoria el " Cornelio Nepote " según un opúsculo que él había publicado en " La voz de la verdad ", editorial pía que dependía del Obispado. Con ese texto aprendido y algo de " La guerra de las Galias " ya tenía uno el sobresaliente en el bolsillo.
Don Cesareo Fouz era el cientifico del instituto. Nos daba clases de matemáticas, un árcano siempre incomprensible para mí. Pero tuvimos la fortuna de que estaba casado con una mujer prolífica que siempre paría por San Isidro, con lo cual el aprobado general estaba asegurado.....menos mal, porque nunca entendi raices cuadradas, ni binomios, ni ninguna de esas cosas tan raras.
Claro que no todos llevaban el Don delante. Estaba " La Patacona ", así llamada porque era pequeña y redonda como una moneda de diez centimos. Nos daba clase de dibujo: horror de los horrores, para mí que todavía pinto un arbol con un palote coronado de rizos. Día tras día nos ponía un horreo para dibujar " al natural " ¡¡¡ que de tachones en rojo sobre mis dibujos!!!. Por no hablar del dibujo lineal: mal que bien con el cartabón y el compás....pero cuando se pasaba a tinta china, lo llenaba todo de borrones.....Si no llega a ser porque la señorita jugaba todos los jueves a la canasta con mi abuela, no sé si habría logrado aprobar nunca.
Y estaba " la Torbiso ", Charo Torbiso: una solterona frondosa, baja y rechoncha, vestida siempre de colores alegres y coronada con una imponente nariz de loro. Nos daba clase de Ciencias Naturales y un día se agarro un enfado munumental porque le dejaron una cajita llena de perejil sobre la mesa del estrado con una nota de " cuidado, el perejil mata a los loros ".... Su hermana era todo lo contrario que ella, alta y esbelta, con un cuerpo escultural y muy hermosa....hasta que se daba la vuelta. Por eso la gente decia de ella que " era cuerpo de tentación con cara de arrepentimiento...".
Y el profesor de Formación del Espíritu Nacional, no recuerdo su nombre, un falangista con el típico bigotito fino que nos hacía dormitar a primera hora de la tarde. Sus clases eran muy aburridas y, como por mi apellido, estaba situado en la última fila de pupitres, podía ver y participar con mis compañeros en los primeros escarceos sexuales, asomando nuestras colitas por las braguetas entreabiertas y esforzándonos con esmero a tan satisfactorio menester . Uno de los más aplicados a esta materia, al cabo de los años me quiso adoctrinar como miembro del Opus....vueltas que da la vida.
Y Don Fernando, el profesor de Educación Física: nunca logró hacerme participar en nada, he sido un remolón impenitente al deporte. Recuerdo con horror las espalderas y, sobre todo, el maldito potro o el plinto......iniciaba la carrera, me entraban los cien mil males, llegaba al trampolin.....y me daba de bruces contra el aparato. Nunca conseguí subirme encima. Pero aquí tampoco había problemas, porque el profesor era falangista y estaba bajo las órdenes de un tío mío...Otra asignatura aprobada sin esfuerzo.....
Y tras cuatro años de zozobra y una terrorifica reválida, aterricé en el Convento de los Escolapios para hacer el Bachillerato Superior....

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