lunes, febrero 08, 2021

Y VAN TRES...


 I.

Cuando Lucía se despertó sobresaltada, al sentir como temblaba su cama, no es porque se hubiese producido un nuevo terremoto en el pueblo, simplemente su perra Puck se meaba y quería despertarla para salir a la calle cuanto antes. Se lavó la cara como los gatos, se puso el chándal encima del pijama y, tras colocar la correa a la perra, bajaron las escaleras a trompicones.
En la calle, bajo un cielo opresivo plomizo, pasaban fugaces sus vecinos parapetados tras sus mascarillas, cargados con bolsas del mercado cercano. Lucia creyó reconocer a una de sus vecinas oculta tras la mascarilla.
" ¿ Que sucede Mariana, que vas tan acelerada ? ".
"  ¿ No te has enterado ?". Avisan por la tele que hay que protegerse, que el virus ha vuelto ".  
Lucía no esperó a que Puck se aliviara. Dándole un brusco tirón a la correa, volvió a su casa, sin hacer caso a la resistencia de la perra que no entendía porqué no la dejaban aliviarse tranquilamente en la calle. " Tengo que mirar si hay suficiente papel higiénico en casa. Y si mancha la perra, ya se fregará ".


II.

La situación ha cambiado y mucho. Para mal. Ya nada es igual. Pedro no puede soportar la idea de estar con un amigo y no poder darle la mano, eso de tocarse con los codos le parece una auténtica memez. Mantener la distancia, temer un contacto indeseado, ir mirando por la calle a la gente para comprobar si llevan la mascarilla puesta correctamente... este tío la lleva en la barbilla, esos dos las llevan colgadas del codo. Se siente como un policía. El gel del supermercado será bueno?, me habré  frotado las manos el tiempo suficiente?. ?. Mierda, esto no es vida.
Pedro piensa que después de todo este infierno no vayamos a salir mejores y más fuertes, para nada, lo único que se ha reforzado es el miedo, la desconfianza hacia los demás,  pensar todo el día en el puto contagio y no vivir. Que la única rebelión de la gente es para salir de copas. Pero el sentido común y la solidaridad, ni están ni se esperan.





III.

Nadie sabe cómo ha sucedido pero la noticia corrió como reguero de pólvora por todo el planeta antes de que se extinguieran todos los medios de comunicación del mundo. Se dice que un ejército de minúsculos duendecillos salidos de las entrañas de la Tierra robó las agujas de todos los relojes del mundo, los badajos de las campanas de hasta de la más remota ermita y los dispositivos de las computadoras, de los relojes  digitales o de los teléfonos móviles que permitían saber la hora, de tal modo que ahora es imposible conocer el momento del día en el que nos encontramos .
Hemos tenido que volver la vista al sol y la luna para orientarnos y no enloquecer. Las únicas personas a las que no les importa son los viejos muy viejos que creen regresar a su infancia y aquellos pueblos que llamamos salvajes y que siempre vieron en el sol y en la luna dioses a quienes adorar. Finalmente, la naturaleza se ha vengado. Y la venganza no ha hecho más que comenzar.


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