jueves, marzo 12, 2015

III. Dos semanas en el sur de Francia: La Provenza


Para la segunda semana de vacaciones elegimos Beaucaire, un pueblo desconocido para nosotros pero con la gran ventaja de estar situado en el centro de la zona que pretendíamos recorrer y desde el que cada día trazamos un radio para visitar a lo largo de la jornada. Beaucaire es una hermosa ciudad renacentista con muy hermosos edificios, calles estrechas con casas de piedra gris, llenas de bolsas de basura despanzurradas donde gatos y perros se encargan de esparcir su contenido en busca de comida, antes o después de dejar sus " recuerdos " en la calzada.





Pero si uno recorre el pueblo mirando hacia el frente o hacia arriba puede contemplar rincones muy bellos....claro que tiene el inconveniente de que nos puede suceder lo mismo que en la canción de Serrat donde " pisar mierda da buena suerte ". Nuestro apartamento, sito en una  planta baja en la calle J. J. Rousseau, fue un buen hallazgo.





Todas las mañanas, muy temprano, cruzábamos el pueblo hacia la panadería en busca de croissant recientes, respondiendo a los saludos de todos los desconocidos con los que nos cruzábamos. Ese es otro de los recuerdos: la amabilidad de la gente, algo a lo que ya nos hemos desacostumbrado por nuestros lares. Siempre el saludo inicial , el por favor y el gracias al final, aunque fuese para comprar un par de manzanas en el mercado del pueblo.

Día 8


Comenzamos la etapa visitando la ciudad de Nimes, apenas a unos 30 km. de distancia de nuestro centro de operaciones. Circulamos plácidamente  por carreteras entre pasajes muy bellos...hasta llegar a la ciudad de Nimes donde hay tal cantidad de rotondas que uno pierde la cuenta y casi la paciencia. Aparcamos muy cerca de la Arena, punto destacado de la ciudad. En la entrada recurrimos al carnet universitario que, como en otros muchos puntos, nos fue de utilidad para conseguir rebajas en las entradas. Cometimos el error de sacar el vale para el conjunto Nimes-Orange pues nos resultó un chasco como iré diciendo.





 La Arena es eso, un circo romano muy bonito pero nos decepcionó enormemente. Dicen que se trata del circo romano mejor conservado del mundo, pero nada comparado con el encanto que tiene el de El Djem en Túnez, por ejemplo. Tal vez porque el la arena del circo la han transformado en una plaza de toros, con sus burladeros incluidos y es que aquí la afición al toreo y al flamenqueo es grandísima. Pues eso, paseo por las gradas y a seguir ruta. El tiempo, a pesar de los pronósticos, fue espléndido. Un sol justiciero que hacía buscar rincones con sombra, aunque como el calor era seco, se toleraba bien.





Calles estrechas con edificios muy bellos de piedra dorada, plazas recoletas, multitud de rincones que invitaban a reposar hasta llegar a la gran plaza donde se enfrentan la Maisón Carré, un magnífico templo romano muy bien conservado y la impresionante biblioteca de Foster, un cubo de metal y cristal de una gran belleza.
Primera decepción: la Maison Carré sólo se puede ver por fuera. El bono turístico da acceso al interior pero solo para ver un audiovisual de una hora con la recreación de las andanzas de galos y romanos por estas tierras. Uno no viene tan lejos como para quedarse una hora cerrado viéndose un ¨"péplum ", con lo hermoso que hace en la calle.





Seguimos en busca de los jardines de la Fontaine, en un entorno muy bello donde están los restos del templo de Diana. El jardín del XVIII asciende por una colina con rincones muy bellos entre fuentes y estatuas neoclásicas y en lo alto se encuentra la Torre Magna, un torreón de la época romana que, dado que no era nuestro día de suerte, acababan de cerrar. Aunque en su interior no había nada destacable, al parecer, tan solo una vista de la ciudad, pero nos quedamos sin poder usar el bono comprado en la Arena. Deshicimos el camino para visitar la catedral pero también la encontramos cerrada pues, al ser domingo, sólo la abrían para las horas de misa. Bueno, pero nada como una buena comida, para recuperarse. El servicio lento, exasperante, pero situado en medio de una plaza encantadora. Y a la sombra, que con la calorina que hacía, no veais como se agradecía.





De allí nos fuimos a la cercana ciudad de Sommieres situada a la orilla del rio Vidourle, a cuyos ciudadanos debe de tener en sobresalto todos los inviernos porque las frecuentes riadas alcanzan hasta el segundo piso de las casas de sus calles antiguas. Ciudad medieval con una serie de arcadas y de pasadizos que son una sorpresa para los turistas, tiene calles muy hermosas con casas antiguas. En lo alto de la ciudad, los restos de un castillo en cuyo patio de armas unos franceses pasaban el domingo jugando a la petanca.





De allí hasta la cercana iglesia de san Julien de Sommeville, un pequeño templo románico situada en un alto entre viñedos que deja el valle a sus pies. Apenas pudimos entrever su interior pues había un grupo de cámara ensayando, pero es de líneas románicas muy sencillas y puras.





La siguiente parada fue en el castillo de Villevieille pero, dado el día que llevábamos, también lo encontramos cerrado a pesar de que el anuncio de la entrada indicaba que debería estar abierto. Pero se ve que no esperaban turistas y le dieron el cierre.





La ultima visita del día fue a las canteras de Juna, abandonadas en la actualidad y que están situadas en medio de una arboleda de encinas y carrascas. Grandes bloques de piedra serrados, formas extrañas, como si fuesen enormes lienzas de muralla de un castillo normando se diría el decorado de una ópera y no sería extraño encontrar a una Lucía de Lammermoor perdida por allí.






Vuelta a casa por hermosas carreteras secundarias, bordeadas de grandes arboles hasta llegar a Nimes y sus malditas rotondas. Cena en casa a base de quesos, patés y el Cote de Rhône reglamentario. A freír puñetas el colesterol.


Día 9





Comenzamos el itinerario del día haciendo una breve parada en la ciudad de Remoulins para recabar información sobre los accesos a Pont de Gard. Calles medievales, una iglesia hermosa pero abandonada. Tomamos un café por aquello de que precisaba hacer una " parada técnica ", que nos cobraron a precio de oro. Sentí no haberle dejado atascado el inodoro.
Fuimos a Castillon du Gard, un pueblo situado en lo alto de una colina que actúa como si fuese el vigía del famoso puente, que se divisaba a lo lejos entre la bruma de la mañana. Este pueblo pequeño y muy limpio, está totalmente reconstruido y sus casas de piedra dorada son de una gran belleza.






 Callejas estrechas que se abrían a plazoletas sombrías, flanqueadas por palacetes renacentistas, tanta belleza solo desmerecida por su iglesia que tiene una buena pedrada.
De allí hasta Pont de Gard. Intentamos aparcar en las afueras y acercarnos andando pero fue imposible. Lo tienen todo tan bien organizado que no te queda más remedio que usar el aparcamiento, pero merece la pena si no quieres hacer una caminata de media docena de kilómetros. De todos modos, es barata la visita pues se cobra por vehículo y visitantes. Creo que no llegó a los 15 euros para los tres.







Se accede a través de una zona comercial pero, nada más atravesarla, se mete uno en harina. El sendero baja hasta el río entre encinas y olivos. El día amenazaba lluvia y estaba un tanto gris, pero confería unas tonalidades muy hermosas al paisaje.
Al final del camino se alza, imponente, el Pont du Gard, una joya de la arquitectura romana, con una doble arcada superpuesta, coronada por una andadero con ventanitas que atraviesa el río.






Cruzamos a la otra orilla y nos hartamos de hacer fotos y fotos de los reflejos en el agua. Luego, subida a lo alto del puente por un camino un tanto trabajoso por la lluvia, para rehacer el camino hasta  el coche.
A través de carreteras secundarias llegamos al muy hermoso pueblo de Uzês. La mañana se metió en lluvia pero, como hacía calor, era agradable. Nos recibió el campanario románico de su catedral, una hermosa torre circular que corona una fachada no tan hermosa.





El empedrado de las calles mojado por la lluvia hacía más agradable el paseo. Un hermoso palacio ducal en el centro de la ciudad, rodeado de calles estrechas. La plaza de las flores, un amplio espacio con soportales donde se venden todas las plantas aromáticas de la Provenza, este día vacía a causa del aguacero. La comida francamente buena, con la camarera todo el tiempo bromeando con nosotros " poulet,, poulet " repetía cada vez que nos traía un plato. Después de comer, callejeamos un rato y entramos en la catedral, mucho más bella por dentro de lo que haría pensar una fachada horrorosamente restaurada.





Seguimos viaje, pero la tarde se fue metiendo cada vez más en agua y al llegar al siguiente punto, caía todo un aguacero por lo que tuvimos que esperar un poco dentro del coche a que amainase. La ciudad de Vezénobres trepa serpenteando hasta  lo alto de una colina, pero que apenas pudimos apreciar pues estaba como un pueblo muerto bajo el agua. El día antes se había celebrado la fiesta de la fresa y nosotros llegamos cuando no había ni un solo local abierto. Así que paseo rápido y a refugiarse al coche.
La vuelta fue muy lenta por la lluvia y atravesar Nimes y sus rotondas, un martirio pues se circulaba a paso de caracol. Finalmente nos acercamos a casa y poco antes de llegar nos paramos para visitar la muy hermosa capilla románica de St. Laurent.






Llegamos al Mac Donalds de Beaucaire para la ración diaria de conexión gratuita a intenet y allí nos enteramos de las grandes inundaciones que se había producido en la zona a lo largo del día. Y a casita, que llueve.

Día 10

El día amaneció limpio sin una nube en el horizonte y emprendimos ruta hacia la tierra del Cisma papal. Primero paramos en Villeneuve-les-Avignon, ciudad situada en la  orilla opuesta del Ródano, enfrentada a la ciudad papal y en donde se refugiaban los Papas y sus cardenales cuando la peste asolaba la ciudad de Aviñón, mientras la plebe caía en ésta como moscas.




Villeneuve está situada en una colina y en entre sus edificios destacan su hermosa catedral en cuyo interior hay un interesante relicario o unos capiteles con imágenes de una gran belleza que conservan parcialmente su policromía o la Cartuja, ahora convertido en centro de formación artística pero, como en todas las ciudades que recorremos, lo mejor es callejear e ir mirando las casas, los patios y los rincones que nos encontramos. Se asciende hasta lo alto de la colina coronada por un imponente castillo desde donde se divisa el valle, atravesado por el Ródano y la ciudad de Aviñón enfrente.
Bajamos hasta el torreón de Felipe el Hermoso y cruzamos el puente sobre el río para llegar a Aviñón. Una vez allí, de cabeza al aparcamiento subterráneo que, como creo haber dicho, son bastante más baratos que en España.







Buscamos la oficina de turismo y nos pusimos a hacer la ruta. Aviñón es una ciudad llena de sitios para visitar y está bien señalizada con diferentes circuitos a recorrer, pero nos ceñimos al típico de la época papal. Hoy tocó comer hamburguesa, para no perder tiempo.
El palacio de los Papas es una fortaleza medieval, más castillo que palacio y está muy bien señalizado para hacer el recorrido. Me llamó la atención las cajas de caudales primitivas para esconder los tesoros: unos huecos en el suelo cubiertos con unas grandes planchas de piedra. A su lado está  la catedral cerrada por obras y muy cerca uno de los puntos que teníamos verdadero interés en ver, su museo del Petite Palace...pero era el día de descanso. Una vez más, mis queridos niños, os recuerdo la importancia de informaros bien, no os pase lo que a nosotros...






Callejear es una gozada pero si de pronto amenaza lluvia y te recuerdas que los paraguas quedaron en el coche te toca, como a todo turista que se precie, comprar un impermeable de origen chino en una tienda de turisteo a precio de modelo de Dior. Llueve fuerte, compramos los impermeables, nos los ponemos....e inmediatamente deja de llover. De esta guisa recorrimos el muy hermoso puente de Aviñón, no solo por su estructura, sino por la grandiosidad del rio que medio atraviesa. Y allí, Felix se puso a bailar con la tonada más apropiada: " Por el puente  de Aranda, se tiró, se tiró el tío Juanillo y no se mojó "....
Seguimos callejeando.
Un café para descansar en una parque muy hermoso que corona toda la zona antigua y seguimos la ruta.




Muy cerca de Aviñón está la ciudad de Orange. Allí nos fuimos derechos al teatro romano, pues en Francia se cierran los sitios mucho antes que en España. Utilizamos el bono conjunto que habíamos comprado en Nimes. La impresión que produce llegar al teatro y enfrentarse a una inmensa paredón de piedra color de oro viejo es muy grande.


Su interior es magnífico y tanto el gran escenario como las gradas están muy bien conservados. De allí fuimos a la salida de la ciudad con ánimo de ver el arco de Triunfo romano, profusamente decorado y que se encuentra en perfecto estado. conservado .
La última parada del día fue en Chaneuf du Pape, famosa por sus bodegas y de donde nos trajimos una botellas de buen vino como recuerdo.
Una vez en casa, cena y de allí a uno de los bares del paseo, que tocaba fútbol y jugaba el Barça contra no se quién. Paseo nocturno mientras por la ciudad de Beaucaire y a dormir.


 



Nota: para ver las fotografías correspondientes a este relato en mi pagina web pincha en este enlace

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