jueves, septiembre 03, 2009

El helecho


El niño abandona la sala aburrido por la charla incompresible de los mayores, vagando a través de las otras salas del balneario donde grupos tan aburridos como su familia hablan sin parar. Alcanza la puerta de cristales que se abre a un pequeño jardín lleno de hortensias cuajadas de flores que van del rosa más pálido al azul más intenso pero, por una vez, las flores no llaman su atención, sino que se siente atraido por el bosque que se inicia un poco más alla. Pinos doblados bajo el peso de las piñas alternan con imensos eucaliptos que parecen buscar el cielo gris de la tarde, bailando a merced del viento. El suelo del bosque esta totalmente tapizado de helechos y cada pocos metros una mata de moras esta cuajada de bayas maduras.
Se pone de puntillas para alcanzar las más maduras llenando su cara y su camisola blanca de churretones morados. Piensa que le van a dar unos azotes como siempre que hace algo que a su madre le parece mal. Y son muchas las cosas que le parecen mal al lo largo del día. De pronto su atención se fija en los helechos que tapizan el suelo, como una hermosa alfombra verde.
Se tiende en la tierra cubierta de musgo y sacude sobre su cabeza la enorme hoja de un helecho, a modo de un gigantesco parasol que deja pasar la luz entre sus hendiduras. Se incorpora a duras penas y se sacude la culera del pantalón. Vaya, también se ha manchado de tierra. Agarra el helecho más próximo y lo deja escapar entre sus dedos. Vuelve a hacer lo mismo en el sentido contrario para arrancar las hojas del mismo modo que se despluma a un pollo y siente un dolor agudo. Cuando abre sus manos entre el verde de las hojas rotas brotan rojas flores de sangre.
El niño, por primera vez en su vida, adquiere la conciencia de que lo bello tambien puede ser malo. Y llora. A lo lejos se escucha la voz de su madre reclamando su presencia. El estruendo de un trueno cruza el cielo presagiando una tormenta de verano.

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