sábado, febrero 23, 2008

destino, Taboada


Un día de primavera, poco después de nuestra llegada a Monforte, nuestro padre entró muy contento en casa con un periódico en la mano. Poco antes se había presentado en su despacho un hombre con ese mismo diario en la mano, por el cual se había enterado de que papá había sido destinado aquí y al ver su nombre, se dió cuenta que él no podía ser otra persona que el teniente con el compartió parte de la guerra y del que tan buen recuerdo tenía.
Así que había que preparar buena comida, que se quedaba a comer con nosotros para recordar viejos tiempos, con gran apuro de mi madre " tú siempre igual, ni te das cuenta de que es muy tarde para comprar ".....el típico rosario de quejas de siempre. Ni caso. Al mediodía apareció papá con un hombre grandón, con una tripa inmensa y el pantalón a la altura de los sobacos, una inmensa cara coronada por un bigotazo enorme y una sonrisa más enorme todavía.
El bueno de Ramón no paraba en toda la comida de sonreir y de devorar con la mirada a " su teniente ", recordando las mil y una ocasiones en las que, según contaba, mi padre había sido otro padre para él. Ya en los postres dijo que querían recibirnos en su casa, que pronto iban a ser las fiestas en el pueblo y que todo su empeño y el de su mujer era que fuésemos sus invitados.
Llegó el momento de ir y la única posibilidad de hacerlo era a través del autobús. Así que un tarde, con todos los bártulos para el viaje, incluido el cesto con la merienda, nos subimos al coche que tenía su parada a la orilla del río Cabe. En aquella época, hará unos cuarenta años, los autobuses rurales en Galicia eran distintos de lo habitual. La mitad delantera era como en otros vehículos, con asientos de hule muy incómodos, pero la mitad posterior era una especie de jaulón de madera, formado por largos travesaños de madera y cuya puerta posterior era una rampa de madera que se abatía para que el ganado pudiese viajar tambien. Porque cerdos, ovejas y vacas eran pasajeros habituales y en lugar de asiento tenían una cama de estiercol para viajar comodamente. Imaginarse el aroma que nos podía acompañar todo el viaje. Me rio yo ahora de esos circuitos de turismo y aventura tan de moda en la actualidad.
Bueno, una vez acomodados todos, ganado y pasajeros, el autobús arrancó como pudo e inició su lento andar renqueante. Más o menos eran las cuatro de la tarde.
Ahora, recordando aquel trayecto, comprendo a Kavafis en que lo importante no es llegar a un sitio, sino el viaje.
Cada poco rato se producía una parada. Bien porque esperaba alguien al borde de la carretera, bien porque otros tenían que bajar. Lento, todo muy lento porque los pasajeros se acompañaban del ganado. O de pronto el conductor paraba: " bájense aquí que hay una fuente con aguas muy buenas para el riñón ". Y arrancaba de nuevo como podía " Oiga, espere, que hay una señora que bajó a mear ".....Así todo el camino.
A media tarde se hizo una parada más larga para que todos pudiéramos merendar. Nos acomodamos en un prado cercano, mi madre sacó una manta del equipaje y la tendimos en el suelo. Se abrió la cesta, apareció un mantel blanco y pronto la tortilla, los filetes empanados, el pan, el vino. Agua, como es lógico de la fuente vecina.
Vuelta al autobús y seguimos viaje hasta que, de pronto, se terminó la carretera. Estaban construyendo uno de los múltiples embalses sobre el Miño, el de Belesar, que había anegado pueblos, montes y carreteras. Se sacaba toda la fuerza del río para crear luz, pero todos los pueblos de alrededor seguían a oscuras. Asi que todos a tierra y nos llevaron hasta una barcaza que estaba varada a la orilla del Miño donde nos acomodamos todos: ganado, equipaje y pasajeros. Cruzamos el río con ayuda de unas largas pértigas hasta llegar al otro extremo de la carretera cortada, en donde estaba esperando otro autobús para cargar con todos nosotros.
Al fín, unas seis horas más tarde llegábamos a Taboada donde nos esperaban nuestros amigos. El viaje duró unas seis horas para recorrer poco más de 40 kilómetros. Y aunque vapuleados y cansados, llegamos contentos.

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