sábado, diciembre 01, 2012

Un transplante con dos finales

 
El amor de Blanca y Fernando no fue de esos flechazos a primera vista, sino que se fue cimentando tras muchas sesiones en el hospital, muchos días en la sección de diálisis donde ella tenía que acudir varias veces por semana a lo largo de los tres últimos años.
Blanca, aunque en la actualidad no era ni la sombra de lo que había sido, según le gustaba comentar a los que se ponían a tiro, era una mujer que rondaba la cuarentena, con una cara muy ancha en la que las facciones parecían esfumarse,  oscurecidas por la fuerza de sus ojos.





 Cuerpo rotundo, caderas anchas y unas manos que de puro grandes no parecían suyas, pero que movía al hablar como si fuese una golondrina que estuviese dibujando el aire. Había sido profesora de viola en un conservatorio de una pequeña cuidad de provincias hasta que sus malditos y maltrechos riñones la obligaron a tocar tierra, a no vivir más que pendiente de las visitas al hospital y de la posibilidad de que apareciese un donante para abandonar la lista de candidatos a un transplante. A pesar de todo, los días que no estaba atada a las máquinas intentaba mantener una actividad lo más cercana posible a la normalidad, aunque esa jodida laxitud que parecía envolverla hacía que pareciese vivir a cámara lenta.
La relación con Fernando fue la habitul entre una paciente crónica y una persona dedicada a cuidarla y hacerle más llevaderos sus achaques, pero poco a poco se fue tejiendo una relación distina a la profesional. Fernado era bastante mayor que ella pero seguía manteniendo toda su vitalidad y había recuperado el ánimo tras el fracaso de su vida amorosa. Casado desde hacía veinte años, aunque no habían tenido hijos, su relación con Estrella parecía ir sobre ruedas hasta que una dia, bueno, una noche, tuvo la mala fortuna de cambiar el turno en el hospital a última hora porque se lo pidió un compañero. Se paró de camino en un " Opencor " y compró una botella de cava bien frío y una caja de bombones belgas, la pasión secreta de su mujer. Pero al llegar a casa descubrió que la pasión secreta no era esa, sino el cabrón de Anselmo que, no conforme con compartir con ella el día en el instituto donde ambos trabajaban, también compartía las noches que él se iba a trabajar.





Fernando se fue dejando enrededar por Blanca, como si los tubos que la conectaban a las máquinas fuesen una red que lo iba atrapando. Pero despues de tantos años de hastío, a Fernando le llegó el momento de recuperar ilusiones y se sentía feliz de volver al trabajo, sobre todo los días en que Blanca acudía a diálisis.
Comenzaron a verse los días en los ambos estaban libres, ella de sus tubos y él de su turno en el hospital. Lentos paseos por la Explanada para terminar frente al mar tomando un helado en una terraza o un capuccino si el día estaba revuelto, les permitían irse conociendo poco a poco y la verborrea un poco desmayada de Blanca encajaba con la mirada atenta de Fernando, que parecía beber hasta la última de sus palabras.
Al final siempre terminaban hablando de lo mismo, del momento en que Blanca encontrase un dondante adecuado para poder ser transplantada y olvidar el suplicio de su vida actual, entremezclado con cada vez más frecuentes muestas de afecto, tejiendo sueños a medias pues no se atrevían a más. " El día que no me canse, el día que pueda vivir sin esta puta máquina, el día que.....".
Pero los días iban pasando, las sesiones se iban haciendo más frecuentes, a medida que los análisis evidenciaban el deterioro de Blanca y cada vez eran más raros los momentos en que hablaba de un futuro sin máquinas. A medida que su piel se apagaba, tambien se enfriaba su ánimo y por mucho que lo intentase Fernando con su empeño, forzado en muchas ocasiones, a Blanca se le acababan las ganas de luchar.


 

FINAL
Los plazos se iban agotando y Blanca decaía a ojos vistas. Las sesiones de diálisis cada vez se hacían más frecuentes y el remonte de sus parámetros analíticos era cada vez más árduo. Hubo varias llamadas a media noche para salir corriendo de casa con el maletín preparado de antemano, pero ninguna vez llegó a cuajar la posibilidad de hacerle el tan deseado transplante.
Fernando sentía como otra mujer se iba escapando de su vida y ahora tampoco podía retenerla a su lado. Un día le planteó al nefrólogo la posibilidad de donar uno de sus riñones a Blanca, pues siempre había sido un hombre cuidadoso de su salud y le gustaba alardear de que tenía unos análisis de un bebé. Al principio intentaron disuadirlo pero su empeño fue mayor y se sometió a la tortura de una biopsia.
Tumbado en la camilla, sentía como el trócar hurgada en su cuerpo hasta que, al cuarto o quinto intento, el médico se dió por satisfecho con la muestra obtenida.
Los días que pasaron hasta tener los resultados fueron un cúmulo de ansiedad y de esperanza alternando con el más negro pesimismo pero, al final la noticia fue la deseada. Eran compatibles y Fernando podía donar un riñon a su amada.
Se programó la intervención y, en contra de las normas del hospital se les dejó compartir la misma habitación. En el antequirófano, cada una en su camilla, se despidieron antes de caer bajo el sopor de la medicación. Todo resultó perfecto y a los pocos días Fernando pudo volver a la vida normal, mientras Blanca se sometía al aislamiento para evitar el rechazo.
Sin embargo las cosas no discurrían como Fernando esperaba. A medida que Blanca iba reviviendo notaba que se mostraba más fría con él, más distante. Una tarde de noviembre, cuando ya la noche había caido y la luz de las farolas se difuminaba con la niebla, Blanca dijo que tenía que sincerarse, que la perdonase pero que el nefrólogo y ella habían acabado enamorado.
Fernando sintió un mazazo en la nuca, se sentó en el borde de la cama antes de reaccionar. Después, levantándose muy despacio, metió la mano en el bolsillo y sacó la pulsera de piel que ella le había regalado. La vació de dinero, retiró las tarjetas y la echó sobre la colcha. Despues hizo lo mismo con la alianza de oro que llevaba en el anular izquierdo. Y le dijo.
" Ahí están tus regalos. Por favor, devuélveme el mío cuanto antes ". Y salio sin mirarla.

OTRO FINAL
Pero mi amigo Pepito Grillo propuso otro final. Así que dejo los dos y que cada cual se quede con el que más le guste. Y que si soy sincero, también me seduce aunque siento que no se me hubiera ocurrido a mi. Gracias.

Los plazos se iban agotando y Blanca decaía a ojos vistas. Las sesiones de diálisis cada vez se hacían más frecuentes y el remonte de sus parámetros analíticos era cada vez más árduo. Hubo varias llamadas a media noche para salir corriendo de casa con el maletín preparado de antemano, pero ninguna vez llegó a cuajar la posibilidad de hacerle el tan deseado transplante.
Una noche, cercana ya la Navidad, el servicio de urgencias del hospital disfrutaba de una desusada tranquilidad. Fernando, junto a sus compañeros del turno de noche estaban de charla en el cuarto de descanso mientras una enfermera preparaba un chocolate en una vieja perola sobre una estufa eléctrica. De pronto un tumulto procedente de la puerta de entrada hizo saltar a todos de sus asientos. Santos, el celador de urgencias, entró despavorido diciendo que había faena. Un deportivo se había saltado la mediana, se había precipitado contra otro coche y traían dos accidentados que parecían estar en estado crítico. Al parecer el conductor del deportivo se había quedado en el asfalto.
Todos se pusieron a en marcha con la vieja precisión de una máquina bien engrasada. El hombre estaba cubierto de sangre pero aparentemente no tenía nada de importancia. Pero su acompañante estaba muy mal, apenas sin constantes y parecía un vegetal. Lucía, la vieja compañera de turno de Fernando creyó reconocer en la accidentada a su antigua mujer, a pesar de que estaba desfigurada. Tubos, vías y toda la parafernalia en estos casos. Sí, era su ex y el cabrón de Anselmo.
Los subieron a escape a la UVI y allí siguió la lucha pero Estrella pronto tiró la toalla. En coma vegetativo resistió dos días hasta que se rindió. Fernando recordó aquel día en que, cuando todo iba bien entre ellos, se hicieron la tarjeta de donantes una mañana en el mercado. Ahora, por una carambola del destino parecía que se unían sus dos amores en uno solo. Y que se cobraba una mezquina reparación.
Maravilla de maravillas. Estrella y Blanca eran compatibles y el transplante se puso en marcha. Todo fue bien. Al cabo de unos meses, ya en la calma de casa, cuando sentados en el sofá, Fernando ponía la mano en su cintura, no podía evitar un estremeciento pensando que también estaba tocando a Estrella.

2 comentarios:

xaby dijo...

mejor el segundo final, una vida ayuda a otra, el ciclo de la vida. Se podría hacer un corto, te animas?

cal_2 dijo...

lo del corto es cosa tuya, que a mi eso se me escapa.....pero yo prefiero el primer final jaja
un abrazo