domingo, julio 29, 2012

En tierra, en humo, en polvo en sombra, en nada / En aire, en cuerpo, en mar, en luz, en vida




Gracias Pepito Grillo por tus ideas y tu apoyo





La luz del nuevo día comienza a colarse a través de las barras de la persiana y los primeros rayos de luz van formando a modo de la piel de una cebra sobre los pies de la cama de Rubén. Desde la cama contigua le llega la respiración algo agitada de Pedrito, que ha pasado mala noche y ha tenido en danza a las enfermeras y al residente de guardia. Por la puerta entreabierta escucha la actividad de la planta tras el relativo silencio de la noche. Los pasos presurosos de las auxiliares que entran en cada habitación para comprobar como están los niños, el llanto de alguno que se ha despertado asustado al no encontrar a su madre al lado, el ruido del carrito en el que vienen los desayunos precedido del aroma a café con leche o el chirrido de la camilla en la que llevan a alguno a hacer pruebas a primera hora.



Rubén es veterano en la planta, son muchos los ingresos que lleva a sus espaldas y es capaz de distinguir todos los ruidos que le rodean. Ya lo sabe. Un nuevo día con todo lo que conlleva la rutina en el hospital. Hoy tal vez le tengan alguna prueba preparada y eso siempre es divertido porque se sale de lo cotidiano y desde lo alto de la camilla puede recorrer otros pasillos, hablar con nuevas personas. Ojalá venga a recogerlo ese celador joven al que le falta el brazo izquierdo desde el codo y que lleva la camilla como si fuese un coche de fórmula uno, sorteando sillas de ruedas de otros pacientes u otros obstáculos que se presenten en el camino.




Ahora le están friendo a pruebas porque ha llegado el doctor Fañez al servicio con todo el ímpetu de su juventud y se ha hecho cargo del sector donde está ingresado. Joven como es, se cree con toda la sabiduria y el pobre ha dado orden de repetirle más pruebas, como si pudiese solucionar sus problemas. Ya se desengañará. Un calambre recorre como un rayo su pierna izquierda y con la otra, con la buena, intenta frotársela para aliviar la quemazon. Ya se pasará, siempre es lo mismo, piensa Rubén con la paciencia que da el hábito.
Se abre la puerta y entra una de las auxiliares, Marta, una rubia rellenita que a Ruben le hace una gracia especial. Más de una noche se ha dormido pensando en ella y por la mañana no sabía como ocultar la evidente mancha de su pijama. Ahora mismo, cuando la oye decir que no desayune, que ha de estar en ayunas, nota como un cosquilleo en la entrepierna y echa sobre la colcha el comic que tenía a un lado para que esta no note la repentina elevación.



Ruben tiene días como todos y otro más especiales, como dice él. Y hoy piensa que es uno de estos.
Un día que navegaba por internet, Rubén se encontró con esta frase que le produjo tanta impresión que la apuntó en una libreta para no olvidarla y ahora, que no necesita leerla para recordarla, piensa a menudo en ella:

" En tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
En aire, en cuerpo, en mar, en luz, en vida.

Ruben siente que su cuerpo es tierra, que está anclado a ella y que su maldita pierna parece como si estuviese clavada, impidiéndole hacer la misma vida que los amigos con los que comparte los periodos de vida entre cada época de hospital. No puede seguir su ritmo ni mantener lazos afectivos permanentes pues los demás van a su bola, no pueden atar sus actividades a la de un jodido tullido que ni salta, ni corre ni puede huir despues de levantarle la falda a las niñas en el patio del colegio.



Pero Rubén no solo es tierra, tambien es humo porque mucho de sus intentos de hacer algo son como llamaradas repentinas que se apagan dejando tras si una columna de humo que se pierde en el vacío, cuando ha hecho un plan resulta que su cuerpo se rebela, los médicos se alarman y vuelve al trullo como si fuese un condenado a perpetua.
Rubén no solo es tierra, o humo, también es polvo y desde su cama de hospital puede contemplar como las minúsculas pelusillas de polvo recorren las columnas de humo para desaparecer tragadas por las franjas de sombra hasta caer al suelo donde suben de nuevo removidas por el aire para caer de nuevo y fundirse con las baldosas.



Rubén no solo es tierra, o humo, o polvo, también se siente una sombra cuando está con sus amigos, nadie cuenta con él y se da cuenta que, cuando cuchichean al paso de una chica no se fijan en él, como si el hecho de no poder moverse libremente como ellos no le permitiese sentir como se alborota todo él cuando se fija en un pecho, en unos labios carnosos. Tal vez por eso, aunque sea una contradicción, prefiere verse encerrado entre las cuatro paredes de esta habitación donde es un viejo conocido para todo el personal de la planta, ese crío que han visto crecer entre el barullo de análisis, radiografias o mil malditas pruebas más.
Rubén no solo es tierra, o humo, o polvo, o sombra. Muchas veces se siente nada, que no existe y que si desapareciese pocos lo iban a echar de menos. Sí, claro, ya sabe que para sus padres sería un mazazo pero, a veces piensa que también un alivio despues de estos casi quince años que luchan por él. Los demás pronto lo olvidarían, tal vez algún amigo se recordase alguna vez del mermado de Rubén, ese que tenía la pata renca y dibujaba campos de futbol del Barça como un ángel. Y la gente de la planta pronto ocuparía su hueco con la preocupacíon por nuevos pacientes, tal vez más gratificantes que él.


Pero Rubén no solo es tierra, o humo, o polvo, o sombra o nada. Hay días como hoy, tal vez los más raros de esos dias especiales en que piensa que puede ser algo más, que ya ha cubierto con creces el cupo de sufrimiento que otros tienen para toda una vida y él apenas acaba de aterrizar en ella. Cojones y esto lo dice bajito no sea que alguien le llame mal hablado, esto se reparte muy mal. Algo de eso ha comprendido después de leer una novelita que encontró en la biblioteca del hospital y que el administrativo dejó que se la llevase a su habitación pensando que era un cuento de humor. " Es de Mark Twain, ya sabes él de Tom Sawyer " le dijo con aire de condescendencia.


Sí, claro que era de ese autor, un señor con grandes barbas como se veía en el retrato de la solapa. La novela, apenas unas docenas de páginas se llama " Cartas desde la tierra " y advertía que no se pudo publicar hasta cincuenta años después de muerto su autor. Esto expoleó su curiosidad. " Aquí ha de haber guarrerías" pensó con una pizca de pillería. Pero a medida que comenzó a leer, se dió cuenta que los tiros no iban por ahí y devoró las páginas en muy poco tiempo. Allí comprendió esa queja sorda que tenía contra quien lo creó así, ese dios que salvó las personas y animales en el arca de Noé solo como vehículos en los que pudiesen sobrevivir todos los microbios con los que, en sucesivas plagas, iría diezmando las futuras generaciones.



Por eso se siente harto de sentirse tierra, humo, polvo, sombra, harto de no ser nada y en días como hoy en que hace un rato ha podido ver los muslos de Marta cuando se agachó a recoger algo del suelo, piensa en que ha de ser algo más.
Piensa que un día puede ser aire, que ya está bien de arrastarse por la tierra y convertirse en un piloto maravilloso como aquel que escribió " El principito " y que se perdió en medio del desierto para convertirse en sueño y en leyenda, en ayuda para todos aquellos que, como le sucede a él, se anclan a una puñetera cama de hospital para que sueñe y luche para remontar el vuelo. Ya lo decía la abuela María, la madre de la abuela Paqui, pequeñita como una patata, que a donde uno no pueda llegar con la mano, ha de alcanzar con la cabeza.



Sabe que un día puede ser aire, que será cuerpo libre y que esa jodida pata renca no será obstáculo, sino acicate para seguir. Recuerda una noche de esas que él llama
de sombra puta en la que se coló el médico nuevo en su habitación y que, sentado a su lado en la cama, supo sonsacarle sus penas. Rubén, que ya es perro viejo en estos menesteres, piensa que el médico no sabe mucho de donde le da el aire, con tantas ansías de curarlo y todo eso pero que a bueno no le gana nadie. Ahora duda si la historia que el contó el doctor Fáñez sobre él es invento o realidad, pero recuerda como le contó su infancia en un pueblo perdido en la sierra de Segovia donde se refugió su madre para ocultar la preñez, el cuidado de la abuela, la fingida severidad del abuelo, sus muchas enfermedades de niño, los insultos de los otros críos por ser hijo de soltera, su afán de siempre por llegar a médico, todas las cervezas que tuvo que servir en el bareto de la ciudad para poder pagarse sus estudios, el día que aprobó la última asignatura de medicina, todos los días de guardias compradas con las que pagar deudas atrasadas, su ansia de curarlo ahora.....



Desea que un día pueda ser aire, vivir en un cuerpo libre y llegar al mar. Todavía recuerda la primera vez que vió el mar. Tendría ocho años y hacía mucho que se lo pedía a sus padres. La mañana de Reyes, entre todos los regalos había un sobre con rebordes plateados y en su interior una tarjeta con una solo palabra: SORPRESA.
Su padre comenzó a meter prisa a todos y en un periquete estaban metidos en el coche. Las dos horas largas que duró el viaje no paró de importunar sobre el destino pero la única respuesta de sus padres era esa: SORPRESA. La nieve bordeaba la carretera hasta que su padre dejó la autovía y metió el coche por una carretera comarcal. Curvas y mas curvas hasta que llegaron a una especie de balconada.




Su padre detuvo el coche y lo ayudaron a bajar. Su madre, tras pedirle que cerrase los ojos, empujó su silla de ruedas mientras canturreaba " sorpresa, sorpresa ". Al abrir los ojos lo primero que vio fué una inmensidad azul grisácea que se fundía son el cielo lleno de nubes. El mar, eso era el mar. Parecía no tener fin. En primer plano se veía el pueblecito tendido en la ladera de la montaña con sus casitas que parecía se iban a desprender hacia el vacío. Volvieron al coche y su padre condujo el vehículo por unas callejuelas tan estrechas que las casas de ambos lados parecía se fuesen a dar las manos.
Llegaron a la playa y le pidio a su madre que le dejase echarse en la arena, cerca de la orilla. Cogió un pulado de arena y esta resbalaba entre sus dedos con una sensación de frescura, como si dejase caer oro molido, la espuma de las olas mojaba su cara y en ese momento supo que un dia, él tenía que llegar a ser mar, a moverse con el ímpetu de las olas que rompían en la orilla, con ese continuo ir y venir del agua. Mar, mareas, movimiento.


Piensa en que pueda ser aire, tener un cuerpo libre, llegar al mar y alcanzar la luz. Rubén identifica la luz con las miradas llenas de vida, con la sonrisa de las personas que quiere, con las palabras amables de las enfermeras, con los ojos verdes con pintitas de oro de Marta, la auxiliar, a la que siempre procura mirarle a la cara luchando para que su vista no baje a ese escote donde nacen los pechos que parecen querer saltar fuera del uniforme. Luz es la que sentía a todas horas hace un tiempo cuando compartío la habitación con otra cría. Lucía, dos años menos que él con un cuerpo enclenque que encerraba un corazón inmenso. Apenas estuvieron un mes juntos pero en ese tiempo la complicidad fúe total, de ella aprendió el ansia de sentirse luz, siempre decía que ella sería luz un día. Una mañana, al despertarse, la otra cama estaba vacía y al preguntar por ella no obtuvo más que evasivas y miradas de tristeza.




Rubén sabe que es aire, que tendrá un cuerpo libre, que llegará al mar y alcanzará la luz porque en él hay VIDA, que esta será más difícil que para los demás pero, por ese motivo, su vida es, será vivida plenamente.



" ¿ Ruben Bravo ? ", desde la puerta abierta de par en par, pregunta el celador. " Vamos, nos toca ir a rayos ".

1 comentario:

pequeño dijo...

joder se me han puesto los pelos como escarpias