sábado, febrero 04, 2012

Un día en el colegio


Sandra, en actitud totalmente impasible, se mira las manos que ha depositado sobre su regazo mientras oye el rosario montónomo que desgrana su profesora la cual, sentada en su mesa, muestra signos inequívocos de nerviosismo mientras tamborilea con su " bic " sobre el tablero de formica. A un lado de las dos se oye el fingido lloriquéo de Pascual, gordo y mantecoso como un bollo de Pascua, que gime y gime prometiendo que no lo volverá a hacer más. Desde el pasillo llega el mosconéo de los demás críos que esperan a entrar en el aula, una vez terminado el recreo. Se oye el timbre anunciando la vuelta a la actividad y un niño se atreve a abrir la puerta y asomar la cara por el hueco, pero la voz cortante de doña Angela, corta de raiz el conato de entrada.



La maestra se levanta bruscamente y cruza el aula taconeando con firmeza. Se oye su voz pidiendo silencio a la fila que espera formada frente a la puerta y amenzaza con no sé sabe que penas si no hacen caso. Cierra con cuidado la puerta, evitando el portazo y vuelve a su asiento y fija su mirada en Sandra que siga sin cambiar su actitud imperturbable. Deja pasar un par de minutos y reanuda el interrogatorio, volviéndose de lado hacia donde sigue gimiteando Pascual el cual, al ver la mirada de la maestra, corta de cuajo su quejumbroso lamento.
Una vez más Angela intenta que la niña explique la situación. Son demasiadas las veces que la han pillado robando dinero del personal del centro o cuatro monedas del bolsillo de sus compañeros aprovechando cualquier pretexto. " Seño, que me he dejado el almuerzo en el pupitre ", " Seño que he de volver a los vestuarios por esto o lo otro ", da igual, se inventa excusas para volver a clase y ratear todo lo que encuentra. Al principio nadie reparaba en ella pero al ver como regalaba dinero a sus compañeros o la cantidad de chuches que consumía en los recreos, hizo que las sospechas recallesen en ella.



De nuevo comienza el mosconeo de los críos que esperan en el pasillo y el tamborileo del boli sobre la mesa indican que el nerviosismo de doña Angela va en aumento cuando, sin cambiar su postura, Sandra le pregunta a la seño si puede hablar. " Eso llevo esperando todo el rato ", le responde esta.
Sandra levanta la mirada, nada en ella indica nerviosismo o emoción alguna. Es una niña de unos diez años que, si fuese mejor vestida y algo más limpia, con el pelo grasiento y mal peinado, podría decirse que es guapa, pero su aspecto desastrado induce a pensar lo contrario.



" Bueno, seño, yo no hago nada malo. Solo cojo dinero para que los otros niños me quieran. Si les doy dinero o chuches me dejan jugar con ellos en el recreo. Y lo mismo pasa con Pascual, me ayuda a coger dinero y así él tambien puede repartir y no le pegan los demás en el patio o no le llaman " tocinón ". En casa mi madre no hace más que decirme que estorbo, que ojalá me hubiese parido en sangre y que acabaré en un reformatorio y se enfada porque ve que su novio me toca la cara y las tetas. Yo no hago nada. Solo quiero que me dejen en paz y salir un día de este sitio. ¿ que si me arrepiento ?, no sé, yo hago esto y nada más, total son cuatro perras que me dan para que los demás me dejen tranquila. Tampoco ellos se arrepienten cuando me llaman marrana o no me dejan jugar en el recreo y en casa, otro tanto, sal de ahi, estorbo, que ojala no te hubiese parido ".
Todo esto con un tono monótono, sin cambios en la voz, sin manifestar el menor atisbo de emoción. " Seño, me meo, ¿ puedo ir al servicio ?. " . Doña Angela, con el corazón encogido, le da permiso con un gesto sin pronunciar palabra. Fuera, el rebumbio se ha hecho imparable.

1 comentario:

pequeño dijo...

sin palabras