lunes, agosto 09, 2010

La colcha de ganchillo


Entre la aburrida correspondencia del trabajo encuentro un sobre cuadrado y mi primera idea es desecharlo, " vaya, otro coñazo más, mierda de propaganda ". Pero el mensaje que figura en la cubierta llama mi atención y hace que lo abra. " Nosotros ponemos nuestros 5 sentidos pero a veces no es suficiente...dejese guiar por la intuición ". Lo rasgo y saco el folleto desde el que me mira el rostro de un niño rarito. El choque es grande, " pero si es Pedrito ". Su recuerdo que no se ha borrado a pesar de los años transcurridos. La cara de rasgos toscos, sus enormes gafas de miope, con la boca entreabierta que deja asomar una lengua enorme y unos dientes deteriorados.
Leo con detenimiento el folleto en el que viene una información divulgativa sobre un síndrome de esos que, por fortuna, afectan a un porcentaje muy pequeño de niños. No creo oportuno poner el nombre del mismo para que no vayan volando al " wiki " y ver en que consiste. Simplemente decir que es una enfermedad de esas que se llaman " raras " de las cuales se desconoce prácticamente todo, pero que llevan a un final desgraciado en cuestión de pocos años después de trastocar la vida de su familia. Y por eso, por ser raras y no ser productivo su tratamiento, los laboratorios no se preocupan de investigar sobre ellas.
Como he dicho, han pasado muchos años pero Pedrito es una de esas personas que nunca he podido olvidar. Ni él, ni sus padres. La historia comenzó en el último curso de mi periodo de formación hospitalaria. Era a finales de los setenta y por aquella época me tocaba rotar por la sección de incubadoras y de recién nacidos. Una mañana me llamaron al paritorio porque había nacido un niño que precisaba reanimación. La matrona y las enfermeras comentaban que el pobre crío iba a ser abandonado, por lo que lo bautizaron con agua de socorro y le pusieron el mismo nombre que a todos los nacidos en igual en su misma situación: Jesús. Su madre, una adolescente soltera, quería desahacerse de él y lo pensaba dar en adopción.
Por aquellos años los temas legales estaban más en mantillas que ahora y era más fácil buscarl un hogar rápidamente a niños como estos. Cuando llevaron a Jesús a " Nidos " una de las enfermeras del servicio telefoneó a una amiga que estaba buscando un niño como loca. Al cabo de unos minutos esta hizo su entrada como una tromba en el servicio. Era Asun, una mujer rubia de unos treinta y tantos años que se presentó sin arreglarse, con la bata rosa y las zapatillas con las que estaba en casa. Cogió al niño en sus brazos y ya no hubo modo de que se separase de él. Recuerdo que las enfermeras le dijeron que fuese a comprar ropa para el bebé y volver a buscarlo, pero ella pidió una toalla, lo envolvió y salió feliz con él en brazos.
Terminé el periodo de residencia, fuí unos meses al paro en los que preparé las oposiciones. Unos meses después obtuve una plaza, mi primer trabajo como responsable de un cupo recién creado, en un barrio burgalés. Me busqué la vida como pude, metiéndome como piojo por costura y al cabo de unos meses se presentó Asun en mi consulta para preguntar si quería ser el médico de sus hijos. El mayor, de unos tres años de edad, que tambien había sido adoptado. Y Jesús que ahora se llamaba Pedro, Pedrito, de casi un año de edad. Me contó que al principio todo había ido fenomenal, se trataba de un bebé rollizo que crecía a marchas forzadas pero a partir del sexto mes comenzó a torcerse todo y, lo peor de todo, había retrocedido muchísimo desde el punto de vista intelectual. No se sentaba, había dejado de parlotear y nadie les sabia explicar lo que pasaba con él. Le ofrecieron a Asun la posibilidad de renunciar a a tutela sobre su hij y esta reaccionó como una leona herida. Para él, Pedrito era como si lo hibiese parido y era más entraña suya que si hubiese salido de su vientre.
Y yo tampoco supe explicar nada, en ese momento se desconocía todo sobre su enfermedad, hasta el nombre que tenía esta. Ahora sé que por aquellos años unos médicos franceses le dieron su nombre pero entonces no había internet y la información era muy, muy lenta.
Con el día a día se fué tejiendo una relación de amistad y de dependencia entre sus padres y yo. El niño crecía pero su mente regeresaba a marchas forzadas. Ya he dicho que estos niños tienen un cuerpo tosco, con los rasgos trazados como a hachazos pero eso no podía ocultar su sonrisa de felicidad cuando se sentía querido. Y eso lo era y mucho. La imagen de un niño de unos treinta kilos que su madre sostenía mecido en brazos como si fuese un bebé, la ternura que ella transmitía y la felicidad insconsciente del niño, están clavadas en mi memoria.
Fueroa surgiendo mil problemas y cuando se medio solventaba uno aparecía otro más serio. Infecciones continuas, problemas crecientes para alimentarse, dificultad cada vez mayor para moverse hasta quedar casi tullido. A todo esto Asún y su marido reaccionaban con mayores dosis de ternura y combatividad. Fueron pasando los años y yo era un visitante habitual en su casa, dos o tres visitas cada semana que no eran más que parches pero que siempre proporcionaban un poco de luz. Pero las cosas fueron empeorando y cuando Pedrito tenía poco más de seis años tiramos todos la toalla. La última semana estaba en su casa cada dos por tres veces y una noche, cuando me iba a acostar, me llamó Asun para decir que todo se acababa.
Me vestí a trompicones y fuí a su casa. Pasamos todos la noche alrededor del crío no pudiendo apenas aliviarlo hasta que con la luz del amanecer, Pedrito nos mandó a todos al carajo y dejó de respirar. Ha sido el único certificado de defunción que he firmado a lo largo de mi vida profesional. Y puedo asegurar que rellenarlo fué muy duro.
Al cabo de un tiempo me vino a visitar Asun acompañada de su marido. Me entregaron un paquete. Una colcha que ella había ido tejiendo a ganchillo los últimos meses y que me ofrecían como recuerdo. Y la colcha y su recuerdo siguen conmigo.

2 comentarios:

relatosweb dijo...

Que Pedrito, esté dónde esté siga velando y protegiendo con su sonrisa a los que estuvisteis a su lado.

Por momentos me pusiste los pelos de punta..uuuuuuuf.

un abrazo

cal_2 dijo...

Me hubiese gustado saber describir como son esos padres, la fuerza y el coraje con el que siempre han luchado por sus dos hijos, ambos adoptados. Y me alegra que hayas vuelto a escribir, te echaba de menos, amigo