jueves, marzo 18, 2010

PROPUESTA NUMERO II



Cuando a Pedro le hablé del proyecto de escribir " Propuesta numero I ", se echó a reir y me contó una experiencia similar que voy a limitarme a transcribirla tal cual la relató a traves de Internet.

"Pedro trabaja en una multinacional de ingeniria con sede en Madrid. Hace unos se incorporaron unas nuevas compañeras procedente del Pais Vasco, bilbainas por más señas, que revolucionaron las oficinas por su carácter tan extrovertido. En cuestión de poco tiempo, Pedro se dió cuenta de que las tres tonteaban con él, pero sobre todo una de tomó la iniciativa y comenzó a ponerle cerco, aunque él se hacía el distraido.
Maritxu era una treinteañera con un cuerpo raro, grande y con aspecto de matrona, como si fuese uno de esos muñecos hechos con neumáticos Michelín, al que se le hubiese aplicado un par de tetas enormes, cadas como si se aplastasen contra su cuerpo y que bambolean como dos campanos cuando caminaba. Y además, con unos ovarios descomunales.
En principio vivieron las tres amigas juntas, pero Maritxu prefería ser independiente por lo que alquiló un piso por el barrio del Puente de Vallecas y al poco tiempo de instgalarse, organizó allí una fiesta de presentación, a la que invitó por lo menos a unos cincuenta amigos y compañeros de trabajo. Pedro estaba entre ellos.
La fiesta dió comienzo la tarde de un sábado. En la calle hacía mucho calor y del asfalta parecía subir fuego. El piso aunque era amplio, poco a poco empezó a llenarse de gente y gente hasta que la casa se volvió pequeña. Mesas con bebidas y comida distribuidas por todos los rincones de la vivienda que pronto fueron atacadas por los invitados como una manada de buitres hambrientos. Maritxu parecía que quería ganar a todos la carrera con la bebiday se zampaba los combinados de un solo trago y en poco tiempo agarró un pedo monumental.
De pronto, Pedro notó que alguien le daba un tirón del brazo y lo llevaba a rastras. Era ella, que lo manejaba como un muñeco y, llevándolo hasta su habitación, hizo que se sentara en el borde de la cama y ella hizo lo mismo a su lado sin prestar atención a todos los amigos que los rodeaban cubata en mano, mientras la música sonaba a todo trapo.
A voz en grito para luchar contra el ruido que los rodeaba, Maritxu le confiesa que está loca por él, que desde que llegó a Madrid no sueña más en que tirárselo y que esta fiesta la montó solo para él, que le gusta mucho y que no hace nada más que pensar en estar siempre a su lado.
Pedro no sabe como salir del apuro, balbucea que no puede comprometerse en nada. Ella le dice que hable más alto, que no puede oirlo. El repite la negativa y esgrime como disculpa que acaba de salir traumatizado de una relación con otra persona y que ahora no se siente con fuerzas de empezar de nuevo.
Ella contraataca preguntándole si la rechaza porque es maricón. ¿ Yooooooooooo ?, noooooooo responde Pedro, añadiendo una vez más lo del reciente desengaño. Pero ella se levanta, le da un empujón que hace que Pedro se caiga de la cama y Maritxu se pierde entre la gente, llorando como una magdalena. En su ciego caminar empuja a unos y a otros, apaga el equipo de música, abre la puerta de la calle y comienza a dar palmadas avisando a la gente que se tiene que marchar.
Empieza el desfile de la gente que se va y a los intentos de despedida ella responde con un bufido. Al final se quedan tan solo Maritxu, algunas amigas rezagadas y Pedro imersos en medio de un caos de basura, con la casa totalmente revuelta, vasos derramados y platos abandonados sobre un suelo pringoso por la bedida caida y como música de fondo el llanto de Maritxu.
Pedro, muy educadamente, le dice que si quiere puede ayudar a poner algo de orden. Ella, con la cara roja de furía, le planta un escobón entre las manos y le grita ante los amigos presentes que, ya que no la quiere, al menos que sirva para limpiar la casa, que friegue para ella. Dos amigas se escabullen de la tormenta y los restantes se afanan en llenar sacos con la basura y adecentar el piso. Hacia las cuatro o cinco de la madrugada, Pedro totalmente rendido esboza un adios que no es respondido por nadie y sale a la calle en busca de un taxi.
El lunes siguiente Pedro llegó con miedo a la oficina, pero Maritxu actuó como si no hubiese pasado nada el fin de semana, no le suelta ni un reproche, ni da una sola explicación. Poco tiempo después pidió traslado a su Bilbao y Pedro nunca supo más de ella ".

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