Oposiciones a macarra

Al atadecer, cuando salimos de la ciudad, a la altura de la vieja fábrica de harinas, ya están esperando media docena de putas a que se paren los clientes. Tetas inmensas que se escapan a través de escotes que bajan hasta el ombligo, faldas inverosimilmente breves que dejan ver unos muslos de un metro de largo, montadas en plataformas sobre las que uno no se explica como pueden mantener el equilibrio, las mujeres hacen gestos a los ocupantes de los coches que pasan a su lado, entre huidizos y curiosos.
Hace unos días pasamos más temprano por la zona, justo cuando los chulos descargaban de sus cochazos a las mujeres para que diesen comienzo a su jornada laboral. No sé como se me ocurrió pensar en el camino por el que un hombre se convierte en macarra y vive a costa de explotar a sus mujeres. Tampoco sé si es políticamente correcto escribir puta o chulo, pero al menos es directo.
Pues eso, no me imagino a un niño que de pequeño diga que, cuanda sea mayor, quiera ser chulo como otros dicen que quieren ser médicos, bomberos o futbolistas del Real Madrid. Porque hasta los ladrones pueden tener afición a eso desde niño, ya sabes robar cromos del pupitre de un compañero o abrir el monedero de la madre, para sacar unas monedas con las que comprar chuches.
Pero macarra, como que no. ¿ De pronto uno se da cuenta que tiene gancho con algunas mujeres y que estas pueden soltarle toda la pasta ?. Porque, al menos que yo sepa, no hay academias donde formarse ni se convocan oposiciones para ocupar el puesto de chulo de putas y, sin embargo, ahi los tenemos, tan ternes. Como aprenden a pegar a sus mujeres, o a escupir por el colmillo mientras se ajustan el cinturón para que estas abran el bolso, es algo que me llena de curiosidad.
En fin, que a veces, se me ocurren unas paridas que ni que estuviese fumado. Fumado sin fumar, que eso tiene peor explicación.