miércoles, diciembre 30, 2009

Linea rosa



Como no es cosa de despedir el año con tanta negrura, ahí va un toque rosa para daros a todos las gracias por entrar en mi blog y desearos lo mejor para el año que tenemos en puertas. Un año más cerca, por cierto, de recibir el Nobel o, si no hay otra cosa, el Cervantes que tampoco es cosa de ahcerle ascos como Cela.

Gabriela se gana la vida gracias a que tiene una buena boca. En realidad, lo que tiene bien es la voz, una voz dulce y sedosa que parecía mentira que pudiese salir de una garganta de setenta años. Y eso es lo que los salvaba a ella y al Adrián porque con pensión que le quedó a este despues de dejarse vida y pulmones en las canteras, no llegaban ni al día diez de cada mes.
Un día mientras curioseaba en el internet del teleclub del pueblo vió en la pantalla del ordenador una página que le llamó mucho la atención. Pero Gabriela pensó que lo que había leido era una locura y se levantó sacudiendo esa idea de la cabeza. Por la noche, en la oscuridad del cuarto mientras oía los ronquidos de su marido, no paró de darle vueltas. En el anuncio decía que el trabajo era discreto y desde casa, que nadie se iba a enterar de que estaba metida en el ajo.
El fin de semana lo pasó Gabriela con el gusanillo dentro e intentaba matarlo diciéndose que estaba loca, pero el lunes a las cinco en punto estaba como un clavo ante la puerta del club, esperando que la pelma de la secretaria del ayuntamiento abriese. Sonó el cerrojo, se abrió renqueante la puerta del centro y Gabriela, soltando un bufido que parecía un saludo o un saludo bufado, daba lo mismo, se sentó ante el monitor y tras encenderlo comenzó a buscar la dirección. Le costó dar muchas vueltas, porque no acertaba a recordar bien. Cuando ya desesperaba, apareció la página buscada.
DINERO FACIL DESDE CASA. DISCRECION TOTAL. BUENA REMUNERACION.
Y ponía un telefono de esos caros, uno 800 no sé cuantos. Como si estuviese cometiendo un crimen, apuntó el número en un trozo de papel y con aire furtivo se lo metió en la bocamanga de la chaqueta. Esa noche mientras cenaban el tazón de leche con pan migada se lo contó al Adrían y este, despues de llenarla de loca y de intentar convencerla para que no llamase, tiró la toalla porque su mujer era mucha mujer.
A la mañana siguiente tras descolgar y volver a colgar el teléfono varias veces, marcó el número y escuchó una musiquilla pegadiza que se le hizo eterna hasta que oyó la voz de una mujer con acento extranjero que le preguntó que deseaba. Titubeando y llena de verguenza, Gabriela explicó que podía interesarle el anuncio y que seguramente haría bien el trabajo. Un momento, por favor, que la paso con la sección de pruebas, respondió la señorita. Esta vez una voz gutural de hombre le hizo una serie de preguntas, pidió que repitiese una serie de frases con la voz lo más sedcutora posible y Gabriela, muerta de verguenza fué repitiendo todas las indecencias que desgranaba el señor.
Este dijo que esperase un momento y oyó unos cuchicheos al otro lado de la línea. Al poco le dijeron que de acuerdo, que ellos le proporcionarían una línea de teléfono especial y le propusieron las tarifas. Gabriela estuvo a punto de renunciar pero ya que se había embarcado, tiró por la calle de en medio y mostró su aprobación.
Y así empezó con su nueva tarea. Como no era cosa de preguntarle a las amigas, buscó un videoclub del pueblo vecino y alquiló unas películas guarras para meterse en materia, aprovechando que el Adrián se iba a jugar la partida de dominó a la tasca.
Cada vez que sonaba el teléfono, respondía con la voz lo más sensual posible y mientras planchaba la ropa o hacía la casa, iba de aquí para allá con los cascos puestos mientras gemía ah, ah, ah como había visto hacer a las chicas de los vídeos.
Aprendió rápido y tan pronto era ama perversa prodigando azotes y latigazos como inocente colegiala que se dejaba bajar metafóricamente las bragas de algodón. Y todo eso mientras hacía la vida de ama de casa.
Pero el Adrián se aburre soberanamente. Ahora la tele ha de estar sin voz en cuanto suena una llamada o si la de la tos ha de salirse al patio para no espantar a los que llaman. La Gabriela apenas le habla porque tiene muchos fijos que se han enganchado a su voz y se gastan los cuartos en el teléfono erótico. Se acuestan los dos y él le da el culo porque ella una vez más está diciendo una serie de guarradas que le sorprenden, ella que cuando jugaban en la cama, apagaba todas las luces y no se dejaba quitar el camisón. Y ahora, con esto. Es el negocio, entiéndelo, decía ella.
Adrian se aburre. Se aburre y no sabe si dormir o morirse. Y se muere de aburrimiento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

las gracias te las tengo que dar yo a ti que gracias a este blog e conseguido leer cuatro lines seguidas gracias varelilla