miércoles, noviembre 11, 2009

LA CASA TUERTA



Desde tiempo inmemorial las casas de mi aldea tienen dos troneras en los tejados en forma de ojos porque la vieja creencia dice que a través de esas ventanas penetran las buenas influencias que los genios de los prados que rodean al pueblo lanzan sobre las personas que lo habitan, al tiempo que permiten que los malos pensamientos de estas se pierdan entre las nubes grises que ocultan la cima de la montaña. De este modo ha ido pasando la vida en el lugar, estación tras estación, sucediéndose los años sin que ningún contratiempo alterase la plácida y monótona vida de la aldea.
Pero hace un tiempo las cosas han cambiando y el miedo ha sentado sus reales en medio de la comunidad. Nadie se atreve a cruzar las callejas del pueblo en cuanto comienza a caer la tarde y la niebla que sube del río envuelve las casas.
Primero fueron las dos vacas de la sacristana que se ahogaron a la vez atragantadas por el corazón de una manzana de invierno y a las que no se pudó salvar a pesar de que el sacristán intentó meter su brazo hasta las fauces.
Después aparecieron preñadas a un tiempo la molinera y su hija, a pesar de que aquella estaba ya reseca y la niña apenas había florecido. Juraban y perjuraban que no habían etado con mozo alguno pero nadie en la aldea creía en ella. Parieron madre e hija a un tiempo dos criaturas con jeta de cerdo y una mata de crin entre las paletillas, a las que apenas hubo tiempo para bautizarlas con agua de socorro antes de morir.
Las viejas temen ir a la iglesia porque al cruzar la plaza, a pesar de que lo hagan con el mayor miramiento, no se sabe ni como ni donde tropiezann en un hilo invisible que las hace irse de bruces y partirse los huesos de la rabadilla o la misma crisma. Y se ha tenido que cerrar la pequeña escuela donde aprendían las letras y las cuatro reglas los rapaces porque la señora maestra salió volando entre un remolino de enaguas arrastrada por un airón repentino cuando abrió su paraguas para guarecerse de la lluvia, sin saberse más de ella.
Ni las rogativas del pueblo a la santa patrona, ni las procesiones tras el cura esparciendo agua bendita por todos los rincones consiguen vencer el miedo. La gente ya está empezando a emigrar y cada vez se ven más casas con las chimeneas muertas sin humo de hogar que salga por ellas.
Nadie se explica porque ha huido la felicidad del pueblo. Tampoco nadie se ha fijado que en un rincón oculto de la plaza una de las casas se ha quedado tuerta y en lugar de las dos ventanas con sus ojos rasgados como se ven en todos los tejados, tiene una que parece como si fuese un nojo velado por una catarata.
Y, auqnue nadie parece haberse dado cuenta de ello, tras esa ventana deforme en mitad de la noche se ven luces fugaces que dibujan siluetas de diablillos saltando y riendo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

que fascinante y donde dices que esta esa casa

cal_2 dijo...

realmente la casa esta en Sibiu, Rumania......en la fantasia, donde quieras situarla