sábado, febrero 14, 2009

Oye, pequeño...que no doy mas de sí


Cada vez que abandona la clínica donde vegeta su hermano, Pedro tiene la sensación de que todo va mal y cada día que pasa lo encuentra más apagado, sin ilusión ante nada, que se va hundiendo más y más en el pozo de la nada. Quiere pensar que sea la maldita enfermedad la causante de todo o, lo que es peor, todas pastillas con que lo atiborran para que no dé guerra y sea una persona mansa y que no plantee problemas al personal. Así son todos los pacientes que oberva a lo largo de los pasillos o los que ve fugazmente cuando cruza el jardín en busca del coche en el que salir huyendo de esta auténtica carcel donde pasa sus días su hermano Fermín. Ya hace tres años largos. Lo que en principio se planteó como un ingreso breve para que saliese del bache se ha ido prolongando de modo imperceptible, como si una rutina gris hubiese envuelto todo.
En la visita de la pasada semana, sin ir más lejos, apenas si consiguió sacar media docena de palabras a Fermín sumido en sus pensamientos a los que nadie tiene acceso. Ni cuando le habló de los padres que se apagan en la aldea notó la mínima chispa de luz en su mirada. El mismo caso que hizo a la caja de bombones, que en otro momento lo habría puesto tan contento. Solo vió un brillo en sus ojos cuando pasó de modo rápido una de las revistas que cada semana le llevaba inutilmente al ver el cuerpo desnudo de una mujer anunciando ropa interior.
A lo largo de las noches de toda la semana, una vez pasado el aturdimiento del día a día, no para de pensar en el tema. Sueños breves e inquietos seguidos de pausas largas de insomnio en las que intenta buscar un camino que alivie a su pobre hermano. Desde hace un par de días se le ha ido metiendo una idea en la cabeza que serpentea como una culebrilla entre las pausas de sueño. Su hermano podría animarse si tuviese el cuerpo de una mujer cerca. Pero las malditas reglas del centro donde está ingresado lo prohiben. Solo la mujer de un paciente o sus familiares directos pueden visitarlo. Y Fermín solo lo tiene a él y a sus padres.
Pedro piensa que sí, que va a hacer lo que no para de rondarle por la cabeza. Llama a la oficina y pretexta una gripe fulminante para, a continuación, pedir cita en un salón de belleza mixto cercano a su apartamento. Una vez ante la recepcionista se siente algo cohibido hasta que suelta a bocajarro que desea que le depilen piernas y brazos. Observa la sonrisa burlona que asoma a la cara de la chica disimulada bajo un aire de eficacia, pero decide hacerse el loco.
En plena faena maldice el momento en el que ha decidido embarcarse en este jaleo. Pero todo sea por Fermín. Ahoga los gritos de dolor ante cada nuevo tirón de la cera mientras la esteticien le insinua que, si lod esea, puede hacerse también el pecho por poco más.
Al fin se acaba la tortura y sale a la calle en busca de una tienda de ropa intima femenina. Allí el sofoco todavía es mayor cuando pide que le enseñen modelos de tallas grandes, así, como si fuesen para él. Aquí la dependienta ya ni disimula y le dice que tranquilo, que lo entiende, que hay muchos como él que se quieren ser más cómodos en la intimidad de su hogar. Abochornado pide que le envuelvan un prenda que piensa puede sentarle bien y paga, saliendo a la carrera, seguido de los cuchilleos de las dependientas.
Pasa de comprarse unos zapatos de tacón o unas plataformas de dragg queen, pero teme dejarse la cara contra la grava del jardín. Más fácil es entrar en un " todo cien " y comprarse una peluca llena de rizos y maquillajes. Y un rollo de cinta aislante ancha. El chino del mostrador cobra y mira con cara imperturbable el género que va metiendo en la bolsa.
Una vez en casa esconde todas las compras debajo de su cama. Mañana es domingo y toca visita a Fermín. Definitivamente esa noche no logra pegar ojo.
Se levanta temprano y extiende todas las compras sobre la cama. Comprueba que no falta nada y mete todo en una bolsa grande.
La visita es como todas las anteriores. Fermín no presta atención a nada y apenas si balbucea alguna respuesta a sus preguntas sobre como ha ido la semana. Se levanta con la bolsa en la mano y comenta que va al servicio. Cierra la puerta con el pasador y comienza a transformarse febrilmente. Se queda desnudo ante el lavabo y lo primero que hace es fijarse todo el paquete con la cinta aislante, sujetándolo al culo.Maldita sea, que incomodidad y como tiran los jodidos pelos. Se pone el body, después la peluca y se maquilla como Dios le a entender. Se vuelve hacia atrás para ver el efecto en el espejo y piensa que si uno no se fija bien, puede dar el pego.
Descorre el pasador, abre con sigilo la puerta y otea que no haya nadie en el pasillo. Sale y va al trote ligero a la sala donde está su hermano.
Abre la puerta y en el primer momento no ve reacción en Fermín hasta que este vuelve a mirarlo con los ojos abiertos de par en par. Suelta un bramido y se abalanza contra él. Ante el estrépito tres o cuatro internados más que vegetaban en sus sillones, se incorporan y quieren participar en la juerga.
Pedro sale huyendo por los pasillos con un jauria creciente de internos que lo persiguen como locos que son. Menos mal que los medicamentos los mantienen medio atontados y no son capaces de detenerlo. Nuevos brazos quiren pararlo mientras huye por el jardín en busca del refugio de su coche, la peluca perdida en mitad de la refriega y el body medio arrancado.
Se encierra en su coche, echa el seguro y ve con pánico las caras enaltecidas de los internos que aporrean puertas y cristales con ídea de asaltar el vehículo. Una cortina de agua lanzada contra el coche aleja el peligro y Pedro ve el rostro enfadado de los celadores de la clínica que lo miran a través del crsital delantero. Cierra los ojos, piensa en que mejor estaría muerto y pone a trabajar su cabeza a cien para ver que explicación se le ocurre...Y lo que tira la puta cinta aislante de los huevos...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

lo que llega hacer uno por un hermano yo tambien puedo presumir de eso que bonito pero que putas lo pasoel bueno de pedro muy bueno

redondeado dijo...

jojojojoooo, ¡qué voluntad! Pero me ha encantado.