miércoles, febrero 04, 2009

La subida al Micalet


Querido niño, si alguien te dice que bonita es la vista de Valencia desde lo alto del Micalet procura hacer oidos sordos y salir corriendo en dirección contraria a la catedral. De no hacerlo así y si decides emprender la subida después no valen lamentos. Y encima has de pagar para subir. En un cubículo de madera al pié de la escalera una ogresa desabrida reclama los dos euros del billete. ¿ Descuentos a jubilados ?. Esas cosas no las contempla el señor arzobispo,
Comienzas el ascenso y lo primero que notas es que has de dar un paso más amplio porque los escalones son más altos de lo habitual. Hasta el escalón 40 más o menos todavía conservas la compostura, pero ya sientes que se te acelera la respiración. Pero hay que ser fuertes y sigues trepando como puedes por la escalera de caracol. En el escalón 80 te llevas una mano al pecho y otra a la boca para que no se salga el corazón dando trompicones. Descansas un poco y sigues trepando ya sin la menor compostura.
Sigues subiendo y si no te das la vuelta es porque te queda un mínimo de pundonor. En el escalón 110 te agachas a recoger un rión que no sabes como se ha desprendido de tu costado. Te tanteas a ver si es el derecho o el izquierdo y lo colocas donde puedes. Y sigues subiendo. La respiración ha perdido todo su ritmo, es como un galopar de caballos desbocados, te falta el aire y la vista se nubla. Un par de minutos más o una hora, no sabes bien, para recuperar el más elemental de los ritmos y sigues subiendo.
En el 150 se te salte el pulmón derecho por la boca y casi lo pisas al intentar dar un paso. El corazón se ha pasado de revoluciones y parece la esfera de un reloj cuya aguja se hubiese vuelto loca. La escalera se hace más estrecha y tienes que apoyarte en la pared para dejar paso a tres jovenzuelos que trepan como gamos. Uno de ellos se para y me dice: " Séñor, ¿ esto que bajaba rodando por las escaleras es suyo ? ". Lo miras a través de la neblina, ves que es el bazo y dices que sí, que muchas gracias.
En el 180 la sangre se ha hecho densa como mercurio, la lengua es como una esponja y los piés parecen estar enterrados en sarcófagos de plomo. Falta poco. ¿ Poco ?.
Llegas al 200 y ves la luz del cielo. Subes los últimos peldaños como puedes, apoyándote alternativamente en la pared o en el suelo hasta que sales al exterior. Te dejas caer unos minutos en un murete hasta volver a ser persona. Miras al campanario y piensas en los pobres campaneros que se veían obligados a trepar varias veces al día para voltear las campanas, mientras se acordaban de las madres de todo el cabildo catedralício. Te vas levantando lentamente y te asomas por encima del muro para disfrutar la maravilla de la ciudad iluminada por la luz del atardecer, una luz de oro viejo cubre todo lo que abarca tu mirada. Al final, merece la pena tal esfuerzo, aunque no creo que lo vuelva a repetir jamás. Y la dicha de la bajada.....

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Ja,Ja.. el autor de este texto tiene tanta capacidad para fabular de manera maravillosa la agónica ascensión a los "cielos" valencianos que más bien parece una mítipa etapa pirenáica del Tour de Francia... con final el el puerto del "Micalet". Testigos presenciales aseguran que no fue para tanto... Eso sí, ni la Guardia Civil, mosquetón en mano, le harán volver a repetir la "hazaña"...

Anónimo dijo...

eso te pas por subir pero no te parece que ya estas mayor para hacer esos esfuerzos..
ha y se me olvidava lo del juvilata no colo para que veas como sopn el clero que ni a los ancianos respeta ja ja ja

relatosweb dijo...

La próxima vez...en globo. Que las vistas también tienen que ser interesantes, aunque la lírica sea diferente.

un saludo :D

cal_2 dijo...

lo malo del globo es que el vértigo supera a la angustia de trepar a pié. Y siempre queda el recurso de subir a gatas.

redondeado dijo...

Vaya, en Valencia no lo he intentado, aunque según lo cuentas, suena agotador.

Adonde sí que he subido es a la torre de la Giralda, con una pierna jodida (que ya estaba mal antes de ir a Sevilla y sigue chunga un año después), y con un amigo que tiene bastante asma. Que conste que la idea de subir fue de él, a ver si vas a creer que le obligué o algo :) Y una vez arriba, tampoco te creas que se arrimaba mucho a mirar las vistas, porque el pobre hombre también tiene vértigo. Pero de verdad que merece la pena ver las ciudades desde lo alto.