martes, febrero 05, 2008

Nace la Pediatria en España


La Excelentísima Señora Doña María Hernández y Espinosa de los Monteros, Duquesa de Santoña, lleva en un continúo sinvivir desde hace días. De un momento a otro ha de llegar la comitiva oficial para inaguarar su hospital y todavía hay multitud de detalles sin ultimar. Abre una puerta y comprueba que las camas están impecables, se fija en que la alfombra roja de la escalera no tenga una arruga, las cortinas blancas
ocultando como es debido los marcos de las viejas ventanas, se acerca al quirófano para ver si todo reluce. Desde el momento en que tuvo la idea de hacer un Hospital para niños pobres a semejanza del que que conoció en Roma cuando fué recibida en audiencia privada por Su Santidad, hasta hoy que viene el rey a inagurarlo, han pasado muchos meses y ha desembolsado muchos reales.
En un viejo caserón de la calle del Laurel se puso en marcha el proyecto para que los niños pudiesen abandonar los hospitales de adultos, donde morían como chinches. En esta zona del viejo Madrid, uno de cada tres niños no llega al mes de vida y todos los aterdeceres se oye el repique de las campanas tocando a gloria. Angelitos al cielo, dicen las viejas al oirlas, mientras suspiran recordando los hijos que perdieron.La marquesa, que ha viajado mucho por el extranjero tomó conciencia del tema, se reunió con mucha gente, busco mecenas entre su círculo de amistades y ahora, por fín, se va aponer todo en marcha su sueño.
De pronto se siente un revuelo creciente en la calle, aplausos y gritos de la gente que abarrota las cercanías del edificio la ponen en aviso de que llega el Rey. Sale a la puerta del hospital acompañada de su corte de amigas, mientras todo el personal las rodea y suena una fanfarría con el Himno Real. Tras ella está el comité científico del Hospital del Niño Jesús en el cual, a golpe de reales y halagos, ha conseguido reunir a lo mejor de los médicos y cirujanos de la Corte. Estamos a mediados de 1877 y todavía está reciente el fin de la Primera República y la vuelta de los Borbones a Madrid.
Alabarderos cubren la entrada. Se detiene una carroza y salta al suelo con agilidad un mozalbete delgado, moreno, con aire de chulito. Es Alfonso XII por él que suspiran todas las mozas de Madrid, aunque él solo tiene ojos para su prima, Maria de las Mercedes.
Pero de pronto parece que se cae el cielo a pedazos, la gente grita enfervorizada, carreras hacia la segunda carroza donde saca el busto la " Chata ", la Infanta Isabel, Princesa de Asturias, quien con aire dulce y melancólico saluda con su mano derecha. Baja del coche ayudada por sus camareras, va vestida de luto riguroso por su reciente viudez. Pobrecilla, la casaron con un loco para tener contento al Papa y apenas le duró el marido unos meses. Recibe un ramo de violetas de mano de una niña a la que cubre de besos y avanza hasta donde la espera su hermano, el Rey.
La comitiva camina lentamente hacia la entrada del Hospital y reciben la pleitesía de todos los allí congregados. Los médicos, con la chistera en la mano, esperan turno para inclinarse ante los Borbones. El Nuncio suelta bendiciones a todo trapo mientras el Arzobispo lo mira con disimulado rencor pues ocupa el puesto que cree le correspondería a él.
Entran en el Hospital del Niño Jesus, lo recorren lentamente mientras la duquesa se deshace en suspiros de satisfacción explicando todas las innovaciones que pretenden poner en marcha. Para que comprueben la buena organización esa misma mañana, trás la bendición del Nuncio, tendrá lugar una intervención ante toda la concurrencia.
Las mujeres se sobresaltan, los hombres dicen que vaya audacia, mientras los médicos y la Marquesa intentan calmar la situación. Repiqueteo de abanicos, frascos de sales que se abren para que las mujeres se serenen, revoloteo de faldones de levitas.
Pasan todos al salón donde se ha improvisado un quirofanillo. De entre el grupo de médicos avanza una figura, el doctor Arnús Fortuny quién, tras dejar la chistera y la levita en manos de un ayudante, se quita los gemelos, se remanga las mangas de la camisa y avanza hacia donde se encuentra una monjita sosteniendo una palangana de plata. Se lava a conciencia los brazos, durante cinco, diez minutos hasta que cree se encuentran suficientemente estériles. Le bañan los brazos en alcóhol y se vuelve de modo teatral hacia la concurrencia.
Se abre una puerta al fondo y hace su entrada una mujeruca envuelta en una toquilla de lana negra. Trae de la mano a su niña, la Valentina, de unos cinco años de edad, la carita brillante de tanto como se la refrotaron las monjas, que parece una ratita con un lazo rojo puesto en mitad de la cabeza. Las dos se quedan paradas, muertas de miedo ante tan exquisita concurrencia.
La duquesa se deshace en melindres e intenta despegar la mano de la niña que se aferra a la falda de su madre. No hay forma de que se suelte por si sola y entre unos y otros consiguen al fín separarlas. El cirujano pide que le acerquen a la niña. Va a hacer algo muy fácil, explica con énfasis a la concurrencia. Esta niña tiene seis dedos en la mano derecha, va a proceder a a desarticurle el sobrante y en abrir y cerrar de ojos se lo extirpará.
La niña ve brillar los serruchos alineados en la mesita cercana y de pronto echa a correr como una exhalación por la sala, metiéndose entre las piernas de los militares y bajo los polisones de las damas. Las monjas se tiran al suelo, poniéndose a gatas para perseguirla, más de una pierde la toca por el camino, Valentina suelta patadas y mordiscos y nadie consigue detenerla. De pronto la niña se levanta, encuentra ante sí un busto enorme coronado por una sonrisa muy dulce y unos brazos que la acogen. La " Chata " la acuna, la protege de todo el barullo y pide que se calle todo el mundo. Mientra intenta serenarla, acaricia su pelo de ratita y le canta una nana:
" Donde vas Alfonso XII,
donde vas triste de ti,
voy en busca de Mercedes...."

No hay comentarios: