Es medianoche en Puerto del Carmen, en la isla de Lanzarote, viene una brisa muy agradable desde la orilla del mar, el cielo está cuajado de estrellas y una enorme luna rojiza señorea por encima de todos nosotros. La cena ha sido muy reconfortante en parte por la compañía, en parte por un maravillo pescado asado que nos comimos entre los cuatro, acompañado de buen vino blanco. Después de la sobremesa, uno de nosotros propone un paseo con intención de bajar la cena y disfrutar de la noche canaria.
Recorremos la zona del puerto y sin darnos cuenta abandonamos la orilla del mar y nos adentramos en la parte turística. Me adelanto un poco porque los otros tres se enzarzan en una conversación que no me atrae mucho. Miro escaparates sin prestar mucha atención pues se trata del típico paisaje turístico con bares, tiendas, neones y seguimos caminando.
De pronto veo ante mi un chiquito con un montón de folletos en la mano, que me alarga uno escrito en alemán mientras dice muy sonriente " Que un tiburón te coma los cohones, güiri ".
Me detengo a su lado, me echo a reir y le digo " La has cagado, soy un nacional ".
" Perdón, señor, al verlo así, tan blanco, lo había tomado por un alemanote ".
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