domingo, enero 20, 2008

Bienvenido, Mr. Marshall


A principio de los años 50 se creó la FASA en Valladolid, lo que revolucionó por completo la capital castellana, pasando de ser una lánguida y polvorienta ciudad a otra llena de vida y prosperidad. En un principio parece ser que su destino era la vecina ciudad de Burgos, pero su pastor el Arzobispo Pérez Platero, temeroso de que la prosperidad contagiase del bolchevisquismo imperante en el extranjero a lás cándidas almas de los obreros burgaleses, logró evitar su implantación en la ciudad y, de rebote, beneficiar a los vallisoletanos.
Sea cualquiera que sea la causa, la llegada de la empresa francesa a la ciudad fué como si una riada de la Lotería inundase sus calles y todo el mundo hacía lo imposible para conseguir un puesto en la fábrica. Aquellos años eran en los cuales una mujer entraba con su capazo en la carniceria y desde en fondo, decía a voz en gtito: " ¿ Tienes buenos filetes?, son para hacerle el bocadillo a mi marido que está en la FASA ".
Y esta misma prosperidad llegó a casa de Pilarina. Su marido, que hasta entonces malvivía de descargar carbón en las máquinas de la estación, pasó a trabajar en uno de los talleres de la Renault, todo gracias a la influencia de un amigo de la familia, falangista de los de la vieja escuela, con buenos contactos en la ciudad aunque un tanto puñetero. Se contaba de él que una tarde le dijo a la mujer y a sus seis hijos que bajaba a comprar cien gramos de café y lo encontraron unos años más tarde en Zaragoza.
A lo nuestro. Con la prosperidad también entró la guerra en casa de Pilarina, porque su marido hasta entonces manso cordero, se envalentonó y se creía el rey del mambo. Ahora la mayoría del dinero lo traia él y empezó a decir que se quería separar y que ya no permitía más que su mujer mandase en él.
Una noche, harta de aguantarlo, Pilarina se puso el abrigo por encima del camisón, tapó bien a los niños, sacó a su marido a empellones de casa y se dirigieron en procesión a través de la calle Santiago hacia la comisaría de policía. Muy decidida le dijo al guardia de la puerta que tenía que ver al comisario.
Se sentó en uno de los bancos con los niños dando cabezadas, mientras su marido fumaba nervioso en un rincón. El ambiente estaba cargado, con ese calor pesado característico de las oficinas públicas y ese olor a humo viejo y ropa húmeda.
Uno de los guardias les dijo que ya podían pasar, que el comisario estaba esperando. Entró muy decidida en el despacho, llevando de los niños de la mano y ante la pregunta del comisario, sobre el motivo de la denuncia, Pilarina le respondió, mentras meneaba a su marido:
" Mire señor comisario, ya ve usted, este que dormía antes en los portales, ahora que tiene cuatro perras desde que está en la FASA dice que se quiere separar y yo le respondo que se atreva ".
El comisario se echó a reir, les dijo que se fueran a casa tranquilamente y allí no pasó nada más.

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