jueves, diciembre 20, 2007

otra estrella en el cielo


Hoy se ha ido una amiga después de un año de luchar contra el puto cangrejo que se había adueñado de su cuerpo a través del tabaco. Siempre la recuerdo intentando abandonarlo, pero nunca resistió más de unas horas sin su compañia. En realidad es una de las personas cuyo contacto directo perdí cuando decidimos venir a vivir aquí, pero antes estaba viva y sabía que en cualquier momento podíamos volver a encontrarnos. Ahora, no.
La última vez que nos vimos fué el pasado verano, en Burgos, cuando todavía conservaba todo su poderío, siempre elegante y con un tocado que recordaba a un turbante de la Begum para disimular las huellas de la enfermedad. Apenas si hablamos, creo que ninguno de los dos nos sentíamos con ganas de entablar una conversación que solo derivaría a lo suyo, a su enfermedad. Y quedamos en vernos pronto, aquí, en el Levante.
Nos conocimos en el Hospital, siendo unos jodidos críos los dos. Yo no era más que puto residente de pediatría y ella se trabajaba en la Dirección, se codeaba con la gente que rodeaba a los mandamases del hospital. Además era hija de un médico importante, Don José, de los pocos médicos humanos que conocí en mis comienzos. Al principio de conocerla me intimidaba, siempre tan segura de sí misma, pisando fuerte, sin dejarse amilanar por nadie. Y era una chica bien, de buena familia. La burguesía burgalesa. Pudiendo ser una señorita de misa y vermouth, prefirió trabajar a vivir de rentas.
En aquellas épocas muchas noches nos encontrábamos todos los compañeros en una discoteca, el " Drumens ", donde nos reuníamos todo el personal sanitario de nuestra edad. así que muchas veces no sabías si estabas bailando en la pista o en la sala de urgencias del hospital. Noches de coqueteo, de mucho baile y copas, sin más.
Al cabo de unos años el destino nos juntó de nuevo en otro centro de trabajo y pronto la amistad volvió a cobrar fuerzas. Su decisión, su capacidad de liderar toda iniciativa la hicieron frente de ataques, pero nunca se dejó humillar. Recuerdo con regocijo sus peleas con " el calvo " o la " madam " defendiendo su postura o la de nuestros compañeros de la clase " B " como decíamos en broma y cantándole la verdad al lucero del alba o al gerente que se atrevieses a enfrentarse a ella. Y las broncas en los " maitines " de los miércoles para conseguir que se firmase el plus de productividad, siempre los dos frentes enfrentados: los señores médicos por un lado y los demás por otro.
En la época que me tocó lidiar con la Coordinación de mi equipo me apoyó en todo momento....bueno ella y muchos más, los " bes " que he dicho antes. Como él día en que me llegó un anónimo acusándome de maricón y de confraternizar con las limpiadoras. Al llegar a casa me encontré con un enorme ramo de flores con su firma, demostrándome su apoyo y amistad.
Las tardes de los lunes eran especiales porque estábamos trabajando la piña de gente que nos llevábamos bien. El cafelito de la entrada mientras organizábamos las historias de la tarde, pues solo ella se encargaba de mi fichero y no quería que nadie más, aparte de mí, metiese las manos en ellos. Las risas al final de la tarde, una vez terminada la tarea de cada uno, cuando nos reuníamos ante la mesa de la sala de reuniones para la merendola. Desde una hora antes ya estaba todo montado y no parábamos de picotear hasta estar todos reunidos. La tortilla de Arturo, las ensaladas de Mayte, los vinos de Balbás y José Luis o el embutido de Dori....y las risas, muchas risas, siempre despellejando a nuestros enemigos naturales: ese puñetero calvo paradigma de los fariseos, solo superado por la " madam " en cuanto a malevolencia....Y al final Arturo se ponía alegre y se le caía un rizo en la frente coronando su cara de niño travieso.
Al acercarse las navidades era la encargada de organizar cena para todos y preparar las sorpresas para el amigo anónimo, recorriendo todas las tiendas para encontrar los regalos más divertidos al precio más barato. Y las risas, siempre las risas, al abrir cada uno su regalo.
Cuando todos llegamos a esa edad adulta en que comenzamos a vivir de rentas sin complicarnos la vida, ella decide preparar su acceso a la Universidad para mayores. Y aprueba. Compagina el trabajo con la Uni y aprueba curso tras curso. Una vez terminado magisterio decide seguir y con 50 años consigue la Licenciatura...y todo sin darse un pijo de importancia. Tal vez en esa época fué para mí de las mejores en mi etapa profesional, con todos los buenos momentos que compartimos con los autistas, con Raquel, con los niños: Fernado, Pedro....y allí descubrió un mundo al que le gustaría decicarse.
Los cocidos en Castrojeriz, los maravillosos cocidos de los martes de invierno en el restaurante de su hermano. Allí aprendí a saborear los garbanzos que hasta entonces nunca había conseguido probar. La sopa, la berza, el relleno....Y después de comer un paseo hasta su casa, ese sitio tan maravilloso que reformó con tanta ilusión, a la que dedicó todo su esfuerzo. Cada rincón un detalle bonito, tremendamente acogedora, siempre abierta a los amigos. Y terminar en el convento de las Clarisas a comprar dulces a través del torno, los puños de San Francisco tan ricos, tan suaves...mientras Arturo un poco achipado ya decía que ella tenía que pedir plaza para Abadesa del convento.
La mañana de un día de Santiago llegamos a su casa, en una de las etapas del Camino tras cuatro o cinco horas de caminar. Día de verano, con sol, un buen desayuno a la sombra en el jardín de su casa y, al despedirnos, nos preparó un paquete con una tortilla de patatas y una barra de pan que nos comimos al atardecer, después de subir el Mostelares en plena canícula. Al final de la etapa, ya con el sol menos fuerte, nos la zampamos a la vera de la fuente del Piojo, cerca ya de la linde con Palencia.
Toda la tarde ha estado en mi pensamiento y dado que no vi su deterioro físico todos los recuerdos son bellos: fuerte, segura, decidida, amiga, maravillosa amiga, riendo o montando bronca, pero siempre amiga. Y la recuerdo así,entrando en el Centro pisando fuerte, taconeando para que todo el mundo se entere de su presencia, riendo, haciendo comentarios mientras se quitaba el foulard o el chal que sabía revolotear como lo que era, una mujer de primera.
Y se ha ido. Como dice Alfonso, otra estrella más a quien saludar por la noche. Y otro teléfono a borrar en la memoria del móvil y otra fecha a borrar en la lista de cumpleaños. Pero creo que uno sigue existiendo, mientras nos recuerden las personas que nos quieren. Tal vez sea un asidero ante ese cambio que nos espera a todos. Por eso, de momento, cuando salgamos por la noche a saludar a las estrellas de nuestras madres, también saludaremos a una nueva estrella donde, a aprtir de ahora, vivirá la memoria de nuestra amiga Tere.

1 comentario:

Anónimo dijo...

precioso mensaje maravillosamente contado...